Las previsiones de crecimiento del PIB se recortan

Las previsiones de crecimiento del PIB se recortan

Donald Trump pide a la Reserva Federal que recorte los tipos de interés. La economía, según Trump, necesita dinero barato para proseguir con su andadura positiva. Y Estados Unidos es la primera potencia económica. De hecho, la FED mantiene los tipos estables y sus máximos representantes esgrimen que con una tasa del 2,5% el efecto para la marcha económica es neutral.

Si Trump exhorta, como siempre a su manera, rebajas en los tipos de interés, por acá, en esta Europa nuestra, el Banco Central Europeo decide no tocar los tipos de interés, como pronto, hasta entrado 2020. Mario Draghi y los gerifaltes del BCE son conscientes de que la baratura del dinero es determinante para que la economía de la zona euro tire. De lo contrario, sin ayudas de la política monetaria, esta Europa del euro se estanca de forma alarmante.

Esta semana conoceremos las previsiones económicas del Fondo Monetario Internacional pero ya sabemos que, en línea con los principales organismos y a la vista del actual marco económico y del panorama que se divisa, las previsiones de crecimiento del PIB mundial y de las economías avanzadas, con especial acento en esta Europa nuestra, se recortan.

Deuda elevada, pulso comercial entre Estados Unidos y China aunque menguando según parece y si la distensión llega el empuje podría volver, rosario dubitativo a propósito del bizantino Brexit donde los británicos parecen estar dando más vueltas que un tiovivo sin que sepan ver una pizca de luz, fragilidad de las economías emergentes incluyendo a la misma China, freno de las políticas monetarias ultraexpansivas, populismos europeos en pujanza, Italia, Francia y sus chalecos amarillos, España y las urnas, concentración del poder económico, aceleración de cambios tecnológicos…

Realmente, si nos atenemos a todo ese abanico de focos conflictivos que están encendidos a lo largo y ancho del mapamundi, lo más lógico es que la marcha económica se vaya frenando. No se atisba ni un solo resquicio de esperanza en este mes de abril. Claro que las cosas de golpe y porrazo pueden sufrir un cambio radical. Basta que Trump y Xi Jinping se pongan de acuerdo para que la templanza dulcifique las brusquedades económicas. O que los británicos reconsideren en serio su salida de Europa para devolver la calma a las procelosas aguas del Canal. O que las elecciones españolas se resuelvan con concordia para que nuestra economía deje de titubear. O que en Italia se entre en una fase más reposada y consecuente. O que la misma Alemania resurja en un momento en el que da la impresión de que está perdiendo en demasía el liderazgo europeo.

Sin embargo, en el trasfondo de los pronósticos que se formulan con clara tendencia a la baja, flota un interesante interrogante. Porque unos opinan que la actual desaceleración económica se limita sólo al corto plazo y, por tanto, que será transitoria; es decir, que las vicisitudes actuales serían pasajeras y que esas pérdidas de confianza que hoy contagian la percepción económica en breve desaparecerán. Otros, en cambio, las ven como más persistentes: los problemas que hoy distorsionan la marcha económica previsiblemente se mantengan, dibujándose un horizonte económico brumoso con los cielos oscurecidos.

Si estamos de acuerdo con los primeros, simplemente estamos pasando un leve constipado que, en cuestión de semanas, a lo sumo, pocos meses, desaparecerá. Más preocupante es la otra opción, la de los pesimistas que ven como la espesa niebla va avanzando por el paisaje económico y, de seguir así las cosas, el problema ya no es cuánto tiempo durará la oscura postal sino si la misma es presagio de tiempos tormentosos. Veremos qué nos dice el Fondo Monetario Internacional y qué nos avizoran otros organismos…

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