¡Niños, a pelearse!

Ignacio Centenera
¡Niños, a pelearse!

Aunque de acuerdo con la LOREG (Ley Orgánica del Régimen Electoral General) la legislatura efectiva todavía puede mantenerse casi dos años, y siendo lo más probable que Pedro Sánchez no quiera limitar ni un día su estadía en Moncloa, la coalición de Gobierno tiene que empezar a romperse bastante antes de que se convoquen las elecciones generales. Tanto a los electores del PSOE como a los de Unidas Podemos, hay que presentarles los respectivos programas anticipadamente diferenciados, resultando muy arriesgado, hasta para estos partidos que son muy hábiles en manejar comunicativamente la incoherencia, el presentarse a las elecciones con mensajes y aspiraciones a los que han estado renunciando hasta el día de antes.

Y la teatralización de ese proceso de ruptura, que también afecta a los apoyos secesionistas, ya ha empezado. Seguramente que al presidente le hubiera gustado estirar un poco más la entente cordiale con sus socios, pero, como ha podido comprobar hasta ahora, el mantenimiento de la misma por medio de sus frecuentes y deshonrosas concesiones no deja de sangrarle posible apoyo electoral. Además, sabe que en los próximos meses las cartas le van a venir mal dadas con las elecciones en Castilla y León y en Andalucía, y se ve obligado a contraprogramar para robar un poco de share mostrando su inédito perfil de estadista, es decir, más moderado, más liberal y más españolista. Lo de Madrid y Díaz Ayuso ya le costó que se dieran la vuelta las encuestas (las de verdad, claro), y, aunque después Casado y Teodoro lo desperdiciaron, Sánchez no puede permitirse otro bajón igual; porque quizás el PP no vuelva a pegarse un tiro en el pie viendo la cojera demoscópica que le ha dejado el que se pegó el año pasado.

Es evidente que la escenificación de muchas de las peleas serán una burda impostura. Los socialistas alegarán que sus socios (especialmente las sanguijuelas periféricas) quieren un mercado de trabajo maximalistamente intervenido que capa el crecimiento económico, pero fue el PSOE quien firmó con Bildu un pacto para derogar íntegramente la reforma laboral de Rajoy; dirán que no acompañan su política atlantista con USA y Marruecos como socios preferentes, pero fue Ábalos el que pasó la noche con Delcy en Barajas y González Laya, quien trajo a escondidas a Brahim Ghali; se escandalizarán porque exigen la amnistía para Puigdemont y una hoja de ruta con referéndum al final, cuando fue el propio Sánchez, que aprovecha como nadie el privilegio de mentir que Platón reconoció a los rectores del Estado, quien obligó a Felipe VI a penar por su discurso del 3 de octubre sancionando los indultos de los golpistas.

Porque a pesar de todas esas evidencias aún nos quedan por ver grandes aspavientos y exagerados ataques de indignada virtud. Y lo peor es que, machaqueo mediático mediante, compraremos su virginal castidad y nos olvidaremos que fue Sánchez quien, con las urnas todavía calientes, abandonó a la Constitución y a la socialdemocracia en el lecho conyugal y fue a abrazarse, sin el recato que ahora fingirá, con unas lumis populistas y secesionistas a las que puso no un piso, sino cinco y con ministerios debajo. ¡Pues claro que fuman con boquilla y beben pipermint, y te piden que dejes el parné en la mesilla! ¿O es que creías que te lo iban a hacer por amor?

Así que la brecha que se ha abierto entre los dos gobiernos va a continuar ensanchándose. Sin prisa, porque a ninguno de ellos les interesa acortar mucho los tiempos. En la Moncloa, con presupuestos-chicle ya aprobados, tienen que continuar vendiendo como un logro propio la exigua recuperación económica y la llegada de los fondos europeos, y recompondrán palmito con cualquier asunto de actualidad llegando, si es necesario, a presentarse en Ucrania para vacunar a Putin con magma del volcán Cumbre Vieja. Y también Yolanda Díaz necesita más tiempo de foco de vicepresidenta; sabe que sin la escalera gubernamental se va a quedar colgada de la brocha, y que desde ahí no se aterriza en el avispero de Podemos tan bien como con el Falcon.

Lo último en Opinión

Últimas noticias