Leopoldo López y la náusea
Ha sido un verdadero desparrame, por no decir un auténtico despatarre. El de las milicias podemitas y el de sus generales, aliados y meritorios varios humillando y vejando, atacando la imagen, el honor y la honra, la reputación y la fama de un mártir global en la lucha contra las tiranías bananeras como Leopoldo López. Dicen y hacen exactamente lo previsto en su guión sectario, oscuro y desalmado. No son patinazos, ni pasadas de frenada, ni omisiones, ni se colocan de perfil ante un hecho esperadísimo y de bendito significado: la liberación.
No. Ni Monedero ni Iglesias ni Garzón tienen un mal día cuando se trata de pronunciarse sobre una Venezuela desprovista de matones, empezando por el chófer (con escasa ilustración y peor educación) que heredó a Chaves. Todos ellos, en desagradables tuits o en calculados canutazos televisivos, producen con absoluta naturalidad vómitos no sólo sobre “LL” -como le llama despreciativamente el hoy jeque de la sangrienta revolución bolivariana- sino sobre todos aquellos ciudadanos de a pie que llevan días, meses, años en la calle manifestándose por un país mejor con ansias de seguridad y libertad.
Así, por más veces que se repitan ante diversas circunstancias los exabruptos que propalan los gerifaltes de Unidos Podemos, en absoluto producen insensibilidad sino que acrecientan la náusea: una repugnancia muy intensa que tiende a notarse cuando se observa cómo en la lucha entre quienes aplican el terror y sus víctimas, aparecen personas que intentan colocarse o de facto se colocan en una posición intermedia: con disquisiciones, con circunloquios, con exquisiteces, sin cuajo humano, sin talla moral, con disculpas. Todo vale con tal de no reconocer los hechos tal cual son. Se puede citar a Zapatero, se puede hablar vagamente de la responsabilidad de la comunidad internacional, se puede señalar en actitud infame a personas que siguen echando gasolina para avivar las llamas del incendio cuando lo que reclaman es simplemente respeto a los derechos más fundamentales…
El principio de Hanlon reza que “nunca debe atribuirse a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”. Pero aquí estamos con toda seguridad en su interpretación a la inversa. Porque, en el caso de los antiguos becarios y profesores de políticas de la Complutense, no parece que el problema sea de entendederas cortas o de falta de luces. Al contrario. La aplastante realidad es que lo que aflora en estos pronunciamientos prochavistas es la villanía y la vileza, la cobardía y la desorientación ética: el Mal. Así son ellos.
Resulta que delincuentes condenados en firme por sus abominables delitos, como Bódalo y Alfon, son ‘presos políticos’ que padecen el autoritarismo del ‘Estado español’. Resulta que acreditados terroristas como Otegi con unos cuantos años de cárcel llevan un mensaje favorable a la paz. Y resulta (lo peor de todo) que éstos, quienes se ejercitan en estos eructos, quienes minimizan la tortura premeditada y el sufrimiento extremo de Leopoldo, ¡van de demócratas! Lecciones de democracia, hasta ahora pocas. A partir de ahora, ninguna.