Apuntes incorrectos

Por qué habrá elecciones generales antes de final de año

Por qué habrá elecciones generales antes de final de año

Los responsables del Banco Central Europeo, entre ellos su vicepresidente Luis de Guindos, tienen prohibido hablar de los países de manera individualizada, así como de la política fiscal, que es competencia doméstica y en grado supremo de la Comisión de Bruselas, encargada de vigilar los presupuestos de los socios. Pero ¡vaya que si hablan! Son tremendamente elocuentes. Sólo hay que ser un poco hábil en la interpretación, no de lo que dicen literalmente, sino de lo que quieren decir callando. De los mensajes que desean lanzar entre líneas. Para los viejos del lugar, esta situación recuerda mucho a la de la extinta Unión Soviética, que abocó al nacimiento de un grupo de expertos en descifrar los propósitos del Kremlin al albur de las declaraciones del mandarín correspondiente.

En la entrevista con Guindos de este lunes en OKDIARIO hay muchos mensajes implícitos hacia el Gobierno de Sánchez. El más importante -me parece- es que la barra libre instaurada en Europa, con la suspensión de las reglas fiscales de la Unión, no avala en ningún caso que el gasto público se dedique a cuestiones diferentes a combatir los efectos perniciosos de la pandemia. Pero España ha incurrido reiteradamente en este pecado capital. A pesar de las recomendaciones en contra de todos los expertos económicos sensatos, Sánchez decidió elevar el sueldo de los funcionarios y revalorizar las pensiones sin venir a cuento, pues estos han sido los dos colectivos que han estado por completo al resguardo de la crisis, es decir los más protegidos.

También se aprobó un Ingreso Mínimo Vital que no está ligado a la pandemia, sino a luchar contra la supuesta pobreza estructural del país, y que puede tener consecuencias nocivas sobre la inclinación de la gente a pujar por encontrar un empleo y abandonar lo antes posible el estado de pasividad y de molicie a que conduce vivir permanentemente de la sopa boba. Toda esta clase de gastos no están dirigidos, como aconseja el señor de Guindos, a paliar los efectos de la expansión letal del virus sobre la vida de los españoles, sobre sus negocios y sobre la salud mental de los que no llegan a final de mes, sino que constituyen gastos presupuestarios permanentes y por tanto peligrosos, al amenazar la viabilidad futura de las cuentas públicas. En sus palabras está implícita la inicua comparación entre las ayudas directas a las empresas que han aprobado los diferentes gobiernos europeos, que han sido mucho más cuantiosas que las ofrecidas por Sánchez y su inefable lugarteniente Nadia Calviño.

El BCE seguirá comprando masivamente deuda de los estados durante un buen tiempo y oxigenando su política fiscal. Dice que no lo hace, porque lo tiene prohibido, pero desde luego que lo hace. ¿Cómo, si no, habría podido Sánchez amamantar a los funcionarios y a los pensionistas e incurrir en otros gastos indecorosos e inquietantes? El pretexto que aduce Guindos es que la política de expansión monetaria va destinada exclusivamente a facilitar la financiación de los estados miembros, a impedir la escalada de las primas de riesgo y a perseguir su objetivo contractual, que es situar el objetivo de inflación lo más cerca posible del 2 por ciento. Pero esto son las excusas habituales, inválidas para un experto en el Kremlin, completamente persuadido de que le estás suministrando gasolina a un pirómano.

Toda la artillería pesada que está empleando el BCE, sin embargo, tiene un límite. Llega un momento en que la munición se acaba y en el que, además, provoca efectos indeseados, como es el de disuadir a los gobiernos de cumplir con sus obligaciones, que son las de aprobar las reformas estructurales que deben impulsar la productividad de las economías a medio y largo plazo.

Hace ya tiempo que el BCE se ha pasado de velocidad al respecto. Por eso Guindos, en esta entrevista majestuosa e imprescindible con OK diario, que hay que leer sabiendo qué esconde cada advertencia y palabra que simula decir inocentemente, sugiere que los responsables políticos de todos los países miembros, y de manera destacada Sánchez -que es el más retrasado al respecto- deben poner en marcha planes de consolidación fiscal a medio plazo.

Esto, en la jerga europea, quiere decir que tienen que diseñar programas de ajuste presupuestario para hacer viables en el futuro sus cuentas públicas, porque las reglas de estabilidad de la UE se restablecerán en cuanto la situación económica se normalice, y porque hay países como España que ya están en una de las situaciones más perentorias imaginables, con un déficit público en 2021 que rebasa el 10% del PIB, como en los tiempos de la Gran Recesión.

No hay mejor patrón de lo que Sánchez deberá hacer a medio plazo que el severo plan de ajuste fiscal que aprobó el ex presidente Zapatero, conminado por la Unión Europea, a fin de evitar una intervención in extremis de España a cargo de los ‘hombres de negro’. En mayo de 2010, Zapatero se vio forzado a anunciar las medidas restrictivas más duras e impopulares de la historia reciente. El actual sátrapa de Venezuela, que unos días antes todavía se proponía relanzar el socialismo despilfarrador y estúpido de costumbre, hizo tabla rasa de todas sus promesas y convicciones, redujo drásticamente el gasto público, recortó el sueldo de los funcionarios y rebajó las pensiones.

Pues esto es lo que espera Sánchez. ¿Lo hará? ¡No! Y no por una de las cuestiones que el señor de Guindos desliza en la entrevista. El primer trimestre de este año va a finalizar con una caída del PIB de en torno al 0,5%; el segundo periodo, entre abril y junio, va a ser de transición, quizá también ligeramente negativo; pero el segundo semestre de 2021 promete ser espectacular en términos de crecimiento. La caída ha sido tan vertiginosa y profunda que el progreso en la vacunación -aunque estemos entre los países más retrasados de Europa- y el cambio de expectativas que se espera van a impulsar un aumento de la actividad tremendamente intenso a partir de junio.

Naturalmente, los problemas estructurales no se habrán acabado -continúan eternamente pendientes-, ni se ha puesto uno solo de los mimbres oportunos para atacarlos y resolverlos, pero el hecho es que la economía española va a experimentar un rebote de una muy notable consideración. El propicio, digámoslo ya de una vez, para que Sánchez convoque unas elecciones generales anticipadas.

Los datos estadísticos serán el próximo otoño engañosamente positivos, las exigencias de la Comisión Europea todavía no habrán entrado en la fase crítica que vivió Zapatero, pero todos los pronósticos indican que 2022 será un año de apenas estabilización, con cifras de crecimiento mediocres, y ya con todas las alertas internacionales insuflando ese aliento fétido en el cogote para que dejes de ser un país tan sucio fiscalmente como España. En resumen, ¿por qué demorar la llamada a las urnas si ya dijo Mark Twain que es mucho más fácil engañar a la gente que persuadirla de que ha sido engañada? Mi apuesta es que Sánchez convocará elecciones a finales de otoño con todo el viento de popa y el objetivo consustancial al socialismo de seguir jodiendo al país durante otros cuatro años más.

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