Nuestra condena será de 10 años y un día, ¡como poco!

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Ya se han cumplido seis años desde que Pedro Sánchez llegó al poder a caballo de una moción de censura que conformó el primer sanchismo. La tristísima hoja de servicios del régimen es una enciclopedia del engaño, la manipulación, el chantajismo y la traición, pero, aun siguiendo en el mismo ciclo político, todo ese currículo parece ser cosa del pasado y sus desmanes son titulares de los periódicos de ayer que hoy ya están en la papelera.

Con la posible compra, con nuestro dinero y nuestra dignidad, de la investidura de Salvador Illa el periodo electoral habría finalizado tan bien como los augures de Moncloa podían anhelar y, aunque sea perdiendo elecciones y en contra de lo que desearía más de la mitad de los españoles, el sexenio sanchista tiene prácticamente asegurado ser al menos una década en los libros de historia.

Ante esta nueva situación, no puede continuar el lamento melancólico y, sin olvidar la gravedad de lo que han hecho, hay que prepararse para lo que van a hacer; armarse para nuevas batallas y no empeñarse en pelear las que lamentablemente ya se perdieron.

Porque para algo sí sirve tener presente lo que ha hecho Sánchez en estos años, y es para intuir lo que puede llegar a hacer para perpetuarse en el poder. El pasado condiciona el futuro, no porque las decisiones anteriores sean necesariamente irreversibles, sino porque delatan la creciente perversión moral del régimen y la deriva autocrática que provoca la inexistencia de límites legales, institucionales e incluso éticos, en la consecución de sus fines.

Imaginemos la representación gráfica del sanchismo en un sistema de coordenadas cartesianas en el que el eje de abscisas (horizontal) representa el tiempo que se mantiene en el poder y el de las ordenadas (vertical) el deterioro institucional y democrático. Esa representación no sería la de una función lineal en la que una unidad de tiempo equivale a una o varias unidades de deterioro; porque en ese caso bastaría con prolongar la línea recta con que se representa esa función para reproducir lo que nos espera en el futuro.

Pero lamentablemente no es así. La adecuada representación del sanchismo sería con una función exponencial en la que la vocación de perpetuación exige que para cortos periodos de permanencia la degeneración sea exponencialmente creciente. Y, además, como en la aporía de Zenón en que el veloz Aquiles nunca alcanza a la tortuga, la degradación puede continuar hasta el infinito ya que los periodos de supervivencia del sanchismo son cada vez más cortos y cada vez se encuentra más exigido por sus chantajistas, perdón, por sus socios.

Y no estamos hablando a humo de pajas. Después de arreglar su investidura tras la derrota electoral del PSOE en las elecciones del 23-J, Sánchez ya manifestó que en el año 2027 no le iba a volver a pasar. Que los desahogos sufridos entre Madrid, Barcelona, Zúrich y Waterloo no se los deseaba ni a su peor enemigo y que para la próxima vez prepararía todo para no llegar a pasar esos sofocos.

Ahora parece estar concentrado en pagar otras deudas, pero ya ha avisado que pronto se pondrá al tema y que empezará por poner la proa a las instituciones que todavía escapan a su poder; para estas prepara una nueva y gran carga de déficit democrático. No habrá escrúpulos en hacer lo que haga falta, y es posible y temible que, como decía Draghi cuando en la crisis financiera defendía la solvencia del euro, lo que haga sea suficiente. Porque si su capacidad y voluntad para degenerar es infinita, siempre conseguirá procurarse los escenarios que le permitan mantenerse en el poder, aunque a los demás siempre nos parezca que su estadía ya será por breves momentos.

Se equivocan los que creen que el sanchismo no puede caer más bajo y que es una mafia que se va a autoaniquilar. Bien saben sus miembros que la supervivencia de la banda es a la vez la de todos ellos; ERC, Junts, PNV, Bildu, Podemos o hasta Sumar, ninguno sobra porque todos, es decir, todos sus votos, hacen falta.

Y nada consigue la oposición con limitarse a lamentar los latrocinios que ya han cometido. Contra una banda mafiosa como esta hay que tener la paciencia y la constancia de Eliot Ness. Ahora toca pelear lo de la financiación singular o los ataques a la judicatura y a la prensa libre. Y tener presente que lo que venga será más grave que lo que hasta ahora han hecho y que solamente estando preparados para lo peor estaremos en condiciones de combatirlo.

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