Suponiendo que su adiós no sea otro embuste más

Las lecciones que nos deja el coletudo descoletado

Las lecciones que nos deja el coletudo descoletado

Dios o, más bien, el diablo me libren de comparar al patán de Pablo Iglesias con Napoleón, uno de los franceses más gloriosos de todos los tiempos, si no el más grande. Pero uno, que es perro viejo, no descarta para nada que el lloroso adiós del llorica ultraizquierdista no sea más que la enésima trola. Así como el genial corso fue desterrado a la isla italiana de Elba pero luego regresó en esa patochada que fueron los Cien Días finiquitados en Waterloo, yo pronostico que antes o después el coletudo descoletado intentará volver a la arena política. Claro que si da el paso corre el riesgo de pegarse un bofetón aún mayor por aquello de que segundas partes nunca fueron buenas. Pero, claro, pedir clarividencia a un tipo que no es muy listo es tanto como reclamar que el olmo suministre peras.

Lo que sí espero es que en este país haya racionalidad suficiente para no repetir la pesadilla. Una pesadilla cuya raíz se retrotrae a José Luis Rodríguez Zapatero, tal y como acertadamente apuntó el abogado del Estado Jesús Trillo-Figueroa en su libro El espectro del comunismo: del socialismo a Podemos, publicado en 2015. Tal y como apostilló el tan ilustre jurista como desinteresado amigo, “el radicalismo que trajo ZP es el radicalismo que ha explotado con Podemos”. Cierto. Muy cierto. Zapatero acabó con el Pacto y el Espíritu de la Transición, un gran acuerdo de reconciliación nacional entre vencedores y perdedores de la Guerra Civil mediante el cual todos acordaron mirar hacia adelante y olvidar las salvajadas que unos y otros perpetraron en esa contienda de “malos contra malos”, en afortunada expresión de Stanley G. Payne.

Zapatero fue, asimismo, el que por Rubalcaba interpuesto dio rienda suelta al 15-M a sabiendas de que el marrón subsiguiente no se lo comería ninguno de ellos, ya que estaban desahuciados, sino Mariano Rajoy que escalaba posiciones en las encuestas a velocidad de vértigo. El presidente más simpático, más respetuoso con los medios, pero a la vez más extremista e irresponsable, resucitó el guerracivilismo, se cargó los consensos, convirtió al PP en una suerte de apestado a través de pactos como el del Tinell, y consecuentemente dio alas a personajes que en nuestra democracia no eran más que peligrosos lumpen. Ítem más: él fue a partir de 2014 uno de los ideólogos en la sombra y uno de los grandes responsables de que se normalizara una anormalidad llamada Pablo Iglesias y cía.

La salida por la puerta de atrás del personaje más siniestro que hemos conocido en democracia, nada que ver con un Carrillo que entendió que la España del abrazo que ponía fin a la de los garrotazos era la única opción, constituye una gran noticia. Con él llegó la crispación, las amenazas, los señalamientos, la persecución de los medios críticos y la violencia, como vimos en Vallecas con los matones de su guardia personal intentando matar a pedradas a los militantes de Vox. Y sin él se va todo este mar de maldad.

La primera clave del éxito colosal de la Transición fue la liquidación de facto de los extremistas en una suerte de perfeccionado turnismo entre un partido socialdemócrata de centroizquierda y uno liberal-conservador de centroderecha. La segunda fue la madurez del pueblo español que, como subrayó Ana Botella tras la inesperada derrota de 1993, “nunca se equivoca”. Madurez exhibida nuevamente en las urnas el pasado 4 de mayo donde se refrendó el buen gobierno y se castigó a una mala oposición. Esta magnífica costumbre de Juan Español de dar a cada uno lo suyo es impensable en otros países donde el abuso de poder, la corrupción, la censura y la prevaricación salen gratis durante mucho tiempo o toda la vida. Aquí, aunque tarde más de lo que nos gustaría, se sancionan las prácticas inmorales y/o ilegales. Sistemáticamente.

Entre todos debemos hacer un esfuerzo para que excepcionalidades como Iglesias y Podemos no se repitan. De las tareas que nos salen bien en cualquier orden de la vida se aprende más bien poco, las grandes lecciones nos las proporcionan las etapas convulsas, los fracasos, los gatillazos políticos y las meteduras de pata históricas. Ahí van 10 lecciones que la era Iglesias nos deja. Conviene no olvidarlas para no vivir condenados a repetirlas.

