La empresa de la vergüenza

La empresa de la vergüenza

El Ministerio de Defensa combina torpeza y desmemoria al trabajar con Volga Dnepr, empresa que estuvo implicada en el accidente del Yak-42. Aunque sólo fuera por respeto al luto inconcluso de las familias, tendría que ser obligatorio descartar a cualquier compañía que, directa o indirectamente, tuviera la más mínima relación con el peor accidente del Ejército Español en tiempo de paz. Los responsables del Estado Mayor no deberían olvidar los 149.000 euros que ya pagaron para fletar el trágico vuelo del Yakovlev. Un amasijo de hierro volante, construido en 1988, que se estrelló el 26 de mayo de 2003 en Trebisonda, Turquía. Allí murieron 62 militares españoles que dejaron con inmenso dolor e innumerables preguntas sin respuestas a sus seres queridos.

Cierto es que, en la actualidad, la compañía rusa sólo transporta material militar a las tropas españolas destinadas en Irak. No obstante, el sólo recuero de aquella tragedia debería enterrar cualquier posibilidad de colaboración por cuestiones éticas y morales. Para mayor agravio histórico, el opaco entramado de subcontratas que gestionó el luctuoso transporte de hace 13 años dejó sin efecto alguno el seguro de vida de 75.000 dólares por pasajero que había contratado el Ministerio. Una chapuza en toda regla que ahora vuelve a aflorar después de que la Junta de Contratación del Ministerio de Defensa haya adjudicado este servicio al grupo UTI-SLI por valor de 137,2 millones de dólares. Un conglomerado formado por una multinacional norteamericana y la empresa española Servicios Logísticos Integrados (SLI), que a su vez han subcontratado a Volga Dnepr.

Los errores del pasado deberían de servir para no ser repetidos en el presente. Más, si cabe, cuando las familias de los fallecidos aún reclaman justicia. Hace casi un año, a finales de mayo de 2015, se reunieron en un memorial en Zaragoza donde mostraron su desacuerdo con el Gobierno actual por nombrar a Federico Trillo embajador en Londres a pesar de su reprobación en 2005. Sentimientos de insatisfacción y dolor que aumentarán cuando conozcan que la subcontrata de entonces sigue dando servicio ahora.

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