¿Quiere un trastero? Vaya al belén de Ada Colau

¿Quiere un trastero? Vaya al belén de Ada Colau

Ada Colau tiene un problema cuando llegan las Fiestas Navideñas. Como le repatea todo lo que huela a religión, porque ella solo cree en sí misma, en el cambio climático, y en la última moda que surja de las redes clientelares que ella nutre, cuando ha de poner un pesebre delante del Ayuntamiento, no sabe qué hacer.

O, mejor dicho, sí que lo sabe: perpetrar cualquier cosa que se aleje lo más posible del tradicional belén navideño. Este año ha decidido ofrecer un nuevo servicio a la ciudadanía, y ha instalado un trastero en medio de la Plaza de Sant Jaume, entre los edificios del Ayuntamiento y el de la Generalitat. Cualquier vecino que tenga que hacer una mudanza podrá dejar sus trastos entre el ‘belén’ y luego pasar a recogerlo. Gratis total.

Ahora en serio, para Colau cualquier cosa vale, antes que poner a Jesús, María y José en el portal de Belén. De hecho, recuerden que el año pasado lo que llamaron “pesebre” eran unas sillas vacías en algo que parecía el comedor de los clicks de Playmobil versión XXXL. Era tan poco ‘navideño’ que seguro que más de un turista de los que pasean por las Ramblas y se acercan a Sant Jaume se zampó allí su almuerzo confundiéndolo con una zona de picnic.

La alcaldesa de Barcelona solo respeta a los que piensan como ella. Los otros, son unos “fachas” que no tienen derecho ni al pataleo. Colau puede cambiar nombres de calle a su santa voluntad, sin que le importe lo que piensen o no los vecinos; puede llenar de símbolos secesionistas el balcón del Ayuntamiento, sin que le preocupe si ofende a centenares de miles de ciudadanos; puede permitir durante semanas una acampada en el centro a base de tiendas de campaña vacías, a pesar de las protestas de taxistas y comerciantes y puede instalar un bodrio de pesebre, aunque sea una falta de respeto a los vecinos de la ciudad que son creyentes o que son amantes de las tradiciones.

La verdad es que Colau sería más honesta si dijera: “No lo pongo porque la religión es facha, las tradiciones navideñas son fachas, y los que apoyan los pesebres son más fachas aún”. Sería un insulto, pero al menos diría lo que piensa. Lo que está haciendo es mucho peor, porque tras el “comedor” del año pasado y el “trastero” de este, el que viene tocará el “chiringuito playero” o “la narcosala navideña”. Cualquier cosa que sirva para cabrear a los barceloneses que gustan de poner el típico belén en sus hogares.

Nuestras instituciones han de ser laicas, pero eso no quiere decir despreciar las costumbres positivas que están arraigadas en nuestra sociedad desde hace centenares de años. Si a Ada Colau no le gustan los pesebres, que no lo ponga en su casa, ni en su despacho, ni en las dependencias municipales. Pero el tradicional belén de la Plaza de Sant Jaume merece un respeto. El respeto que la actual alcaldesa no tiene con aquellos que piensan de manera diferente a la suya.

Debería pensar que detenta la vara de mando porque una persona que abomina de su ideología, y que ha denunciado su populismo en multitud de ocasiones, Manuel Valls, le dio sus votos. Aunque solo fuera porque le debe la Alcaldía a alguien que discrepa de ella en casi todos los aspectos, y que fue abierto de miras y la apoyó, debería respetar a los centenares de miles de barceloneses que quieren respetar las tradiciones navideñas y que disfrutan estos días de manera especial.

Y lo debería hacer, aunque piense que la Navidad es de “fachas”. O precisamente por ello. Así demostraría que tiene la voluntad de ser la alcaldesa de todos, y no solo de los que la apoyan o de los que llevan lazos amarillos mientras gritan “Libertad presos políticos” y “España es una dictadura como Turquía”, que también son “su” gente, tal y como ella se encarga de decir cada vez que le preguntan sobre el ‘referéndum’ y sobre qué votaría

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