La obsesión de los perdedores
Pedro Sánchez ya lo avanzó vía WhatsApp: «¿Y por qué no?». Una pregunta retórica con la que se autoconvencía de su legitimidad para presidir España. Por increíble que parezca, el secretario general del PSOE, tras concatenar de manera consecutiva los dos peores resultados en la historia de su partido, aún piensa en ser el jefe del Ejecutivo. Esta vana pretensión, un delirio convertido en anhelo, se desmonta de una manera sencilla: la fuerza más votada, la única entre los grandes partidos que mejoró sus resultados el pasado 26 de junio, le saca 52 escaños y más de 2.500.000 votos. Hechos objetivos insuficientes para que el líder socialista desista de su obsesión. Lejos de respetar la voluntad mayoritaria de los españoles y acatar su papel como principal partido de la oposición, aún busca el acercamiento con Pablo Iglesias para pergeñar un posible pacto de Gobierno, el mismo que manchó de «cal viva» la historia de su partido.
La reunión secreta con Podemos en un restaurante de Atocha deja bien a las claras la intención de concretar un pacto de perdedores si Mariano Rajoy no es capaz de concretar su investidura. Sánchez ignora así la voluntad de la mayoría de los votantes y también a las voces más experimentadas de su propio partido. Barones socialistas, antiguos dirigentes e, incluso, intelectuales de todo signo han reclamado responsabilidad, mesura y entendimiento para acabar con el desgobierno en España. Un acuerdo que acabaría con casi ocho meses de parálisis institucional; situación devastadora para nuestra economía de prolongarse hasta unas terceras elecciones.
El encuentro de altos cargos del PSOE con los representantes populistas —que se han dejado un millón de votos en sólo seis meses— no puede ser más desolador a la hora de atisbar una pronta solución. Desgraciadamente para el país, Pedro Sánchez vuelve a demostrar un nulo sentido de Estado y que su responsabilidad acaba y empieza en él mismo. Tanto Joaquín Almunia con 125 escaños en el año 2000 como Alfredo Pérez Rubalcaba con 110 en 2011 dimitieron de sus cargos tras fracasar en sendas elecciones generales. Pedro Sánchez no sólo descarta esa posibilidad a pesar de contar con la pírrica cantidad de 82 diputados sino que, además, está empeñado en hipotecar el futuro de España pactando con una izquierda radical que se desinfla día a día como la realidad que nunca fue.