La oposición criminal

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Seguramente una de las frases más reveladoras del proceder de los totalitarismos fue la pronunciada por Lenin en junio de 1919: “Sería una gran vergüenza mostrarnos dubitativos y no fusilar por falta de acusados”. No era en absoluto un pensamiento retórico, el poder soviético llegó a prefijar cupos de individuos que debían ser señalados como enemigos del pueblo y deportados. Como explica Alain de Benoist en su libro Comunismo y Nazismo, “la falta de enemigos hace peligrar el sistema mucho más que su existencia, siendo necesario producirlos sin cesar para que el sistema se legitime a sí mismo mediante esta constante amenaza”. Mencionar al padre de la dictadura soviética no es, por desgraciada, un anacronismo histórico en la España actual, miembros y ‘miembras’ destacadas de nuestro Gobierno reivindican sin esconderse sus postulados ideológicos, su legado y aquel proceso histórico.

El discurso del Rey Felipe VI en el acto solemne de apertura de la XIV legislatura contó con el reconocimiento de la inmensa mayoría de fuerzas parlamentarias, incluso fue muy aplaudido por algunos miembros y ‘miembras’ del Gobierno que, sin disimulo, apuestan abiertamente por abolir nuestra monarquía parlamentaria. “Llega la hora de la palabra, del argumento y de la razón”, dijo el Rey, “la esencia del parlamentarismo es el acuerdo”. Muchos han querido ver en estas palabras un respaldo al diálogo con el  independentismo. No obstante, en ese mismo discurso y como no podía ser de otra forma, el Rey se refirió expresamente al papel de la oposición. “La esencia del parlamentarismo es el acuerdo, como también lo es el ejercicio del control político por la oposición”, dijo el Rey.

Hoy Pedro Sánchez se ha reunido con Quim Torra. Un presidente extraparlamentario en una democracia parlamentaria, un presidente condenado por desobediencia. El encuentro supone la legitimación institucional de un sujeto que no solo ha pisoteado la ley sino que además se ha jactado de ello. Un encuentro que se produce además por imposición de otro delincuente, Oriol Junqueras, que está en la cárcel condenado en firme por sedición. Poco más se puede añadir. En cualquier democracia avanzada sería un escándalo mayúsculo lo que hemos visto esta mañana en el Palau de la Generalitat e inviable desde el punto de vista legal, pero en España se ve con normalidad. Y una de las claves de lo que ocurre está en la criminalización de la oposición.

El primer paso de este cambio de régimen se ha sustentado en la deslegitimación de la labor de oposición. Las críticas al gobierno no se basan en hechos objetivos, sino en la existencia de “fascistas”, “fachas” o “ultras” ávidos de poder y ganas de bronca. Cualquiera que ose discrepar podrá ser estigmatizado y etiquetado de radical según convenga. Llegados a este punto, no muchos pueden o quieren asumir ese riesgo y optan por desdibujarse en lo políticamente correcto, de esa forma el rodillo gubernamental avance como palanca de transformación sin resorte alguno de control. Lo que algunos ignoran es que estas técnicas de ingeniería social nunca cambian la naturaleza de las cosas, en los regímenes comunistas acabaron siendo los propios obreros y campesinos los que derribaron el “alegre amanecer” del socialismo real.

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