1.-La anomalía española. En ningún país de la Unión Europea, y no digamos ya en los Estados Unidos o en el Reino Unido, se auparía al centro del debate político a un tipo que es lumpen. Lumpen político, social y democrático. El sistema de Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Austria, Suecia o Dinamarca cortocircuitaría a un personaje de semejante catadura ética,  estética —en todos esos países no veo diputados en camiseta o chanclas— y legal. Allí nunca se blanquearía a un partido financiado por dos sangrientas dictaduras, Venezuela e Irán. Más que nada porque, así como en el ser del escorpión está el picar, en el de un comunista añorante del Frente Popular es prioridad absoluta instaurar un sistema dictatorial o, como mínimo, autoritario o autocrático. La libertad y gente así se llevan entre mal y peor. A los que ponen como ejemplo el Movimiento Cinco Estrellas italiano de Beppe Grillo o a los helenos de Syriza hay que puntualizarles que ninguno de estos partidos ha cuestionado más allá de la cuenta el estatus quo.

2.-Las pruebas estaban ahí. Que medios, sociedad civil, Gobierno (el de Rajoy y el de Sánchez) e incluso el Ibex 35 colegueasen con este sujeto es perfecto indicativo del estado moral de esta España de nuestras entretelas. Cualquiera de los vídeos, los tuits o los artículos de opinión de Iglesias, Monedero o Errejón antes de saltar a la fama serían motivo más que suficiente para que todos ellos hubieran proclamado a los cuatro vientos: “Apartad de mí este cáliz”. He de recordar que Iglesias expresaba en un vídeo de 2012 su “emoción” al ver cómo una turba intentaba matar a patadas a un antidisturbios. O cómo en una charla con jóvenes muy anterior a su entrada en política animaba a los allí congregados “a dejarse de mariconadas y salir a cazar fachas”. Más bestia aún fue ese otro en el que instaba a sus seguidores a preparar cócteles molotov y, que según una agencia de verificación podemita, Maldito Bulo, fue “una declaración paródica”. De coña. Tampoco podemos olvidar que, tal y como desveló el compañero Fernando Lázaro, este sujeto fue un tiempo el enlace en Madrid de la asociación que agrupa a los presos etarras, Herrira. Igualmente, no es cuestión de meter en el baúl de los recuerdos esa otra grabación en la que el defraudador Monedero manifiesta que “teniendo en cuenta el grado de violencia ejercido por el Estado en el País Vasco, uno puede empezar a comprender a ETA”. Como tampoco eran una parodia las charlas de Iglesias en herriko tabernas o las loas a ETA por su oposición sangrienta a la Constitución del 78. Por no hablar del silencio cuasisepulcral que se vivió cuando se conoció, a través de OKDIARIO, que en un chat de la feministísima cúpula de Podemos había manifestado su intención de “azotar hasta que sangre a Mariló Montero”.

3.-La irresponsabilidad de los medios. Salvo el caso del gigantesco Felipe González, que sí es un demócrata, jamás de los jamases se vio a la prensa rendirse con armas y bagajes de esta manera a un político. Leyendo esos periódicos, escuchando esas radios y viendo esas televisiones uno podía llegar a la conclusión de que estábamos ante un Winston Churchill en versión izquierdista. Para todos ellos era el más guapo, el más listo, el más honrado y el ¡¡¡más elegante!!!, que de todo hubo en la viña del Señor. No había corporación mediática que no le perdonase la vida ni contertulio que no lo defendiera con uñas y dientes ante los críticos que, por aquel entonces, cabíamos en un 600 y sobraban un par de plazas. Luego, el zopenco amplió el elenco de periodistas a linchar: Eduardo Inda pasó a estar acompañado por prácticamente toda la profesión. Que el periodismo patrio es más tolai de lo que nos creemos lo demuestra el hecho de que se le perdonase otra diatriba, pronunciada esta vez en El Objetivo allá por 2014 ante una Ana Pastor que le apretó las tuercas de lo lindo: “La existencia de medios de comunicación privados ataca la libertad de expresión”.

4.-El fratricidio del periodismo. Todas las profesiones son corporativas, lo cual es razonable, pragmatismo puro, menos una: la que tengo la suerte de ejercer. Tanto un servidor como este gran medio han sido objeto de todo tipo de ataques, calumnias, campañas, infamias y mentiras varias entre el silencio cómplice o la hooligan complicidad de los compañeros. Salvo el Programa de Ana Rosa y la Asociación de la Prensa de Madrid, dirigida por el tan veterano como prestigioso Juan Caño, nadie dijo ni mu cuando el 1 de marzo del año pasado el susodicho pidió la cárcel para mí por el caso Dina y, a las 24 horas, su compañera repitió la tesis cual cacatúa. Los mismos que callaron como putos cuando la Justicia demostró que el delincuente en este escándalo era él y no Eduardo Inda. Y así podríamos seguir hasta mañana.

5.-La tontuna del Ibex 35. El genio Jiménez Losantos suele recordar cada dos por tres la frase vomitada por ese asesino de masas que fue Lenin: “Los burgueses nos van a vender las sogas con las que les vamos a ahorcar”. Iglesias debería haber parafraseado el aserto al contemplar cómo numerosos presidentes del Ibex 35 le recibían, le peloteaban, le agasajaban y no sé si le financiaban. Hace falta ser membrillo para reírle las gracias a un tipo que quiere nacionalizar, que anhela acabar con la propiedad privada y que quiere freírnos con impuestos superiores al 60% en el caso del IRPF o del 40% en el de Sociedades.

