Puigdemont, Otegi: sin el PSOE no sois nada

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«Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo que vale la pena luchar, es, de alguna manera, una indignidad», Ernesto Sábato. Hace tiempo que España se ha convertido en una anomalía en la Europa democrática, una anomalía en la que no sólo nos gobiernan partidos políticos prohibidos en buena parte de la UE, sino en el que el carnet de demócrata es expendido por los enemigos jurados y mortales de la democracia. Claro que la vieja pretensión de los totalitarios de que en España fracase la democracia nunca podría tener éxito sin la complicidad del Partido Socialista Obrero Español, no sólo del impulsor de la traición, Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

Sin la complicidad del PSOE no tendrían nada que hacer los enemigos mortales de la democracia, aquellos que asesinaron a centenares de inocentes ciudadanos y expulsaron de su tierra a centenares de miles de españoles para impedir que la Constitución tuviera una oportunidad. El partido de los orgullosos herederos y defensores de ETA, de su historia de terror y de sus asesinos, sin el PSOE no es nada, nada salvo una panda de delincuentes y/o aspirantes. O sea, Otegi y el resto de terroristas que están en la dirección y en las instituciones de la mano de Bildu necesitan la complicidad del PSOE para poder llevar a cabo el objetivo que persiguieron asesinado inocentes. Otegi y su banda necesitan al PSOE para que sigan sin ser juzgados un tercio de los crímenes que cometió la banda de la que forman parte; sí, de la que forman parte, porque ETA no ha desaparecido, ha cambiado de táctica porque los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado derrotaron y detuvieron a todos sus comandos criminales. Y en eso, cuando estaba derrotada, llegó Zapatero y normalizó el crimen y convirtió a sus estrategas y ejecutores en «socios preferentes» del Estado.

Sin la complicidad del PSOE, de todo el PSOE, no sería posible que la Presidencia del Gobierno (y las políticas que se lleven a cabo) dependiera de alguien que organizó un golpe contra la democracia que es, además, un prófugo de la Justicia. Insisto en que la responsabilidad de que eso ocurra es de «todo el PSOE», incluidos aquellos como Emiliano García-Page que quieren hacernos creer que existe otro PSOE, que queda algo de dignidad -y de valor democrático- dentro del rebaño. Yo, qué quieren que les diga, prefiero los vómitos de Bolaños y Alegría –esos probados incompetentes que insultan como nadie- a las lágrimas de cocodrilo de García-Page, que hace declaraciones lamentando pomposamente que la gobernación «dependa de un prófugo de la Justicia, de algo que realmente puede decidir en el Estado sin renunciar a acabar con el Estado, es triste en términos generales».

¿»Triste», García-Page? ¿Es «triste» que el Gobierno de España dependa de los votos de un prófugo de la Justicia y de un terrorista? ¿Es «triste» que tu partido (sí, el tuyo, García-Page) haya normalizado el golpismo y el terrorismo a la vez que manda a los infiernos a un partido democrático como Vox y tacha de «facha» a todo aquel que no vota «como debe», o sea a todo ciudadano que se atreve a ejercer su libre albedrío y no votar –o votar en contra, que es lo que hemos hecho muchos millones de españoles- al PSOE o a cualquier excrecencia de la izquierda, el comunismo, el golpismo, el terrorismo y/o el nacionalismo más xenófobo y rancio? ¿Te parece «triste» que el PSOE sea el instrumento imprescindible para que triunfen las ideas totalitarias que no lograron imponer los terroristas que regaron de sangre inocente nuestra tierra? ¿De veras que «triste» es el adjetivo que merece que un prófugo de la Justicia y un terrorista sean los elegidos por tu partido para hacer presidente a Sánchez?

No, García-Page, lo que estáis haciendo tú y tu partido no es «triste». La tristeza es una clase de dolor emocional, un estado afectivo; lo que estáis haciendo vosotros tiene categoría política, es un acto de indignidad, de infamia, de traición. Y tú lo sabes, por eso eliges la palabra «triste», para pervertir la realidad y rebajar la categoría de la traición.

Sí, García-Page, tú sabes lo que haces y por qué eliges esas palabras. Tú intentas lavar la traición de tu partido a la democracia para lavarte a ti mismo. O sea, tú haces lo mismo que lleva haciendo Sánchez desde que heredó la encomienda de Zapatero de lavar la historia de ETA y del golpismo catalán para lavar vuestra propia historia de indignidad y cobardía y colaboracionismo con los enemigos de la España constitucional.

Sí, García-Page, tú lo sabes, pero prefieres la protección de las siglas de la empresa PSOE que arriesgarte a defender –con actos y no sólo con palabras elegidas para esconderte tras ellas- los valores y principios de la España democrática, esos que en un tiempo fueron también defendidos por el PSOE.

Pero bueno, lo que venía a decir es que, aún hoy, los Puigdemont, los Otegi, los comunistas, los populistas de extrema izquierda… sin el PSOE no son nada. Y que estamos a las puertas de que se consume un nuevo acto de traición que comenzó cuando el PSOE eligió el poder frente a la decencia y permitió que Sánchez limpiara la historia de ETA y de los golpistas para blanquear su infamia y su indigno comportamiento.

«Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución, tendremos que conquistarlo de otra manera». Francisco Largo Caballero hizo esta afirmación en 1933; Pedro Sánchez Pérez-Castejón lo está aplicando en que conquistó el poder «de otra manera». Si al heredero de Largo Caballero le vuelve a salir bien la negociación para la investidura y culmina el reparto del botín en el que la manada de sedientos separatistas tratan de violar en grupo la solidaridad territorial, la caja única de la Seguridad Social, la separación de poderes… no gobernará la derecha democrática, sino la derecha xenófoba en alianza con la extrema izquierda populista y el degenerado PSOE. Y España proseguirá el proceso de demolición del sistema democrático… hasta que nuestra inestabilidad ponga en riesgo la Europa democrática… y alguien lo pare. No sé si llegaré a verlo, pero dicho queda.

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