Montoya y la lírica involuntaria
Es el viral de la temporada. Por encima de los familiares de Sánchez, de la inflación y de las ocurrencias de Mr. Trump. Este febrero los españoles tienen los ojos en el caso Montoya, la fidelidad y sus opuestos, que, estarán conmigo, no son asuntos triviales en absoluto; y afectan, con idéntica fiereza, tanto a reyes como a narcotraficantes, a encofradoras, amos de casa, médicos, camioneras y jugadores de bridge.
Lo cierto es que en el siglo XXI la infidelidad es un fenómeno fluido, donde lo único objetivable es el acuerdo entre las partes. Para muchos, la simple fantasía ya es infidelidad, pero ¿qué culpa tiene uno si un tercero le hace estremecer?
Analicemos todo lo relativo al poner o recibir los cuernos con más o menos deportividad y estilo. Para ello les propongo echar mano de este Case Study maravillosamente gráfico que nos ha regalado Mediaset, esa fuente inagotable de diversión y aprendizaje, La Isla de las Tentaciones.
¡Fuera complejos! Hay que ver los realities para tomar conciencia y comprender ampliamente en qué consiste el tejido social y la democracia. ¿Han visto el video? Si no lo han visto recupérenlo que es oro, qué digo, es ARTE contemporáneo.
Montoya, junto a Sandra Barneda frente a una tableta en la que vemos a su novia chingando. Primero, sus gestos: «No quiero ver esto», pegado a la pantalla como quien no puede dejar de mirar un accidente. De repente, el estallido. Sale disparado por la playa gritando como si le hubiera mordido un tiburón blanco. La escena es de una potencia narrativa incuestionable, sobre todo cuando el joven traicionado no sólo observa la traición en el IPad de producción, sino que corre con una cámara detrás y penetra en la otra escena interrumpiendo a su novia y «el papafrita» en pleno ayuntamiento.
Desde la crítica literaria tiene su miga el hecho de que Montoya, desbordado por la tormenta emocional, lance frases que riman con la misma naturalidad con la que se reboza por la arena blanca de la playa. Otra clave: ¿es consciente de esa rima aborrecible? «Papafrita, la tiene como una gambita» ¿Forma parte de la tensión dramática desde lo más visceral, lo no cognitivo, o está disfrutando y se permite la lírica para ensanchar el show?
Llegados a este punto, ¿qué hacemos? ¿Qué haría yo si Montoya fuera hijo mío?
La isla de las Tentaciones pone de manifiesto varios axiomas en cuanto al Hombre y la Mujer:
El primero, que las mujeres son tan promiscuas como los hombres o más (aunque a lo largo de la historia se han visto obligadas a ocultarlo); que las mujeres son tan sexuales como los hombres o más; que las mujeres son tan cafres y zafias como los hombres o más (aunque a lo largo de la historia han sustituido esos impulsos por la cursilería, que me parece aún más deleznable); que las mujeres se enamoran y se desenamoran mucho más rápido; que los hombres del sur lloran muchísimo; que las personas obtusas llaman al magnífico agujero negro de sus carencias intelectuales (corazón) y a su tendencia irrefrenable de actuar prescindiendo de la razón, la consideración, el respeto y la empatía («mis sentimientos»); que ya no se llevan las mujeres muy delgadas; que para los obtusos, la belleza física es lo primero. Esa belleza que consiste en hipertrofiar los órganos sexuales y las diferencias genéricas con vistas a la reproducción; que todas las millenials y centennials con una copa C o superior visten de Shein.
Por si no lo han leído, la pareja, al terminar el reality, se reconcilió. Para mí, en cualquier caso, la infidelidad se puede y se debe perdonar cuando hay amor y compromiso por las dos partes, es decir, cuando los dos miembros de la pareja afirman que les une la voluntad de reconstruir. Fuera de este escenario no tiene sentido ni plantearse el contemporizar.
El problema viene cuando las circunstancias no son tan legibles, o cuando el supuesto traidor es tonto. ¿Qué hacemos con los bobos del mundo?
¿Vieron La hija de Ryan? Es la historia de una muchacha pizpireta casada con un hombre mayor que no la atiende como es debido, aunque la quiere con el debido respeto. Ella acaba por sentirse atraída por un hombre joven y guapardo y, por supuesto, se lo calza. Todo el pueblo, un pueblo primitivo y ultraconservador, se entera de la falta, la linchan, le cortan el pelo con las tijeras del pescado y la echan a patadas. Todo un drama pre-bíblico, lo maravilloso es que su marido, la perdona y se va con ella, protegiéndola con ternura infinita, a empezar de nuevo en otro lado. Eso sí, espero que esta vez, dándole duro. De lo contrario, tendrían el mismo problema el año siguiente….
El sexo está infravalorado. Y la infidelidad casi siempre está provocada por la insatisfacción de una de las partes. ¿Quién tiene la culpa? ¿Qué carencias experimenta el infiel en una relación? ¿Existe la posibilidad real de satisfacer esas necesidades?
Pero, ¿se puede perdonar una infidelidad? No lo sé, no me ha ocurrido, que yo sepa. ¿Es posible olvidar una infidelidad y volver a confiar en el otro o será una herida que se abrirá ante el más mínimo conflicto? ¿Vale la pena salvar la relación? ¿Fue un ligue pasajero o una relación duradera a lo largo del tiempo?
Muchas personas creen que el perdón es una muestra de debilidad y que deja la puerta abierta a futuras traiciones. Yo creo que es una muestra de valentía, amor y humor.