El pavo empieza a quedarse sin plumas

Pedro Sánchez

El pavo siente que las plumas van cayendo, una tras otras, intermitentemente, sin pausa. El horno, a fuego lento, calienta más cada día que pasa. El pavo, siempre presuntuoso y estirado, comprueba como a final del pasado mes de enero, 215.000 afiliados a la Seguridad Social dejaron hueco, así como las amañadas listas del paro de su ministra preferida crecen en más de 70.000 nuevos parias sin empleo. Aún con estos dígitos, el pavo saca pecho y exige medallas.

Al pavo, en Marruecos, el rey, le ha hecho un corte de mangas de los que hacen historia y todo ello después de haberse rendido a su pies, entregado el Sáhara y haber hecho el ridículo ante la comunidad internacional votando en contra de una resolución en el Parlamento Europeo denunciando sus satrapías. Aún con ese escenario, el pavo habla de «cumbre histórica» y de normalización de relaciones con el régimen inexportable de Rabat.  Al pavo, sus socias amantísimas de color morado, dirigidos por una mente retorcida y peligrosa, le hacen cuchufletas por un quítame esas pajas; ridiculizan al pavo (siempre en plan primer ministro) con ocasión y sin ella y éste, orondón y suficiente, dice que llueve mientras los orines resultan perfectamente descriptibles.

Al pavo, los otrora temerosos empresarios y gentes del dinero, le han tomado el teléfono adecuado –como Mohamed VI- y han dicho basta.
Al pavo, se le revuelven sus conmilitones –tímidamente- y ya le han dicho al pavito que puede que un millón de votantes se refugien en otras latitudes y en el mejor de los casos en la abstención.

Al pavo le llevan a rastras en la guerra de Ucrania; un día el pavito se enfunda la guerra verde oliva de comandante en jefe y al siguiente se arrodilla pidiendo perdón a los que le mantienen en el poder por representar en la OTAN a un país del mundo occidental. Al pavo, en fin, le suena al acostarse el tic-tac- inmisericorde y en sus momentos de cordura recuerda que el colchón en el que duerme lo han pagado los contribuyentes que están más que hartos de su ‘sanchidad’ pavonística. El horno se va calentando. El pavo se resiste. El camino andado es irreversible.

Lo último en Opinión

Últimas noticias