Propaganda preventiva

La política es propaganda. Como la guerra, pero por otros medios, que decía Von Clausewitz. ¿Rearmar Europa? No, realmar Europa. Porque Europa no sólo no tiene una política de defensa propia, en la que un ejército continental sería impensable -¿alguien se imagina a un soldado francés obedeciendo a un general alemán o viceversa?-, sino que carece de valores y principios que permitan defender lo que significa vivir en ella bajo un patrón discursivo y de comportamiento. La Europa soberana que pensaron Adenauer y Monnet es hoy la Europa de intervención y privilegios de Ursula y Macron.
Cada vez hay menos europeístas convencidos, que no ven futuro en una unión de burócratas apalancados en la servidumbre voluntaria del presupuesto público, que organiza cacerías mediáticas contra quien se opone al discurso oficial y deslegitima resultados nacionales bajo la impronta de una falsa democracia que ni en la propia UE se practica. Su penúltima ocurrencia: la creación del euro digital, ideado con un propósito claro: robar los ahorros de los ciudadanos para gastarlos en lo que estos eurócratas deseen, siempre beneficiando a los mismos lobbies, empresas y colectivos ideológicos afines. Europa debe sobrevivir a la UE y cuanto antes lo declaremos e interioricemos, con más convicción y firmeza se llegará a una solución que devuelva a los ciudadanos el destino último de su dinero y, por tanto, de sus proyectos de vida.
En este escenario, Sánchez convoca a los partidos políticos con representación parlamentaria, excluyendo a Vox e incluyendo a la ultraderecha de Junts y PNV, para decirles que no tiene más remedio que pedir su apoyo para incrementar el gasto militar en defensa, una partida que no detraerá, empero, del infinito gasto estatal que le hace seguir en el poder, por lo que se deduce que el dinero lo sacará de la deuda pública, que continuará incrementando ad infinitum, o vía impuestos, por lo que ya puede irse preparando el sufrido contribuyente español para un nuevo saqueo fiscal a su ya de por sí depauperado bolsillo. No se apuren, todo sea para que el caudillo de Moncloa siga ahí.
Que Sánchez quiere gestionar una democracia con resortes propios de una dictadura es indudable, y en ese aprendizaje perpetuo a tirano con el que dirige el país, se encasilla en sus deseos y obsesiones permanentes, como insultar y menospreciar a la mitad del país, una de cuyas partes representa el PP, a quien tiene sometido estratégicamente y también en el manejo de los tiempos retóricos y políticos. Como sabía que sus socios le iban a decir que no a cumplir la orden de Von der Leyen, Sánchez empezó a concebir el siguiente relato: si el PP no lo apoyaba, estaría traicionando sus principios y sería poco patriota. Y le convoca a una reunión a la que Feijóo no tenía que haber ido. Pero Sánchez sabe que el PP tiene el mandato de su jefa en Bruselas de apoyar el aumento de la inversión en defensa, así que activa la propaganda preventiva y mientras ataca a Ayuso por la mañana y por la tarde afirma con desdén que el Parlamento no sirve si no vota lo que él quiere, somete al PP a un argumentario tramposo a sabiendas de que tiene el apoyo en Europa que a Feijóo le falta. Pero las políticas de inmigración, presupuestos y resto de condiciones que someten la vida del país, Sánchez las acuerda con quienes odian el sistema que permite su estatus y nuestra otrora convivencia, hoy desdicha.
Lo raro es que en Génova no vean la jugada de Moncloa -tan rodeados como están de asesores socialistas- ni sepan articular un discurso alternativo que les permita negarse a apoyar lo indecente y puedan explicarlo a los españoles sin tener que pedir permiso a la izquierda. Y lo peor es que acepte aislar al único partido que sus bases, militantes y votantes quieren como posible socio de un futuro gobierno, una realidad cada día más cerca de ser otra quimera popular. Y todo, por la propaganda preventiva que les sigue marcando el argumentario de ataque, aunque esta vez se hable de defensa.
Temas:
- Pedro Sánchez