De la Ley de Secretos del franquismo a la Ley de Secretos del sanchismo

El Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido conmemorar por todo lo alto los 50 años de la muerte de Franco y derogar la ley franquista de Secretos Oficiales, pero con la nueva norma se garantiza no informar sobre su viajes en Falcon y Super Puma ni sobre el consumo de combustible, por ser una «materia clasificada con el máximo grado de protección». O sea, que sustituye la Ley de Secretos Oficiales de 1968 por la Ley de Información Clasificada (Ley de Secretos del sanchismo) para seguir haciendo de su capa un sayo. Es la apoteosis del cinismo: el presidente socialista ‘caudillea’ cuando le interesa y se escuda en que «tanto los informes sobre movimientos de aeronaves militares como los planes de protección de autoridades y pasajeros sometidos a la misma, y, en concreto, los informes y datos estadísticos sobre movimientos de fuerzas, buques o aeronaves militares, deben tratarse como materia clasificada».
Tiene guasa: la nueva norma estipula que la información relativa a grandes violaciones de Derechos Humanos o crímenes de lesa humanidad no podrá ser objeto de clasificación, pero se reserva clasificar todo lo que quiera Pedro Sánchez con la excusa de que es «materia de máxima protección». En definitiva, que los españoles no podrán conocer cuándo y cómo Sánchez hace uso de los aviones oficiales, ni tampoco cuánto cuestan sus viajes. O sea, podremos conocer a partir de ahora los secretos del franquismo y de la transición, pero no podremos conocer algo tan elemental como el empleo que hace el presidente del Gobierno del Falcon. A estas alturas, los tic dictatoriales del ‘caudillo’ Sánchez amenazan con dejar en pañales a los del dictador Francisco Franco. Lo que revela una peligrosa senda de involución democrática. Todo se pega y al autócrata de la Moncloa le ha dado por darle una patada a las más elementales normas de eso que llaman transparencia. Y no se corta un pelo: no informa sobre el Falcon porque no le da la gana.