Pacto o humo

Pacto o humo
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Propone nuestro presidente alcanzar un gran pacto para la reconstrucción nacional, evocando aquellos Pactos de la Moncloa de 1977, claves en el proceso de transición. ¿Como oponerse a tan bella propuesta? ¿Cómo no estar de acuerdo? ¿Qué político podrá negarse a ello? ¿Qué ciudadano le dirá a Tezanos que le parece mal?

Yo no. Porque es cierto que sería bueno para España alcanzar un pacto de Estado. La situación actual y la que se avecina lo demandan, pero un gran acuerdo requiere dos condiciones que sí se dieron en 1977 y que me temo que Sánchez no puede ofrecer.

La primera es que no solo es el fin (la reconstrucción nacional) lo que hay que pactar, sino los medios. Para mostrarse conforme con el fin no hace falta llegar a ningún pacto. Desde Abascal hasta Monedero, todos estarán de acuerdo. Es como pedir por la paz en el mundo, ¿cómo no decir Amén? Pero lo que hay que pactar es la estrategia básica para alcanzar esa reconstrucción.

En 1977 todos compartían el fin o el qué (superar la crisis económica y avanzar en el proceso de reforma política) pero también se aproximaban en el cómo. Y así alcanzaron importantes objetivos concretos que conducían a aquel fin (despido libre, libertad sindical, reformas tributarias, derecho de reunión, de asociación política, etc.). Incluso fue precisamente entonces cuando acordaron la libertad de prensa y suprimieron la censura gubernativa; ¡qué curioso! ¿Estaremos involucionando?

Hoy, en cambio, sabemos el fin, pero no parece que Sánchez quiera pactar una estrategia que se aleje de su política socialcomunista. Parece difícil que un gobierno que controla precios, prohíbe despidos, limita actividades, racanea el apoyo a los autónomos y que espera pagar todas sus promesas a costa del contribuyente presente o de sus descendientes (vía deuda), quiera oír hablar de austeridad, eliminación del gasto público superfluo o externalización de servicios, medidas que, gusten o no, habrá que adoptar.

La segunda razón que frustraría el pacto es que, para pactar con la oposición, hay que venir antes “pactado de casa”.

En 1977 Adolfo Suárez encargó a sus vicepresidentes económico (Fuentes Quintana) y político (Abril Martorell) que venciesen los obstáculos que lastraban la economía e impedían avanzar en lo político. Entre los tres consiguieron que todos a una, Congreso, Gobierno y la mayoría de los partidos políticos, organizaciones empresariales y sindicatos, llegasen a apoyar aquellos pactos.

En cambio, hoy vemos que en los días pares Calviño dice una cosa, y en los impares Iglesias dice otra. Que mientras una defiende en Bruselas que somos muy europeos y disciplinados, el otro se viene arriba y airea el fantasma de las nacionalizaciones y de las expropiaciones o demoniza a sectores estratégicos para salir de la crisis. A quién hacemos caso, de qué ala vendrá la propuesta.

¿Alguien cree que es posible alcanzar un pacto con un Gobierno que aboga por medidas tan alejadas de la moderación y que no parece tener una única voz? Entonces, ¿qué es lo que se pretende?

Me temo estamos ante una nueva estrategia de humo, una maniobra de distracción con la que se pretende desviar la atención y la culpa del fracaso de las políticas que se adopten. El que ofrece el pacto cuenta con ventaja, queda ante la opinión pública como que es quien lo ha intentado y son los otros los culpables del fracaso por no querer pactar o romper la negociación.

No sé de quién habrá sido la idea. Quizá de Ivan Redondo o, a lo mejor, del propio Sánchez (aunque este, ya lo sabemos, es más de copiar las de los demás). Sea de quien sea hay que reconocer que ha sido buena, al menos para ellos, no tanto para España.

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