Inhumano
Cuando uno de tus padres muere, eres huérfano/a, y si es tu pareja la que fallece, eres viudo/a; sin embargo, no existe un calificativo para cuando un hijo muere. Es un suceso tan antinatural, tan en contra de nuestro pensamiento, que no hemos sido capaces de darle un nombre.
Sin embargo, la Cadena Ser se creyó con la superioridad moral suficiente como para llamar «el feto» al aborto involuntario que el pasado 11 de julio sufrió la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Esta situación, que para cualquier madre es terriblemente dolorosa, y que el sentido común hace que generemos empatía y comprensión hacia la madre, resulta que para algunos seguidores de partidos políticos opuestos al PP, puede ser motivo de satisfacción.
La semana pasada, las llamas del infierno digital (Twitter) se avivaron más que nunca, gracias a que muchos, pero sobre todo muchas, se despacharon a gusto contra la presidenta y su pérdida (¿dónde quedó la sororidad que promovía Irene Montero?).
Los tweets fueron tan inhumanos, que el algoritmo de Twitter daba palmas con las orejas, y por supuesto, no tardó en viralizarlos. Fue tanta la indignación y el contraataque que recibieron, que muchos de los haters se apresuraron a borrarlos, pensando que de esa forma se acabaría la controversia.
Sin embargo, e imitando el mejor estilo de una tragedia griega, me pongo en el lugar del coro para anunciaros @AldoComway, @MarinaLobo o @PazCarretero -entre otros- que «habéis huido del fuego para caer en las brasas». Nada, pero absolutamente nada de lo hecho en digital se puede borrar. En el instante en que una sola persona haya visto o retuiteado vuestra exuberante prosodia, desde ese mismo momento estáis atrapados para siempre en la galaxia internet; y por si no os habíais dado cuenta, desde hace mucho tiempo habéis vendido vuestra alma al diablo a cambio de 280 caracteres.
Y aunque este odio nos resulte humanamente incompresible, os propongo analizar las posibles razones por las que una persona es capaz de atacar a otra que se encuentra en una situación tan penosa.
1. Son malas personas. A estos personajes les gusta hacer daño a los otros con plena conciencia de sus actos, y lo que es peor, se jactan del sufrimiento que provocan. Las malas personas son aquellas que por lo general se aferran a sus propias ideas (casi siempre primarias) porque están más cerca de las emociones que de la razón.
2. Buscan reconocimiento. Y si para ello es necesario alegrarse del dolor humano y utilizarlo como medio para llegar a su fin, lo hacen.
3. Son fanáticos. Si un partido político practica discursos de odio en contra de los que no votan por ellos, desinforman para tapar crasos errores (Ley del Sí es Sí), o inventan escándalos para tapar sus jugadas (Parque de Doñana), es su problema. No obstante, si sus seguidores no tienen pensamiento crítico, terminarán siendo arrastrados por la propaganda ideológica, cual familia Manson.
En cualquiera de los casos, estas actitudes van en dirección contraria a valores que los humanos hemos creado a lo largo de la historia, y que nos han permitido desarrollarnos como sociedad, tales como la compasión, la solidaridad y el respeto. Son ataques de tal inhumanidad, que ni siquiera se pueden calificar de «animales», porque éstos no se alegran de la muerte de sus semejantes.
Y llega el momento de la catarsis de esta tragedia, ya que todo el odio que se ha publicado permanecerá para siempre en internet, y el día de mañana, cuando algunos de estos personajes, por ejemplo quieran encontrar trabajo, necesiten una recomendación o busquen pareja en plataformas, a las personas le bastará con buscar en Google sus nombres para encontrar sus publicaciones, y saber cómo piensan.
Y a ti, ¿te gustaría tener una pareja o a alguien en tu equipo de trabajo que sea capaz de burlarse del dolor ajeno?