El Imperio Británico se niega a morir

El Imperio británico, que hace un siglo alcanzó su mayor extensión territorial al apoderarse de parte de las colonias alemanas (Tanganika, Namibia, Togo) tras la Primera Guerra Mundial, sigue desmenuzándose, pero resiste en Gibraltar y las islas Malvinas.
En torno a 1900, el océano Índico era un lago británico. En esa área se encontraba la joya del imperio, el virreinato de la India. Londres controlaba sus orillas y sus accesos (Adén, Malaca y Buena Esperanza), junto con varios archipiélagos que ayudaban a la navegación y al combate a la piratería. Hace unos días, el Reino Unido ha cedido la última de sus posesiones en el Índico, el archipiélago de Chagos, que ha estado bajo soberanía británica dos siglos.
La semana pasada, el primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, confirmó la firma de un acuerdo de transferencia de Chagos con la república de Mauricio, otro archipiélago de poco más de 2.000 kilómetros cuadrados de superficie y 1,3 millones de habitantes, independiente desde 1968.
En Chagos, se encuentra el atolón de Diego García, que hace más de 50 años Gran Bretaña cedió a Estados Unidos para la construcción de una enorme base militar desde la que se vigila el tráfico naval en áreas fundamentales como el mar Rojo, el cuerno de África y el golfo Pérsico.
Entre 1968 y 1973, las dos potencias anglosajonas expulsaron por la fuerza a la población para construir la base. Parte de los isleños fueron deportados a Mauricio, las Seychelles y hasta la metrópoli, en Crawley (sur de Inglaterra). Durante la llamada guerra contra el terrorismo, de principios del siglo XXI, Diego García albergó una cárcel para los sospechosos.
Sin embargo, el acuerdo tiene esa letra pequeña en la que son maestros los británicos. En el tratado, al que los descendientes de los deportados se han opuesto en los tribunales británicos sin éxito, Mauricio acepta el mantenimiento de la base de Diego García por 99 años, así como una zona de exclusión de 39 kilómetros alrededor de la isla y la prohibición de la presencia de militares de otros países en el archipiélago de Chagos.
A cambio, el Reino Unido pagará al Gobierno de Mauricio 165 millones de libras esterlinas en cada uno de los tres primeros años. Del cuarto al decimotercer año, abonará 120 millones de libras esterlinas anuales Y posteriormente, los pagos se indexarán a la inflación.
Starmer afirmó que la continuidad del uso de Diego García como base militar ha sido aprobada por los miembros de la alianza de los Cinco Ojos (Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), incluido el presidente Trump. Y Estados Unidos cubrirá los gastos de funcionamiento de la base. ¿Queda claro quiénes mandan en Occidente?
La situación de Diego García recuerda a las dos bases militares británicas en Chipre, de Akrotiri y Dekelia, que Londres se reservó con el estatus de soberanía cuando concedió la independencia a la isla en 1960. Desde ellas, ha colaborado con Estados Unidos, Israel y, en la actualidad, con Ucrania.
Aunque con limitaciones (el mantenimiento de la base militar y su área de exclusión), un minúsculo país del Tercer Mundo ha ganado una batalla a Londres sobre su integridad territorial.
En cambio, España, la cuarta economía de la zona euro, miembro de la OTAN y de la Unión Europea, es incapaz de hacer cumplir las resoluciones de la ONU a favor de la descolonización de Gibraltar y su reintegración, o, como mínimo, el bloqueo del uso del aeropuerto, propiedad de la Fuerza Aérea británica, construido ilegalmente en 1938, y el control del puesto fronterizo según las normas de Schengen.
Desde luego, influye la posición del Peñón en el lugar que muchos denominan el centro del mundo, que la gran potencia de Estados Unidos no querrá ver en manos de un aliado escasamente fiable; pero también, y en un grado mayor, la sumisión de la clase dirigente española a intereses extranjeros… incluidos, para muestra de nuestra impotencia, los marroquíes.