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Descubren un espejo en el cosmos y lo que dicen los expertos es insólito: «No debería existir»

Espejo en el cosmos
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

En los últimos años, el hallazgo de exoplanetas ha dejado de ser algo excepcional para convertirse en una rutina apasionante dentro de la astronomía moderna. Sin embargo, cada cierto tiempo, uno de estos descubrimientos rompe todas las expectativas y plantea más preguntas que respuestas. Eso es exactamente lo que ha ocurrido con LTT9779b, un mundo completamente inusual que desafía los modelos actuales de formación planetaria. Situado a unos 260 años luz de la Tierra, este exoplaneta ha sorprendido a la comunidad científica al comportarse como un auténtico espejo en el cosmos, reflejando la luz de su estrella de forma nunca antes vista.

Los científicos lo describen como un verdadero espejo cósmico. Su superficie, o mejor dicho, su atmósfera, está cubierta por nubes metálicas tan reflectantes que devuelven al espacio hasta el 80% de la luz que reciben. Lo sorprendente no es sólo su brillo, sino el hecho de que, según nuestras teorías actuales, este tipo de planeta no debería existir. LTT9779b es tan extremo en temperatura, tamaño y proximidad a su estrella, que lo lógico sería que hubiera perdido su atmósfera hace mucho tiempo.

El planeta que actúa como un espejo gigante en el cosmos

LTT9779b no es un exoplaneta más; es el más brillante jamás detectado que no emite luz propia. Su reflectancia lo convierte en el mayor espejo natural conocido fuera de nuestro Sistema Solar. Para ponerlo en perspectiva, la Luna refleja apenas un 8% de la luz solar, Venus un 75% y la Tierra alrededor del 37%. Incluso Júpiter, con su atmósfera gigantesca y turbulenta, se queda atrás con un 52%. Así que cuando los instrumentos del satélite CHEOPS (Satélite para la Caracterización de Exoplanetas de la ESA) registraron este nivel de brillo, los científicos quedaron desconcertados.

Este planeta orbita extremadamente cerca de su estrella anfitriona, completando una vuelta completa en apenas 19 horas. Debido a esta cercanía, su cara orientada a la estrella alcanza temperaturas de hasta 2.000 °C. Con semejante calor, sería de esperar que cualquier atmósfera se evaporase rápidamente. Y, sin embargo, no sólo la mantiene, sino que alberga densas nubes metálicas compuestas principalmente de titanio, un material muy reflectante que actúa como si el planeta estuviera envuelto en una superficie espejada.

CHEOPS: el cazador de reflejos cósmicos

El descubrimiento fue posible gracias al satélite CHEOPS, un ingenioso instrumento de la ESA diseñado para estudiar exoplanetas midiendo las variaciones mínimas de luz cuando estos pasan por delante o por detrás de sus estrellas. Con apenas metro y medio de tamaño y unos 300 kilos de peso, este satélite ha demostrado ser capaz de detectar cambios en el brillo estelar con una precisión asombrosa. Fue precisamente una ligera disminución de luminosidad cuando LTT9779b desaparecía detrás de su estrella lo que permitió determinar su increíble capacidad reflectiva.

Lo interesante es que LTT9779b refleja la luz de forma directa hacia nosotros, algo que permite calcular su albedo (el porcentaje de luz que un objeto refleja). Un albedo del 0.80 es inusualmente alto para cualquier objeto astronómico. Eso lo convierte en un auténtico reto para la astrofísica. Porque, más allá del brillo, el planeta plantea un enigma mayor: no debería tener atmósfera, y sin embargo, la tiene. Y esa atmósfera está llena de materiales que en la Tierra usamos, entre otras cosas, para fabricar espejos industriales.

Nubes metálicas a 2.000 grados

Uno de los aspectos más fascinantes de este exoplaneta es la composición de sus nubes. A esas temperaturas infernales (que superan incluso el punto de fusión de muchos metales terrestres), cabría esperar una atmósfera despejada. Pero no. LTT9779b ha desarrollado un sistema de nubes compuesto por partículas de titanio y silicatos. Para explicar su presencia, los científicos recurren a una analogía simple: lo que ocurre tras una ducha caliente en un baño cerrado. Al saturarse el aire con vapor, el agua se condensa formando gotas en las superficies frías.

Algo similar sucedería en la atmósfera del planeta espejo en el cosmos. A pesar del calor extremo, las condiciones permiten que ciertos compuestos metálicos alcancen niveles de sobresaturación, formando una especie de neblina densa que actúa como un manto reflector. Pero hay algo aún más desconcertante: ese tipo de condensación no es habitual en planetas tan cercanos a su estrella. Lo que hace de LTT9779b un caso único es precisamente esa contradicción entre su cercanía abrasadora al sol que orbita y la permanencia de una atmósfera reflectante que debería haber desaparecido hace mucho tiempo.

LTT9779b es un verdadero enigma del espacio. Brilla más que Venus, mantiene una atmósfera imposible y refleja la luz como ningún otro planeta conocido. Lo que hace tan especial a este mundo no es solo su rareza, sino lo que representa: un recordatorio de que el universo está lleno de excepciones,  y de maravillas inesperadas. Frente a este espejo gigante suspendido en el vacío del cosmos, sólo podemos hacer una cosa: seguir observando, preguntando y maravillándonos.

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