Pero, ¿no conocen a Albert Rivera?

Pero, ¿no conocen a Albert Rivera?

“Pero, ¿no conocen a Albert Rivera?”. Esta es una de las frases que más he escuchado al preguntar a algunos históricos de su partido en Cataluña sobre los movimientos que ha vivido Ciudadanos en las últimas semanas. Unos movimientos que, por otra parte, han acabado con un cierre de filas total alrededor de su líder, tal y como ha quedado plasmado en la ampliación del máximo órgano de la formación, así como en el cese de algunos de sus miembros.

Otro de los comentarios más extendidos fueron “Albert no se deja dirigir” o “estas teóricas presiones no son nada con lo que ha vivido en Cataluña”. La percepción de que es Rivera el único que decide su camino y de que no deja que nada ni nadie le aparte de la senda escogida es bastante unánime. El gran objetivo del líder naranja es dirigir los destinos de España desde el Palacio de la Moncloa. A eso ha dedicado su vida y, mientras pueda, no retrocederá ni un centímetro para llevar a cabo su proyecto de modernizar el país.

De ahí que haya resistido con bastante tranquilidad las presiones mediáticas, empresariales y políticas para que ejerciera de sostén de Pedro Sánchez. Rivera sólo apoyará a otro partido cuando considere que suma en su objetivo final y nunca cuando piense que le puede alejar de su meta. Por eso en Ciudadanos no ha habido ninguna crisis real. Toni Roldán, Francesc de Carreras y el resto de críticos apenas tienen peso específico en una formación construida a imagen y semejanza de su líder. Mucho ruido en la prensa y poco resultado real.

Por eso, Rivera ha ampliado la Ejecutiva a su gusto, porque puede y porque, además, la oposición interna es anecdótica. En Ciudadanos todos están con Rivera y, por lo tanto, aceptan que el ‘jefe’ es la persona que marca el camino. Y quién no piense así, ya sabe lo que le espera: la irrelevancia. Porque en Ciudadanos es una formación que ha seguido todas las apuestas de su líder. Al abandonar la socialdemocracia, apenas hubo oposición, y cuando decidió competir a muerte con el PP por la hegemonía en el centro derecha, tampoco.

Con Lorena Roldán, además, ha mandado un mensaje muy claro. Rivera ha escogido como sucesora de Inés Arrimadas en la tierra fundacional de esta formación a una persona que participó en una manifestación secesionista el 11 de septiembre de 2013, con barretina incluida. Ante las críticas por haber elegido a alguien con estos antecedentes, el líder naranja ha aplicado el “si no quieres caldo, dos tazas”. No ólo es la líder de Ciudadanos en Cataluña, también la han nombrado portavoz nacional de la formación. Albert ha dejado claro quién manda.

Porque el que plantea un pulso a Albert Rivera, lo acaba perdiendo. En el último congreso de Ciudadanos, celebrado en febrero de 2017, las listas de Rivera para elegir compromisarios ganaron en todas las comunidades autónomas, excepto en Cataluña. A los críticos no les valió de nada y actualmente el aparato controla en Cataluña toda la organización con mano de hierro y, a pesar de algunos conatos de rebelión, controló la elaboración de las listas municipales.

Bien haría Francisco Igea en tomar nota. Si piensa que por haber ganado una batalla a Rivera, al vencer en unas primarias, ya lo tiene todo hecho, es que no conoce a la formación naranja. Por muy vicepresidente que sea del gobierno autonómico de Castilla y León, o se pliega a la línea oficial de la formación, o cuando Albert considere que ha llegado el momento descubrirá la razón por la que un grupo de catalanes consiguió, con una voluntad de acero, convertir un pequeño partido autonómico en una alternativa a nivel nacional. 

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