Pedro Sánchez, sin dignidad y carbonizado

El jueves 12 junio se presenta lloroso, decaído, oficiando un drama impostado de funeral. Es la misma persona que cien horas más intenta convencer a los contribuyentes de que están en presencia de un valeroso capitán, repleto de valentía, dispuesto a impedir que haya una alternativa democrática sobre supuestos que ni siquiera él se cree.
¡Tintes patológicos!, señalan no sólo desde profesionales de la sanidad mental, sino, incluso, desde las propias filas del Partido Socialista, donde algunos de sus principales palmeros históricos se transmutan en ratas que ven que el barco entra en picado.
Unas horas después de anunciar que no había comido, comparecencia en la que invoca a su «yo» en 19 ocasiones, se presenta en el Congreso de los Diputados para leer todos los casos de corrupción que han afectado al Partido Popular y, de paso, arremeter contra Santiago Abascal. Tembloroso, trastabillando las palabras, confundiendo los conceptos («los socialistas somos totalmente compatibles con la corrupción») y, en fin, transmitiendo una imagen patética de un capitán que no está al mando, ni puedo estarlo porque, por fin, ha sido pillado con los carritos de los helados.
Conocía mucho a Pedro Sánchez cuando era un simple concejal del Ayuntamiento de Madrid que pelotilleaba a Pérez Rubalcaba. Ya entonces ofrecía guiños que hacían pensar que estábamos ante un loco de la política que perseguía el poder a toda costa. Entonces, justo es sustanciarlo, presumía de ser un «liberal» con alguna tendencia socialdemócrata, que decía defender al Estado cuando después vendió el Estado a los secesionistas y bilduetarras.
Una década después nos encontramos en presencia de un tipo que ha mentido a todos y todo el tiempo; que ha jugado (con el dinero de los contribuyentes) a ser lo que no es, un dirigente en suma que ha comprado con el dinero que no era ni es suyo todo tipo de voluntades y lealtades que ahora puede verse que son falsas. Un hombre enfermo donde lo peor es que no se da cuenta. Carbonizado en el prestigio y la auctoritas que debe acompañar a cualquier dirigente político que se precie, Pedro Sánchez vive sus últimas horas. El final de Zapatero, que también fue cruel, fue un juego de niños ante lo que le espera en todos los ámbitos. Pero todavía detenta el poder…¡Qué peligro!
Un médico, por caridad.
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