María Guardiola y el postureo narcisista
¿Sabe la líder del PP en Extremadura de qué habla cuando se refiere a la «violencia machista»? Los ciudadanos estamos bastante hartos de esos sintagmas mantra que el político repite y repite pero cuyo significado nunca aclara. Un vicio insoportable que me gustaría creer que ha sido uno de los motivos por el que el gobierno frankestein de Sánchez ha acabado con la paciencia de los españoles. En el momento en que Zapatero dijo aquello de que las palabras debían estar al servicio de la política y no al revés se desató una epidemia de dimensiones colosales que ríete tú de la originada en los laboratorios de Wuhan. Hablar sin ton ni son convirtiendo en tabú la mera precisión de algunos conceptos, no sólo contaminó a Ciudadanos (y así les ha ido), sino, lamentablemente, a amplios sectores del PP.
No, no he escuchado a María Guardiola definir la «violencia machista», pero no andará muy lejos de la difundida por Angels Barceló en la Ser ayer mismo (20-6-23): «Es la que mata a las mujeres, porque son las mujeres las que son asesinadas por sus maridos o sus parejas que, en muchos casos, antes de asesinarlas, han ejercido contra ellas todo tipo de violencia psicológica o física. Porque son los hombres los que matan a las mujeres porque creen que son sus amos y eso justifica cualquier tipo de violencia sobre ellas. Son los hombres los que matan a las mujeres cercenando su libertad, las mujeres son las víctimas».
«Son los hombres los que matan a las mujeres». Clarísimo. En esa frase tienen la clave para comprender de qué va la «ideología de género». Una abominación que estigmatiza a todos los hombres aunque no crean que son los amos de las mujeres, ni quieran ejercer sobre ellas ninguna «violencia psicológica» y mucho menos física. Hombres que pueden incluso defenderlas en una agresión y que, aunque resulten (como así ha sido) gravemente heridos, no serán eximidos de permanecer en este limbo de ingratitud y humillación que lleva implícito el término «violencia machista». Ese cuya mera denuncia convierte al atrevido en «facha», «extremista de derechas» o simplemente seguidor de Vox.
Mi posición política continua estando en el espacio de lo que fue Ciudadanos. Para llegar a Vox aún tendría que superar una amplísima zona del PP. Pero no puedo dejar de avisar de lo peligroso que es ceder la antorcha de la denuncia de una de las injusticias más aberrantes de este primer cuarto de siglo XXI a quienes lo consideran como un partido apestado. Incluso yo mirándoles desde mi distancia dudo mucho de que su propuesta de calificar como «intrafamiliar» a la violencia en el seno de la pareja pueda entenderse como la negación de esa lacra. La violencia letal de pareja ejercida mayormente por hombres es una obviedad, como dijo Feijóo en Hora 25. Pero llamarla «machista» o de «género» (y ya sabemos a qué género se refiere) es insoportable.
Uno de los problemas más graves al que nos enfrentamos es precisamente la sumisión a esas corrientes doctrinarias que demonizan o «cancelan» al adversario político. A pesar de lo que diga Guardiola (a la que incluso Ana Rosa Quintana califica como una “estrella” que lo tiene «todo para arrasar»), esas batallas culturales que considera «superadas» están lejos de estarlo. De hecho, le ha estallado una de las más urgentes ante su pintada boquita de, como he llegado a leer, «nueva baronesa roja del PP en Extremadura». ¡Hasta Jorge Bustos considera que el discurso de Guardiola «está muy bien armado» y que es uno de los iconos emergentes en esa ola de cambio y lo tiene todo para arrancar.
Madre mía. Francamente, no. Muchos españoles detestamos a esos «iconos emergentes» ungidos de superioridad moral y de aires de «influencer». Y si abren la boca y dicen que «creo en una Extremadura inclusiva, moderna, respetuosa, permeable (¿), solidaria y responsable, y creo en una Extremadura donde el amor no admite matices» casi que preferimos votar a esa mortal repartidora de «biquiños» que es Yolanda Díaz.