El hundimiento económico y el Pisuerga de Podemos

El hundimiento económico y el Pisuerga de Podemos

Ante todo, ojalá que muy pronto pueda ir mejorando el mayor número de enfermos de coronavirus, se aleje el peligro de colapso sanitario y disminuyan los contagios. Esta epidemia está causando un gran impacto, por su rápido contagio, con especial ahínco en los grupos de riesgo, especialmente entre las personas de edad avanzada, a las que hay que proteger con todos los medios de los que dispongamos.

En estas circunstancias, el combate contra la enfermedad tiene otro paciente en situación muy complicada, casi dramática, que no es otro que la economía. Las medidas durísimas, inéditas, que se están tomando, tanto de restricción de libertades individuales como de empresa, que ha provocado la paralización de gran parte de la actividad productiva, primero, y desde el lunes treinta de toda la producción, conducen a la economía hacia el desastre. Por supuesto que hay que luchar contra la enfermedad, pero hay que medir muy bien la correlación entre las medidas de restricción económica tomadas y su impacto en la evolución de la enfermedad, porque lo que no puede suceder es que se trate de arreglar un problema con una solución que agrave la situación global, que es lo que está pasando, entre otras cosas porque si hay un gran empobrecimiento de la economía, no tendremos recursos para contar con medios sanitarios con los que combatir ni ésta ni otras enfermedades.

El virus, pese a su virulencia, pese a la tristeza de cada muerte que se produce -cada vida es un tesoro irreemplazable y nada puede devolverla ni compensar a los seres queridos del fallecido- terminará pasando, esperemos que más pronto que tarde. Sin embargo, la grave crisis económica que dicho virus está desatando va a ser mucho más complicada de vencer, pues cada una de las decisiones que se están tomando y la ausencia de otras puede hundir la economía de manera casi irreversible.

He mantenido desde hace semanas que tiempo habrá de analizar el motivo por el que hemos tenido que llegar a esta triste situación donde la enfermedad se ha extendido más rápidamente de lo que podría haberse producido si se hubiese protegido de manera temprana a los grupos de riesgo y se hubiese tomado alguna medida de cierre de fronteras, todo ello, desde que apareció en China. Ahora, desgraciadamente, el Gobierno no deja de dar pasos en una pésima dirección, que está socavando la capacidad de resistencia de nuestro sistema productivo y que está poniendo contra las cuerdas nuestra prosperidad:

  • Primero, sin mediar casi veinticuatro horas, pasó de no tomar ninguna medida preventiva a ordenar, por decreto, el cierre de una gran parte de la actividad productiva: bares, restaurantes y comercios fueron obligados a cerrar, con el consiguiente quebranto económico. Además, confinó a la población.
  • Esa circunstancia excepcional sólo tenía sentido si ese tiempo se aprovechaba para mitigar los contagios, realizando, por ejemplo, pruebas de detección rápida del virus que permitiesen aislar a los contagiados de los no contagiados, para evitar la propagación. Sin embargo, el Gobierno no ha implantado dichas pruebas, llegando a frivolizar algún miembro del gabinete sobre las gangas que se compran en los mercados internacionales. No es momento de gangas, y mucho menos de frivolidades. Es momento de rigor, solvencia y eficacia.
  • Esa crisis económica inducida por el cierre productivo por causa de fuerza mayor, con los afectados ante señalados, requería una medida que permitiese compensar el quebranto para que sobreviviese el tejido productivo. Era necesario dotar de liquidez ilimitada a dichas empresas, la gran mayoría pymes y autónomos, para evitar su estrangulamiento financiero.
  • Sin embargo, tras anunciar el Gobierno que movilizará 100.000 millones de euros en avales y que inyectará otros 10.000 millones para préstamos directos del ICO, a los pocos días hablaba sólo de 20.000 millones, que iría ofreciendo para testear qué tal responde el mercado.
  • Así, defraudaba las expectativas generadas, sembrando desconfianza en la economía. Además, pierde el tiempo diciendo que van a probar con pequeños paquetes de financiación cómo responde el mercado, cuando lo que tenía que hacer era movilizar los 100.000 millones y decir que si se consumen movilizará más, a imagen de lo que ha hecho el Reino Unido, para dar seguridad.
  • Además, se niega a condonar los impuestos y las cotizaciones a la Seguridad Social a todos los autónomos y empresas, que han dejado de ingresar y que, sin embargo, tienen que pagar los impuestos, ofreciéndolos que los pueden financiar a través del ICO. Si las empresas han de soportar el no tener ingresos durante este período de alarma, ¿por qué el Gobierno no puede renunciar a la recaudación de dicho período de estas empresas y exonerarles del gravamen para ayudarlas a sobrevivir?
  • Toma medidas adicionales, posteriormente, de prohibición del despido. Después de que hubiese adoptado una medida sensata, como la de agilizar los ERTE’s, la acompaña de esta prohibición de despedir que hará que el desempleo aumente todavía más, al no poder ajustar las empresas su plantilla y tener que cerrar por completo la no soportar todos los costes, destruyendo todos los empleos de la misma en lugar de unos pocos.
  • Como remate, finalmente determina el cierre productivo completo, salvo el de los servicios esenciales, sin ni siquiera prever que hay producciones que no pueden parar al instante -de ahí, la moratoria de veinticuatro horas introducida sobre la campana de la publicación del decreto, ni avisar a los empresarios más que instantes antes. Lo llaman hibernación, pero con esa hibernación no parece que la economía vaya a estar en condiciones de salir de su letargo y despertar de nuevo.

Todo ello, conduce inexorablemente a una ruina económica que puede generar un drama social de dimensiones descomunales, con potenciales desórdenes públicos y situaciones de angustia económica de las familias, de las personas, que puede derivar en una tragedia para muchos. De hecho, lo estamos empezando a ver en Italia.

Por eso, causa estupor ver cómo en toda esta crisis Podemos parece estar buscando su particular “Pisuerga”, pidiendo, desde el primer momento, según informaciones periodísticas, que se nacionalizasen las empresas eléctricas y los medios de comunicación, con insistencia posterior de Iglesias en que toda la riqueza general del país se ponga al servicio de interés general, como marca el artículo 128 de la Constitución, cosa que nadie discute y ya se está haciendo, pero que él pareciera emplear para abonar el camino de las nacionalizaciones, cuando no hay motivo para ello.

Además, la ministra de Trabajo dice en rueda de prensa de consejo de ministros que ese Gobierno está para defender los intereses de los más débiles. Se equivoca: su obligación es defender a todos. Por último, Podemos en Twitter afirmó el 27 de marzo que “El Gobierno de coalición prohíbe los despidos aprovechando el #coronavirus”.

Hay que luchar paralelamente en los dos campos, sanitario y económico, porque este último no se puede descuidar: la economía no puede seguir cerrada el doce de abril, porque, si no, podemos caminar no ya a una recesión, sino a una depresión, con el riesgo, además, de que nos intenten imponer entonces toda suerte de medidas de gasto público elevado perpetuo, que controle una economía diezmada, nacionalizada y orientada según las consignas de quienes en algo tan grave como esta pandemia emplean el verbo “aprovechar” para comentar la equivocada prohibición del despido, que, al fin y al cabo, es dicha prohibición su anhelo con su afán por derogar la reforma laboral.

No caigamos en el error de no valorar la situación económica ni el riesgo al que nos enfrentamos con ella. Como recientemente decía el Doctor Antoni Trilla, jefe de epidemiología del hospital Clínic de Barcelona, en “ABC”, todas las medidas hay que sopesarlas bien, porque, si no, “la recesión podría dañar la salud incluso más que la epidemia”.

 

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