De la India a Paiporta para huir a Bakú y Brasil
Tras huir de Paiporta de una agresión inexistente, provocada por grupos de «radicales ultraderechistas» que la Guardia Civil desmintió que existieran, Sánchez anuncia que comparecerá en el Congreso un mes después de producirse la mayor catástrofe sucedida en España desde 1962, para dar cuenta de su gestión de la misma.
A esto se le llama «dar la cara» y «pisar el barro», como él le reclamaba a Rajoy en 2015, acusándole con todo tipo de insultos. Fue con ocasión de una riada en la Ribera Alta del Ebro, donde se manifestó «indignado» con él, preguntándose enfáticamente «qué coño tenía que pasar para que saliera de la Moncloa para estar junto a los agricultores, los ganaderos…». «Porque necesitamos un Gobierno que gobierne, que coordine la respuesta».
La hemeroteca audiovisual es inmediata en recordar lo que el actual inquilino de la Moncloa decía ante una situación incomparable a la actual por sus consecuencias. Aquella vergonzosa huida suya se produjo el 3 de noviembre, dejando al Rey y la Reina dando la cara ante los vecinos sumidos en la desesperación, tras una tardía respuesta de las autoridades ante la tragedia.
Es de justicia reconocer que junto a los Reyes, el presidente de la Generalitat valenciana no huyó del barro como el presidente fugitivo, sino que se mantuvo en su sitio. Es una prueba irrefutable de la conducta de unos y otros, ante una difícil situación. Sin duda Sánchez desearía que esa imagen desapareciera del imaginario colectivo, pero no le será fácil. Por ello no ha vuelto a dar la cara ante los vecinos que han visto cómo sus vidas tienen un «ante y un después» de aquella jornada que se llevó por delante la vida de no pocos compatriotas, sus haciendas, sus viviendas y sus bienes.
Desde entonces, ha tenido tiempo para irse a Bakú, en Azerbaiyán, a proclamar que «el cambio climático mata», cuando a los valencianos el agua de las riadas -desde el siglo XIV en que constan registros- les ha ido matando siglo tras siglo sin que constara que el clima hubiera dejado de cambiar en primavera, verano, otoño e invierno.
Aquel día huyó de la «batalla del barro» y esa indignidad le acompañará el resto de su vida política. Sin duda, desde entonces ha tenido tiempo para irse a miles de kilómetros de Paiporta en diversos viajes, el último de los cuales será a Brasil, lo que le impide comparecer desde el 16 de octubre en ninguna sesión de control parlamentario. Dará la cara ante los representantes de la soberanía nacional en el Congreso el próximo día 27 de noviembre, prácticamente un mes después de la tragedia del 29 de octubre.
Es preciso recordar a estos efectos aquellas palabras suyas de que está dispuesto a seguir «gobernando» con o sin el apoyo del poder legislativo. Las pronunció ante el Comité Federal de su PSOE el 8 de septiembre, que le aplaudió tamaña afirmación que atenta contra el mismo fundamento de una democracia parlamentaria. Que aquellas palabras no fueron un error por su parte lo confirma su ausencia constante ante las Cortes Generales para dar cuenta de su política. Es preciso no olvidar que accedió al gobierno mediante una moción de censura, tras ser rechazado por dos veces en seis meses por las urnas, en las dos mayores derrotas de su PSOE desde 1977.
Censura dirigida al gobierno del PP, porque, según afirmó, «había que garantizar la calidad de nuestra democracia amenazada por la corrupción del PP». Baste decir que quien presentó y defendió desde la Tribuna del Congreso esa moción fue un diputado que era su mano derecha en el PSOE. Por si lo habían olvidado: de nombre José Luis Ábalos.
Escucharle ahora en aquella intervención, denunciando enfáticamente la corrupción y su compromiso de acabar con ella, merece la pena para darse cuenta de lo que es el sanchismo. Tanto como escuchar a Sánchez recriminándole a Rajoy por no «pisar el barro» del Ebro.
La DANA ha alejado transitoriamente del foco de la actualidad informativa casos investigados por la justicia como los de Errejón, Koldo, Ábalos, Aldama. Y los de su mujer Begoña y su hermano. Además del que afecta, nada menos, que a su Fiscal General. El sanchismo.
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