Los insultos no pudieron con los argumentos

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El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el lider del PP, Mariano Rajoy, de espaldas, durante el debate (Foto: Twitter)

Mariano Rajoy ganó el debate por su profundidad de conocimiento, optimización de recursos y, sobre todo, porque mantuvo la compostura incluso en los peores instantes, cuando Pedro Sánchez lo acorraló mediante constantes ataques sobre la corrupción. El tiempo oficial dice que el debate duró dos horas pero la realidad es que se acabó justo en la mitad, cuando el candidato socialista mostró su endémica debilidad argumental al perder las formas ante el presidente del Gobierno. Esa «falta de decencia» anticipó el final ya que el líder del PSOE, a base de dirigir todos sus ataques contra el punto débil del Partido Popular, casi olvidó mencionar sus propuestas y la idea de país que tiene para los españoles.

Fue esa ansiedad la que hizo que convirtiera tanto a Bankia como a Rato en una retahíla que chocó una otra vez contra un Mariano Rajoy que intentaba ahuyentar los nervios apuntándolo todo en su cuaderno, con la apariencia de estar plenamente metido en la escena. El gallego comenzó a fraguar su victoria desde la faceta gestual y encontró en todo lo relacionado con las corruptelas los únicos momentos de verdadera inquietud.

Sánchez empezó tan mal que incluso llegó a saltarse el primer bloque de temas que propuso Manuel Campo Vidal. Eso marcó su comportamiento durante toda la noche y forzó los ataques al respecto de la corrupción como única casus belli. Tanta fue su ansiedad por conseguir el KO técnico de Rajoy que incluso citó mal el celebérrimo «Luis, lo entiendo. Sé fuerte… Hacemos lo que podemos». Un Rajoy que pasó ahí los perores momentos de todo el debate e incluso pareció que, por unos instantes, se había quedado mudo. Pedro Sánchez parecía en posición de avance y el gallego optó por protegerse tras dos escudos que finalmente resultaron inquebrantables: su experiencia frente al novato socialista y la indiscutible mejoría económica de la segunda parte de su legislatura. Además, tiró de ironía cuando le hizo falta hasta tal punto que acabó desesperando a su rival que, a sabiendas de que no era capaz de revertir la situación, espetó casi como un niño: «Le pido que a mí no me trate con condescendencia».

Es evidente que, tras este cara a cara, el número 1 por Madrid del PSOE ha perdido su último tren hacia la Moncloa. Quizás, incluso, también la secretaría general del Partido Socialista en un futuro próximo. Y todo tras hacer lo imposible por zarandear a Rajoy en base al único tema que ha compuesto su credo: la corrupción. Una desventaja que el popular ha combatido centrando el debate en torno a sus dos temas angulares: trabajo y economía. Para cuando el líder socialista se había hecho el karakiri oral, el candidato a revalidar la Presidencia ya había puesto sobre la mesa su batería de propuestas para bajar el IRPF, fomentar la contratación indefinida e incluso garantizar la viabilidad de las pensiones.

Demasiado para un Pedro Sánchez que parecía disfrazado de Pablo Iglesias, con una profundidad inexistente sobre la mayoría de temas que construyen a un jefe del Ejecutivo — el desconocimiento en cuanto a la política internacional y de la UE fue especialmente alarmante. Además, y a diferencia de hace siete días, en este debate sí tenía rival. Entonces, entre podemadas de ricos y pobres, puertas giratorias, IVA a los yates, nueva política y demás mantras superficiales, pudo disimular sus carencias. La confrontación con Rajoy ha tenido otro nivel de exigencia y éste ha hecho de su veteranía un grado: «No olvide lo que le voy a decir señor Sánchez, usted es joven, usted va a perder las elecciones…»

El mayor problema de Sánchez durante toda la velada, y la gran diferencia con Mariano Rajoy, es que el segundo tenía muy clara su línea argumental: «Ya se está creando empleo, hemos corregido los desequilibrios económicos. De lo que se trata ahora es de perseverar en ese cambio». Mientras, Sánchez se ha olvidado de proponer para centrarse sólo en atacar. Quizás porque, tras los últimos sondeos, casi todas las urgencias ocupaban la parte izquierda del escenario. Finalmente, Rajoy ha salido indemne de un intenso debate donde su rival se jugó el todo o nada a la carta de la corrupción. Aunque lo incomodó, no consiguió desalmarlo y Sánchez se enfrenta a un panorama muy incierto de cara al próximo 20 de diciembre. A pesar de sus intentos, de su ansiedad en cada ataque, de su voluntad por revertir el contexto, sostener que Pedro Sánchez venció a Mariano Rajoy sería como como decir que el Real Madrid no jugó tan mal cuando el Barcelona ganó por 0-4 en el Bernabéu.

 

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