La princesa aplaza el golpe de Estado de Sánchez

Princesa

El horizonte más próximo, el día 31, marca el próximo porvenir político de España. Según todas las impresiones el Gobierno está suplicando (este es el verbo con que se maneja Sánchez) a sus socios que se porten adecuadamente, que no monten un espectáculo de rebeldía contra la Corona ese día en que la princesa de Asturias va a jurar la Constitución.

Sánchez ha aceptado, sin protesta alguna, que sus conmilitones más abyectos, desde los separatistas rabiosos de Junts a los etarras de Bildu, le den plantón a la Monarquía Constitucional y no aparezcan por el Parlamento en la fecha trascendental en la que una princesa se convierte oficialmente en la próxima garante de un régimen parlamentario que consagra la Jefatura del Estado en la persona del Rey, en este caso de la Reina.

Por su lado Felipe VI, espléndido en su asentamiento institucional, no tendrá otro remedio que, en pocas semanas, firmar la investidura de un sujeto que se dispone a perpetrar el segundo golpe de Estado de nuestra democracia. Tendrá que suscribir con su rúbrica este atentado insólito para, encima, llegar el día 31 a las Cortes de la Nación y que los cómplices del golpista Sánchez le instalen un programa de festejos realmente insoportable.

Es más que seguro que, desde la Moncloa, uno de los miles de asesores del indigno preboste, le hayan transmitido a Zarzuela que no hay de qué preocuparse, que sus amigos se portarán ese día como buenos chicos. Forma parte este movimiento de las particularidades que encierra el oscurantista proceso de negociación que se está desarrollando. Nada le puede incomodar más al susodicho sujeto que los vecinos, con los que va a suscribir la amnistía a los forajidos y cuántas más cosas le pidan, aparezcan dando la lata, enfrentados además con las muchas personas que en el día señalado van a comparecer por los aledaños de las Cortes para mostrar su apoyo a los protagonistas de la Corona, al Rey padre, y a la princesa hija.

Por todo esto parece asegurada la templanza de los políticos sediciosos en el día de autos, en la certeza, también, de que ya lo tienen todo hecho. Porque lo tienen. En Cataluña no hay una sola persona medianamente informada que niegue la próxima investidura de Sánchez. Como afirma un miembro de la burguesía regional, que alguno existe y además con cargo, que no apueste ya por la consagración de Sánchez como reelegido presidente en la segunda, o a más tardar, tercera semana de noviembre.

La colaboradora necesaria en que se ha convertido la presidenta del Congreso está sometida, como un ejemplar lanar, a los dictados de su jefe. Tiene la desvergüenza de tener cerrado el hemiciclo, hasta tal punto que ni siquiera convoca la Mesa en la que los representantes del PP le preguntarían, sin duda alguna, cuándo se le va a salir del moño convocar la correspondiente sesión de investidura.

Pero, apenas terminada la jura de la princesa de Asturias -lo verán- esta separatista catalana Armengol llamará a rebato parlamentario para que su protegido y mecenas siga ocupando el sillón de La Moncloa. Será entonces cuando se produzca en la práctica lo que el cronista ha anunciado en este titular: «La princesa aplaza el golpe de Estado de Sánchez». Ahora sus fuentes mediáticas expanden, y sus voceros compran disciplinadamente, que el gran negociador Sánchez ya ha conseguido que sus homólogos golpistas del 17 se conformen con una especie de memorándum en el que aparezca como balón a seguir la consecución de la amnistía, más pronto que tarde, en la legislatura que va a comenzar.

Eso, no obstante, está por ver, entre otras cosas, porque no hay día que, en su labor de oscurantismo activo, los amanuenses no distribuyan especies distintas con la sola intención de hacer creíble (y soportable) para el público en general la inmensa dificultad de un acuerdo con los secesionistas. Es una lástima que todavía no cuente Bolaños, y su peón albañil Santos Cerdán, con el instrumento de agitprop con el que está amenazando para los próximos tiempos. Se trata nada menos que de promulgar una ley para obligar a todo el mundo, desde el recién nacido hasta el anciano de residencia, a la alfabetización mediática, o sea, como en su momento planificó el ministro franquista Gabriel Arias Salgado, a conseguir que el país entero piense y obre según las instrucciones del mando. ¡Habráse visto mayor consagración del fascismo!

Mientras logra este sometimiento general, Moncloa está oficializando un ejercicio de disimulo incompatible desde luego con esa falaz transparencia que Bolaños, ¡qué peligro tiene este soldado! pregona Obsérvese cómo en estos días la tragedia bélica provocada por Hamás está ayudando a los monaguillos de Sánchez a tapar pistas sobre las negociaciones, ya cerradas, de Sánchez con toda la escoria politica nacional. El diario de cabecera del sanchismo calla como un difunto informativo mientras, eso sí, disfraza la ruptura espectacular que existe en el Gobierno entre los/as leninistas de Hamás y los ex-socialistas que, a regañadientes, apoyan taimadamente a Israel porque todos son en el fondo fervientes antijudíos. En esta Europa silente de doña Ursula (si, esa que está buscando la reelección) aumenta el vocerío de mucha gente que se echa las manos a la cabeza ante esa dicotomía patológica que existe en el llamado Gobierno de España.

Un personaje que ha estado muy recientemente en Washington con comunicación directa con la Administración Biden, transmite al cronista la siguiente impresión. «El desprestigio de Sánchez es creciente; es más, si alguna vez ha tenido la mínima oportunidad de aspirar a la Secretaría General de la OTAN, Biden ya le ha cerrado el paso» Lo cual al interfecto le trae por una higa, él ya tiene asegurada, tras la jura de la princesa Leonor, unos cuantos años más en La Moncloa. Es la culminación de su golpe de Estado aplazado sólo por unos días. Hasta que doña Leonor jure la Constitución.

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