Hola, ¿cómo estás?

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Aunque históricamente no tenemos indicios ciertos de cómo o cuándo comenzamos a emplear el saludo entre los miembros de una comunidad, lo claro es que el acto de saludar es un re-conocimiento hacia el otro. Y para ello, tuvimos que desarrollar toda una serie de sentimientos absolutamente imprescindibles en los actos de comunicación, como la empatía, la compasión, el respeto, etc.

Los primeros indicios que tenemos acerca de los saludos aparecen en la Ilíada y la Odisea (siglo VIII a.C.), cuando se habla del término dexiosis, que se traduce como «tomar la mano derecha». En oriente (China y Japón) aparecen las reverencias en el siglo VII d.C.

Etimológicamente, la palabra saludar significa «desear salud», y por ello es medianamente comprensible, que estas palabras, en épocas antiguas, fueran el mejor de los deseos ante la corta esperanza de vida. El caso es que el saludo es una de las formas más refinadas que tenemos los humanos de educación y cortesía, formas que parecen estar ahora en pleno desuso, gracias al mundo digital.

Antes de los teléfonos fijos, comunicarnos con alguien que no vivía en nuestra misma ciudad podía ser cuestión de días. Por ello, cuando lográbamos conectar con esa persona, nos generaba una gran emoción decirle «¡Hola! ¿Cómo estás?», porque realmente queríamos saber de su vida, completamente privada y alejada de nuestro conocimiento. Sin embargo, hoy, gracias a las plataformas de internet, podemos comunicarnos gratis desde el pueblo más remoto de España con Nueva Zelanda, por ejemplo, en cuestión de segundos. Tenemos el poder tecnológico de tenerlo todo, en todo momento.

Sumado a esto, hoy 5.173 millones de personas en el mundo (el 60% de la población) tienen por lo menos una red social. Cada minuto se suben 695.000 historias en Instagram y se envían 69 millones de mensajes en WhatsApp, lo que significa que estamos en constante comunicación, ya no sólo entre las personas, sino que comunicamos al mundo nuestras vidas en las redes.

Por ello, cuando chateamos por WhatsApp, creemos que ya no tenemos la necesidad de decir «Hola» o «Buenos días», ni mucho menos de preguntar «¿Cómo estás?», simplemente porque no tenemos la impresión de estar iniciando una conversación. WhatsApp se ha convertido en un lugar en el que tenemos conversaciones que no comienzan o terminan (¿cuánto tiempo hace que no dices «adiós»?), sino que son una especie de charla infinita, que retomamos cada vez que nos conectamos.

No podemos perder de vista que, cuando preguntas a alguien «¿cómo estás?», hacemos algo tan genuinamente humano como interesarnos por el otro; y si no lo hacemos, porque un medio digital nos hace creer que no es necesario, somos nosotros los que, sin darnos cuenta, nos estamos convirtiendo en máquinas sin sentimientos.

Vivimos una época complicada, en la cual la tecnología nos aleja del contacto humano, y por ello, «ser humano» en medio de un mundo digital, significa ser cada día más compasivo, empático y solidario con los otros. Necesitamos abrir más espacios para expresar nuestros sentimientos reales, y no los que publicamos en las redes.

Nunca podremos saber cuándo una palabra puede arreglarle el día a una persona, o cuánto podemos ayudarle tan sólo escuchándole. Por ello, no desaprovechemos nunca la oportunidad de preguntar «¿cómo estás?

Y tú, ¿cómo estás?

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