Manzana Golden, manzana Feijóo

Manzana Golden, manzana Feijóo

Ah… Feijóo, sabor manzana. ¿Y a qué paladar podría ofender? ¿Quién querría morderla?

La manzana Feijoo ha sido y es, la del tecnócrata de rostro intercambiable que ficha y calienta la silla en la multinacional.

Con todo respeto, y fuera de Galicia, nuestro Feijóo no tiene ni ha tenido nunca nada que aportar a la vida política nacional, ni a la cultural, ni tampoco ha aportado estéticamente algo que no sea la nada, desde la perspectiva, las necesidades y los deseos de los liberales y los conservadores, me refiero. Para Sánchez y su cosmogonía delirante, esta derecha desnortada y sin sabor es la perfecta aliada, ¡el caldo gordo!.

Lo digo con pena, con cariño y sin pasión. Y lo dije desde que apareció como candidato; que Feijóo, plato de ingreso hospitalario con gelatina y escasamente nutritivo, no reunía los ingredientes que el desaforado estómago de la España de hoy necesitaba. Que Feijóo, sabor manzana, con su caballerosidad (carantoñas a Irene Montero, ¿lo han visto?), su contención y su sensatez (¿o es falta de recursos?) sólo podía fungir de telonero de Sánchez, de aperitivo, ¡de cebo!

Lo digo con pena, insisto, y  muy consciente de sus virtudes, que las tiene, inofensiva y mediana manzanita verde, asequible, fiable, previsible y fácil de digerir, esa que no puede competir contra el escaparate de viandas agridulces y estrambóticas de la batalla cultural del siglo XXI.

Inciso hermenéutico, ¿a quién se le ocurrió que la manzana puede ser objeto de tentación o de pecado? Todavía un mango, unas cerezas, un vil plátano, unas uvas, unas brevas, maracuyá o guayabas…

¡Volemos a Latinoamérica, impulsados por el recuerdo de estos sabores sensuales! Olvidemos la desgana de manzana, de manzana astringente o Feijóo.

Detengámonos en Argentina, ¡Hola Milei! paradigma, signo y símbolo de lo contrario del candidato del PP desde lo gastronómico o cualquier otro enfoque: intelectual, político, físico, psicológico, lúdico, filosófico y, por supuesto, social.

El economista liberal-conservador Javier Milei, de la coalición «La Libertad Avanza» AKA, «Viva la libertad carajo» o en palabras del político «Surdos Hijosdeputa», así, con «s», se caracteriza por su infinito carisma corporal, gestual y mental. Pero sobre todo, y  aquí el mayor contraste con lo nuestro, por una ausencia total, y rayana en lo patológico, quizá, de complejos. “León”, se dice a sí mismo. Grroarrr grrr, imagino que también dice, frente al espejo.

Discurso divertidísimo, vehemencia, Milei se muestra elocuente y poético. Los gestos de Milei, la chupa de cuero de Milei. La peluca de Milei ¿o no es peluca?, si no lo es, tiene gracia, mucha, su peinado de señora de los sesenta, de Conchita Velasco o Betty mármol.

La estrategia de sus enemigos: ultraderechista, anarcocapitalista turboliberal… (Fascista se nos ha llamado a todos los que no humillamos la cerviz). Se publicó un libro destructivo titulado “El loco” un mes antes de las elecciones. Contaban que el político porteño sólo tuvo un amigo, su perro, ya fallecido, y que la relación con su hermana era demasiado estrecha y que no se relacionaba con otras mujeres….

Una campaña muy sucia, donde no fue Milei el que perdió la credibilidad, sino la prensa, e Internet se alzó en contra de los medios hegemónicos por la soberanía de las gentes hambrientas de insurrección. ¿Cuánto nos falta por aquí? O a la inversa ¿Cuánto le queda a nuestra Rock Star en la Moncloa?

Milei es un producto televisivo (y político) de alta calidad, frente a los alegatos soporíferos, al cinismo y a las insustanciales arengas en el marco de lo políticamente correcto  (lo cual no quiere decir que sean inteligentes, ni bondadosas, ni necesarias, ni dignas, ni mucho menos honestas).

Milei (vamos a ver lo que pasa) no es manzana Golden, ni manzana Feijóo, con su puesta en escena fresca, ingenua, sin doblez, profiriendo entre risas e insultos, según convenga, sus propuestas, mientras clava sus ojos azules a la cámara.

¿Habrá nacido ya el Milei español, ese o esa capaz de espetar a Sánchez y a su vastísimo aparato, el más caro de la historia, que «El Estado no es la solución, sino el problema»? La compota muy bien, al frigorífico.

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