Provocaciones para una escalada militar nuclear

Provocaciones para una escalada militar nuclear

Lo sucedido en el puente de Kerch, extraordinaria obra de ingeniería y de un indiscutible valor estratégico como única vía de comunicación terrestre y directa entre el territorio de Rusia y la península de Crimea, significa un enorme salto cualitativo en la situación que se vive en Ucrania desde el pasado 24 de febrero. No es un dato menor que un muy alto mando militar de Ucrania haya publicado un tuit en el que, junto a las imágenes del puente en llamas, aporta el conocido vídeo de Marilyn Monroe cantándole el «Cumpleaños feliz» al Presidente Kennedy, al coincidir el siniestro de Kerch con el 70 cumpleaños de Putin.

Pretender que ese acto no sea una total provocación para que Rusia responda incrementando cualitativamente su actividad militar, es no querer enterarse y cerrar los ojos a la realidad. Por si todo esto no fuera lamentable, se añade el misterioso mensaje que, coincidiendo con estos hechos, se ha hecho público por los servicios de inteligencia estadounidenses, según el cual los servicios ucranianos serían los responsables del atentado de hace unas semanas contra el ideólogo ruso Alexander Dugin, que acabó con la vida de su hija, muy conocida por sus posiciones públicas respecto a la «Gran Madre Rusia».

Ya el presidente Roosevelt señaló que «las casualidades no existen y en política, nunca»; para añadir: «Si algo sucede en política no duden de que ha sido preparado y previsto». Siguiendo al mismo Roosevelt, hay que interrogarse acerca del porqué de tan graves sucesos y comentarios al respecto por parte de Ucrania y EEUU, que alardean de haber cometido ellos, conscientes de que realizarlos y además reconocerlos, no ayuda precisamente a rebajar la tensión y posibilitar un escenario de suspensión de las hostilidades que den paso a unas negociaciones políticas para acabar con la guerra.

No hay otra interpretación posible, salvo que alguien la explique. Ante ello, sólo cabe la conocida pregunta: «¿Qui prodest?» (¿a quién beneficia?). Desde luego, a quienes quieren la paz no; por tanto, es obligado buscar la respuesta entre quienes sí sacan provecho de esta situación, que no lo son ni el pueblo ucraniano —la víctima principal indiscutible— ni los europeos.

Por si todo ello fuera poco, el homónimo de Zelensky en Washington, Biden, ha comentado que el riesgo de que Putin se decida a una respuesta militar de carácter nuclear está más próxima que nunca en los últimos sesenta años, desde la conocida «Crisis de los misiles en Cuba», de estas mismas fechas de octubre de 1962. A Biden sólo le ha faltado añadir que Putin debía llevarla a cabo para que estas coincidencias nos remitan a Roosevelt.

De momento, una consecuencia clara de esta situación, además de las miles de víctimas inocentes de la guerra, es que la OTAN se ha reforzado duplicando el gasto en Defensa de los estados miembros, reclamación que curiosamente Washington viene haciendo a sus aliados desde hace años. Desde luego, el complejo industrial militar norteamericano va a incrementar su actividad con una fuerte demanda de material, y va a resultar, por tanto, muy favorecido… También Suecia y Finlandia, de la UE, han aparcado su histórica neutralidad para pedir su incorporación a la Alianza Atlántica, y en general todos los países están haciendo lo mismo ante el creciente clima de tensión que se ha generado a nivel global.

¿Qui prodest? ¿Quiere todo este análisis dar la razón al autócrata ruso? Por supuesto que no, pero tampoco pensar que estamos ante unos malvados liderados por Putin contra los luchadores por la libertad y la democracia, representados por Biden y Zelensky. El final de la Guerra Fría, con el rotundo triunfo de Occidente liderado por Estados Unidos frente al bloque comunista capitaneado por la extinta Unión Soviética, fue una oportunidad histórica para conseguir un mundo no dividido en bloques militares y políticos hegemónicos, sino compartiendo espacios de libertad, paz y democracia, con respeto a las fronteras nacionales y a sus instituciones, culturas y creencias.

Pero «alguien» no lo acepta y quiere ejercer su poder como «Principe de este mundo».

Lo último en Opinión

Últimas noticias