La rebelión impostada

La rebelión impostada
La rebelión impostada

Como el turrón por Navidad, siempre llega. Así, con la periodicidad que marcan las citas electorales, llega el desencuentro de Emiliano García-Page con la línea editorial de las políticas de Moncloa. Pero no nos engañemos, es de nuevo la obligada impostura de quien se presenta a sus electores con unas siglas que oficial y oficiosamente consienten, cuando no abrazan, el supremacismo secesionista catalán, la connivencia con terroristas no arrepentidos o las políticas sectarias de Podemos.

Y si una y otra vez repite la misma jugada es porque el farol le sale bien: los que están descontentos, preocupados o incluso asustados con la deriva socialista le siguen votando, pensando, o queriendo pensar, que García-Page es distinto; y por supuesto no dejarán de hacerlo los sanchistas convencidos, que son siempre utilitaristas y que bien saben que todo puede ser pose en el PSOE.

Porque la oposición a las políticas marcadas por Sánchez y sus aliados comunistas o separatistas ha sido siempre nominal, y en la realidad nunca ha puesto pie en pared ante las numerosas concesiones dadas a los apoyos periféricos ni se ha separado un ápice de las propuestas progre-ecologistas del Gobierno, aunque poco tengan que ver con el común pensar del pueblo castellano. Así, ya sea en las políticas económicas y fiscales, en las sectarias e ideológicas leyes impulsadas por Podemos o en la manipulada, soberbia e ignorante gestión de la pandemia, el presidente castellano-manchego nos ha acostumbrado a amagar con una brava objeción para terminar aceptando lo que venga del sanchismo con mansa complacencia. La contestación firme, la defensa de los valores del liberalismo democrático, de las tradiciones y hasta del sentido común ha venido siempre, incluso desobedeciendo los engaños y esquivando las trampas del Gobierno, de otras autonomías y de otros políticos, al frente de los cuales casi siempre está Isabel Díaz Ayuso.

Desde Ferraz, no es que impulsen abiertamente estas jugadas de García-Page o de alguno de los barones socialistas, pero las aceptan, después de hacer un poco el paripé, porque saben que la estrategia les dará réditos a nivel local y autonómico. Claro, para eso tienen que ser caballos ganadores como García-Page, Lambán o Fernández Vara; y no permitirían nunca relinchos extemporáneos a aquellos que, como los corceles de la Federación Socialista Madrileña, vienen llegando los últimos en todas las carreras.

Así viene siendo desde hace unos años. La estrategia de García-Page para las elecciones autonómicas y municipales termina siendo efectiva para todo el partido, sabiendo que cuando lleguen las generales el apoyo a Sánchez será unánime. Pido perdón por la mención despectiva, aunque sea para reproducir las palabras de un camarada del partido que tiene claro que «los mohines de cara de garbanzo son pura figuración y que al llamarle a capitulo la adhesión siempre será plena».

Por eso es mejor que en el PP de Núñez Feijóo no se crean que en el actual PSOE hay buenos y malos y que se apliquen a destapar la superchería. Tienen estos muy demostrado con sus artimañas y con sus alianzas que no tienen reparos en usar cualquier estrategia y, además, que normalmente esas jugadas les salen bien. El socialismo sanchista es la historia de un continuo fracaso y de un enorme engaño a los españoles, tanto a los que les votaron como a los que no, pero tiene la fortaleza de la superioridad moral progresista y la habilidad sectarista de estigmatización del contrario. Uno solo de los disparates, de las mentiras o de las traiciones hubiera derribado a cualquier otro, pero este régimen ahí sigue vivo.

Decía Descartes que «es prudente no fiarse de quienes nos han engañado una vez»; que lo tenga en cuenta Feijóo, que no vea posibles aliados en quienes no lo son y que apunte bien, porque seguramente solo tendrá una bala.

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