La permanencia, una obligación

La permanencia, una obligación

La derrota ante el Real Madrid no ha repercutido negativamente en la clasificación debido a las derrotas del Celta y el Cádiz, además del empate del Rayo que no invierte posiciones. La victoria del Sevilla en el Gran Canaria indica la recuperación del equipo ahora entrenado por Quique Sánchez Flores, que se distancia del Mallorca antes de su encuentro en el Ramón Sánchez Pizjuàn el lunes 22 a las nueve de la noche. Cita muy importante ya que, a renglón seguido, el averno de Son Moix se trasladará al verdadero infierno del Nuevo Mirandilla donde se decide susto o muerte, la oportunidad amarilla para quedarse a solo tres puntos y con el golaverage a favor. De ahí que puntuar en Nervión adquiera singular trascendencia.

Al menos de puertas para fuera, el nivel que se exige a la plantilla y cuerpo técnico del Mallorca es mínimo en proporción invertida respecto a la máxima satisfacción que producen derrotas asumidas en función de la superioridad hipotética del contrincante de turno y la dosis de esfuerzo realizado más allá del resultado. A partir de tal planteamiento aceptamos buenas sensaciones, para algunos, como animal de compañía.

Hemos interiorizado la teoría de que Javier Aguirre merece un asiento en el olimpo de los preparadores por llevar un plantel de dudosa categoría a una final de Copa y la permanencia en Primera como hito. Así, terminado el partido del sábado, no dudó en atribuir el 0-1 a la falta de calidad de sus jugadores. No andan sobrados de ella, claro, pero la poca que hay se ha sentado en el banquillo la mayor parte del campeonato sin extraer sus mayores virtudes para adaptarlas a un sistema que premia la labor del peón por encima de la del arquitecto. Yo no lo compro.

Dando por sentado que los vestuarios del Almería, Granada, Cádiz, Celta y Rayo son peores que el de Son Bibiloni, cual pregona la clasificación después de treinta y una jornadas disputadas, no afirmaría que las tripulaciones del Alavés, Las Palmas y Osasuna, por no mirar muy arriba, son mejores que la del Mallorca y por eso concluyo que continuar en la llamada División del Honor perdido, en adelante EA Sports o como la quieran rebautizar cada año, no es un gran éxito, sino una obligación. No se trata de encontrar siempre a tres peores, sino de ser mejor que ocho. Al menos, digo yo, aunque solo sea para presumir de algo más que de estadio, «fowollers», reciclaje y ciberseguridad.

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