El pacto Cs-Podemos: el final del partido naranja

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De un tiempo a esta parte, Ciudadanos ha decidido caminar decidido hacia la izquierda, recuperando sus orígenes. A ello se deben los acuerdos con el PSOE o la alineación de Cs con la izquierda en la ley de eutanasia. Pero el pasado jueves en el Ayuntamiento de Murcia se dio el paso decisivo: Ciudadanos pactó por primera vez en su vida con Podemos, apoyando junto a los morados la moción de censura socialista. Hasta ahora el pacto con Podemos había sido una línea roja que Cs no cruzaba. El elector de centro derecha al que se han dirigido estos años (sobre todo fuera de Cataluña) podía perdonar un acuerdo con el PSOE. Incluso la mayoría habría deseado el gobierno de Sánchez y Rivera. Pero el fundamento de dicho deseo era precisamente evitar la entrada de Podemos en el Gobierno. Lo ocurrido tiene un valor importante para la reconfiguración del sistema de partidos que vivimos:

Tras la erosión del bipartidismo en 2014, Podemos y Cs han sido las dos grandes fuerzas del nuevo sistema de partidos. Ambas han tocado poder en muchos sitios. Incluso tenían un fondo común de regeneración democrática. Pero, al competir respectivamente con PSOE y PP, tenían claro que, si querían ser fieles al sus votantes, no podían pactar entre sí. Dicha falta de entendimiento fue justamente criticada por muchos comentaristas. Si AP y el PCE fueron capaces del acuerdo en la transición, ¿Por qué no Podemos y Cs? El argumento era adecuado. Y dicha falta de entendimiento nos ha dejado sin algunas reformas regeneradoras que ya no llegarán a corto plazo, pues el bipartidismo corrupto ha resistido. Pero una cosa es un acuerdo puntual para asuntos de Estado, y otra bien distinta pactar gobiernos como si fuera lo normal. Con la maniobra de la semana pasada, seguramente ambos partidos han cavado su propia tumba. No es casualidad que ninguno de los dos haya logrado consolidarse como la tercera fuerza al nivel nacional, posición que ambos alcanzaron momentáneamente (Podemos en 2015-16, y Cs en la primavera del 19).

Si bien se mira, el entendimiento de Cs y Podemos no es tan extraño. Ambos comparten fundamentos ideológicos en el relativismo moral y el marxismo cultural: basta ver su total coincidencia en temas como las políticas de género o la eutanasia. En realidad, el muro entre ambos nunca fue tan grave. El problema es que ambos engañaron al sus electores: Podemos haciéndoles creer que era una fuerza anticapitalista; y Cs queriendo pasar por centro derecha.

Un partido de derechas capaz de pactar hasta con la extrema izquierda no me parece malo. El PNV ha sido así, y resulta un partido muy resolutivo. Y además lo hace sin engañar a nadie. Pero Cs quiso aparentar otra cosa. Abrir ese nuevo camino le supondrá cambiar de votantes. Y con la fuerza que tiene el bipartidismo superviviente como agente patrio del nuevo orden mundial, y con Vox ofreciendo una alternativa atractiva, es dudoso que la generación de un nuevo nicho naranja sea ya posible. Lo normal es que Cs desaparezca en dos o tres años (lo que tarde en perder la representación que le queda). La idea de ser un partido de centro polivalente no era mala, y seguramente España la necesita. Pero sucumbieron al postureo fácil para captar un electorado que no era el suyo, y ahora lo normal será que no tengan ni el propio ni el extraño.

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