«Matar judíos» en España

Matar judíos

No es el momento ideal para salir en defensa de los sentimientos vejados de los ciudadanos judíos, españoles o extranjeros. Nunca lo es para algunos y menos ahora que en pleno conflicto reactivo a la brutal masacre perpetrada por los gazatíes (su gobierno ampliamente electo era de Hamás, así que no yerro atribuyéndosela como población), el vehículo de una ONG ha sido bombardeado y han muerto varios voluntarios. Mal momento con las redes ardiendo de indignación por las tristes muertes de unas buenas personas que estaban muy seguramente donde no debían.

Pero como nunca es el momento adecuado, y no quiero que se pierda el eco de esta Semana Santa tan presente y tan pasado a la vez, me decido a plantear un antiguo asunto. Y ese es el de las alusiones poco amigables que dedica nuestro catálogo tradicional de refranes y dichos a diversos grupos que en algún momento fueron considerados peligrosos, traidores o heréticos. Y me concentraré sólo en el de los judíos, de gran protagonismo en nuestras semanas santas.

En una publicación de la Jewish Telegraphic Agency (JTA) reportan consternados que en León por Semana Santa se brinda con un cóctel con limonada llamado matar judíos. Mencionan a una agradable familia muy devota de las procesiones en la que el marido y el hijo son costaleros y que, especialmente en la mañana del Viernes Santo, cuando terminan cansados, pero felices de cargar el paso, se reúnen alegremente ni más ni menos que para «matar judíos». Naturalmente, sin mala intención porque, aunque la tradición rememora aquello de que los judíos mataron a Cristo y tal, la familia no es antisemita. Entiende que esto pueda ofender a los judíos de hoy en día, pero que hay que conservar las tradiciones.

¿Hay que conservarlas? ¿Con la que les está cayendo a los judíos ahora mismo? Y no sólo a los israelíes a cuenta de la guerra en Gaza: las expresiones antisemitas, que están llegando a agresiones personales y físicas, se están dando en todas partes contra ellos, hayan pisado alguna vez Israel o no. Y si a eso vamos, la limonada leonesa no es tan inocente, pues fue en otras semanas santas la excusa para que hordas católicas procedieran, borrachas de fe, a «matar judíos» de verdad.

Este artículo de la Jta me ha sido enviado por una concernida amiga canadiense de familia judía que adora pasar temporadas en España. Y en él, leo sobre una niña que en su infancia tuvo una carraca de madera. No sé si ustedes son demasiado jóvenes para recordarlas. Aparecían por Semana Santa y los niños hacíamos con ellas el mayor ruido posible, mientras que, al igual que a la pequeña del artículo, nos informaban de que estaban hechas para «espantar judíos». Y reconozco que ha tenido un efecto parecido al de aquella dichosa magdalena proustiana que todos sabemos.

No, eso tiene maldita la gracia. En España persisten tradiciones en las que se llama alegremente a liquidar a judíos o a moros. La mayoría de nosotros nunca establecemos la más mínima relación entre esas viejas reminiscencias con un ser humano real, ni siquiera con un pueblo. Pero habría que ir cambiando el marco mental. Cierto que gracias a la Leyenda Negra se atribuyen injustamente a determinados personajes, incluso a los españoles como «raza», atrocidades sin cuento. El hombre del saco flamenco es un español que no era peor ni mucho menos de lo que corría en su tierra por la época. Puestos a revisar, revisemos en todos los países, nos dirán con razón. Gentes totalmente antiwoke, incluso absolutamente favorables a Israel, a su derecho a la defensa, etc. sostendrán que son tradiciones sin mayor importancia, que tenemos todos la piel muy fina y que ya no podemos llamar negro a una persona negra o hacer bromitas sobre las amas de casa. Pero no es lo mismo. Y hay que ponerle un punto final. Y quizá ese punto final deba ser el recuerdo de la masacre del 7 de octubre y la ola antisemita posterior.

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