¿Quién defiende hoy en día los valores?
Reconozco que no tengo muy claro si la educación se encuentra ideologizada. Pero igualmente reconozco lo que entiendo debe ser la educación de nuestros jóvenes. Frente a la progresía, entusiasta en educar en igualdad, en libertad, en diversidad, en género, en tolerancia, en educación sexual, pública, laica… yo soy menos original y más directo. Todo lo anterior es puro mensaje ideológico con el objetivo de captar adeptos, de conseguir individuos encolerizados y sumisos al “mensaje del Estado”. Por el contrario entiendo la educación de nuestros herederos sobre la base del esfuerzo, del mérito, de la autoridad, del ejemplo. La educación no es sólo instrucción ni transmisión desapasionada de contenidos académicos, de fríos programas que hay que asimilar como “verdades incontrovertibles”. Se debe buscar el desarrollo pleno e integral de la persona, por lo que no es posible una buena educación sin la transmisión de unos buenos valores, especialmente a través del ejemplo, de la fuerza frente a la debilidad, de la historia. La falsa lucha de clases “educativa”.
Para la izquierda, el alumno debe ser su propia autoridad en materia de aprendizaje. Transmite los “valores” de una presunta “democratización”, manteniendo a todos los jovenes dentro de la misma estructura. Es la utilización ideológica de la educación que supone una clara tensión entre conocimientos e igualdad social. La consecuencia de ello es considerar que es más importante el igualitarismo que la elevación del nivel de conocimientos. La falsa premisa de la “igualdad”, tan antihumana. “Igualdad”, santa palabra para deslumbrar incautos. El igualitarismo educativo viene acompañado de un acentuado y radical rechazo a la autoridad. Para esta izquierda, la educación no es un medio para hacer crecer la excelencia profesional y la conciencia crítica en libertad para la búsqueda de verdades. No pretenden que los alumnos conozcan críticamente todo el universo de verdades. Solo pretenden que nuestros jóvenes no piensen. Que piensen como les ordene el Estado.
Para determinados progres, para la izquierda, la educación es puro adoctrinamiento. No hay más que ver como hacen ostentación de la falta de cualificación de las personas que incluyen en sus listas electorales, personajes bufos, chocarreros, burlescos. Sí, Ada Colau, eres su mentora. La progresía progre decimonónica no se da cuenta de que la sociedad tiene y necesita otros valores sociales, como la pertenencia a una nación, a una religión, a una familia. Se trata sencillamente de la existencia de una serie de valores comunes que todo ser humano reconoce como buenos de forma natural. Ya es hora de pregonar, frente a la izquierda y a gran parte de una “falsa derecha” que no todo es relativo. Que existen valores que están muy por encima de lo que la izquierda, desde su desdén y objetivo primordial, pretenden conseguir. Quizá ya lo hubieran conseguido. La pertenencia a una nación históricamente fermentada en sufrimientos y victorias comunes, el esfuerzo, la defensa de la verdad, la libertad responsable de espíritu, la erudición y el respeto al otro conforman una infinita lista de virtudes que forman la buena educación en valores.
La educación y la instrucción sin duda deben ser compartidas, pero el protagonismo debe residir en la familia, como primera educadora, como eminente y correcta formación en valores y donde a nuestros vástagos los conformemos en individuos libres, autónomos, responsables y críticos. La familia es el mejor ámbito para educar en valores, especialmente a través del ejemplo de los padres. Es la familia quien tiene el derecho a que el Estado no violente ni impida la transmisión de los valores reales e históricamente reconocidos. Fuera de odios y enfrentamientos. Fuera de una ortodoxia sangrante. Porque como dijo el filósofo chino Confucio: “Donde hay educación no hay distinción de clases”.