6.-La amoralidad de Sánchez. Un secretario general del PSOE no puede nunca meter en el Gobierno a un extremista violento como Pablo Iglesias. Más que nada, porque detrás del podemita vendrán, como han venido, sus coleguitas etarras (Arnaldo Otegi) y golpistas (ERC y la CUP). El presidente del Gobierno ha visto, eso sí, cómo los vientos que sembró han degenerado en tempestades. El día que esta chusma no filtraba una deliberación del Consejo de Ministros, chivaba a sus plumillas de cámara un proyecto de ley y el día que no hacía una cosa o la otra proclamaba a los cuatro vientos que “en España no hay normalidad democrática”, como si esto fuera su amada Venezuela, ese Irán que le pagaba hasta el teléfono móvil, Rusia o una satrapía del Golfo Pérsico. O como si Sánchez fuera Maduro, Putin o el jeque catarí Al Thani. Cuando te acuestas con el diablo, lo normal es que te levantes con dos colmilladas en el cogote.

7.-La idiocia de Soraya. En este caso sí sabemos que la gallina fue antes que el huevo. Obviamente, el ave galliforme estuvo representada por Sáenz de Santamaría. Ella fue la promotora en la sombra de la gulliverización de un trío de chiquilicuatres llamados Iglesias, Monedero y Errejón. Su diabólico objetivo pasaba por engordar el pollino para frenar a un PSOE que acortaba distancias en las encuestas a consecuencia de individuos tan poco recomendables como Bárcenas, Correa o Ignacio González o de complicidades tan infantiloides como ese “Luis sé fuerte, hacemos lo que podemos” de Mariano Rajoy.

8.-La pasividad de la Justicia. Si al Partido Popular le trincan recibiendo millonadas de tiranías aquí se monta la de Dios es Cristo y acaba en la trena hasta el bedel de Génova 13. A los gerifaltes de Podemos se les pilló con el carrito del helao de Venezuela e Irán, cerca de 10 millones de euros, y aquí no pasó nada. Les salió gratis y encima ellos sacan pecho. Ya les hubiera gustado a los reos populares tener la misma suerte que esta banda pero intuyo que Soraya también tuvo algo que ver en esta increíble, pero cierta, barra libre de los enemigos de la democracia.

9.-La absolución de la incoherencia. En un estado democrático serio en el que funciona ágilmente ese sistema anglosajón de checks and balances —controles y equilibrios— el casoplón, que destapó en primicia OKDIARIO, le hubiera costado la carrera a su protagonista. Aquí, no, unos cuantos intentaron blanquearlo dando por bueno, que hacen falta bemoles, ese plebiscito interno en Podemos más propio de la Nicaragua orteguista que de la cuarta economía de la zona euro. Un político que dice que nunca vivirá “aislado” como los burgueses o los empresarios en “mansiones blindadas del extrarradio” y se va a vivir “aislado a una mansión blindada del extrarradio” debería tener las horas contadas en la vida pública. Aquí, no, aquí el pájaro sobrevivió tres años a ese chaletazo que tal vez es el santo y seña de su personalidad. Nunca una vivienda definió tanto a alguien. Por cierto: ¿por qué nunca Hacienda ha investigado la adquisición por 670.000 euros de una propiedad que vale más de un millón?

10.-La mentira como forma de vida. Alguien dijo, y no sé si estaba en lo cierto pero desde luego se aproximaba, que la política es el arte de la mentira. Si alguien se ha aplicado el cuento, aunque con menos fortuna, por ejemplo, que Pedro Sánchez, es Pablo Iglesias. Eso sí: que haya dicho cientos de veces “Diego” donde antes pronunció un contundente “digo” daba igual. Tenía bula e imagino que la seguirá teniendo durante años, haga lo que haga, esté donde esté, porque el 80% de los medios y los periodistas, antaño filosocialistas, está ahora vendido a Podemos.

Fue una batalla dura, durísima, que a algunos nos costó intentos de muerte civil, campañas furibundas en la red donde lo más suave que nos decían era “hijo de puta”, querellas por doquier que siempre perdían los podemitas —hemos ganado todas—, insultos e incluso intentos de agresión en la calle. Pero mereció la pena. Lo volveríamos a hacer mil y una veces más. España es desde hace 12 días un país infinitamente mejor. Aunque no las tengo todas conmigo. Sea de la mano del enemigo de España, Jaume Roures, del embustero bufón Risto Mejide o liándola desde Sudamérica no veo a este nene malcriado resignándose al anonimato. Ya saben que lo que más le pone es ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Espero, confío y deseo que sea su muerte y su entierro político. Y, si no es así, allí estaremos de nuevo para hacerle frente bajo una enorme pancarta: “No pasarán”.

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