Historias de la desmemoria (5): José ‘Chang’ Sellés
Si hay una historia que retrata la complejidad de la Guerra Civil frente a los intentos de reducirla por ley a un relato simplista y maniqueo, esta es la de José Sellés Ogino, piloto de caza de la aviación republicana en los primeros meses de la contienda.
La peripecia vital de nuestro protagonista es singular desde su comienzo. José nació el 14 de enero de 1912 en Tokio. Su padre, José María Sellés López, era un comerciante de especias originario de Novelda (Alicante). Se había afincado en Japón en 1899, donde casó dos años después con Rosa Ogino, una ciudadana italo-japonesa. Además de José, el matrimonio tuvo dos hijas.
En 1935, José Sellés viaja a España para realizar el servicio militar, lo que motivó un reportaje en el diario Ahora, dirigido por Manuel Chaves Nogales. El hecho de estar en posesión del título de aviador civil en Japón le animó a solicitar el ingreso en la aviación militar, que le fue denegado. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil con el golpe de julio de 1936 le movió a renovar aquella solicitud, que le fue aceptada ante la necesidad de pilotos por parte de las fuerzas leales al gobierno, concediéndole el empleo de sargento.
Sellés se encuadraría en la escuadrilla de aviones de caza Polikarpov I-15 Chato que comandaba el capitán Andrés García Lacalle, la primera formada por pilotos españoles. También contaba con una patrulla de aviadores norteamericanos, algunos de los cuales habían sido contratados como mercenarios.
La escuadrilla de Lacalle operó en el aeródromo llamado Campo X, en Azuqueca de Henares (Guadalajara). José Sellés, al que apodarían Chang por su origen asiático, se convirtió muy pronto en el alma de toda la escuadrilla por su carácter alegre y optimista. Lacalle le encargó que diera el toque de diana con su ukelele, con el que amenizaba también los ratos libres. Llegó a interpretar con ese instrumento el himno de la formación, que no era otro que la famosa La Madelon que cantaban los soldados franceses en la Gran Guerra.
Durante las batallas del Jarama y de Guadalajara, Chang formó con Frank G. Tinker y Harold E. Dahl la famosa Patrulla Americana, protagonista de mi novela Con plomo en las alas. En abril de 1937, y ante la sorpresa del resto de la escuadrilla, Sellés desaparece sin dejar rastro. Sus compañeros reciben tiempo después una noticia desoladora: «Chang ha sido fusilado por espía».
La noticia de la ejecución no era cierta, pero sí la acusación: había sido detenido el 31 de marzo anterior por agentes republicanos mientras se encontraba de permiso en Valencia. Fue conducido a varias checas, donde fue interrogado bajo tortura, siendo amenazado de muerte por negarse a reconocer su condición de espía.
En una de estas checas, la del convento de Santa Úrsula, permanecerá recluido nueve meses. Allí será sometido a la tortura del encajonamiento. Así la describió el propio Chang: «Unos cajones de un metro cuadrado, por dos de alto y otros de menor tamaño, donde estaban completamente encogidos varios días sin alimentación de ninguna clase pasando sucesivamente a otros de menor tamaño».
Chang fue trasladado después a un campo de concentración en Segorbe (Castellón), donde estuvo otros nueve meses, para acabar en el convento de San Miguel de Liria donde permaneció otros tres meses, «donde estaban bien atendidos sin ser maltratados». Pasó después a la checa de las Escuelas Pías, donde fue encerrado cerca de tres meses en celdas de castigo hasta su liberación.
Lo que parece inverosímil es que el 12 de junio de 1938, en pleno cautiverio de Chang, el gobierno republicano ordenara su baja en el arma de aviación por abandono de destino. Es decir, además de ser detenido y torturado por su propio bando, éste le declaraba desertor.
Es difícil imaginar el devastador efecto que pudo hacer en un joven idealista y animoso como Chang la experiencia de venir a España desde Japón a servir al país de tus orígenes paternos, enrolarte en su aviación militar una vez comenzada la contienda civil, jugarte la vida en una patrulla de cazas contra los aviones enemigos, para que al final tu propio bando te secuestre y torture con el propósito de que confieses una culpa inexistente.
Los detalles de su detención y tortura por agentes de su propio bando, desconfiados quizás por su origen japonés, los relató en 1942 el propio Sellés a los franquistas, quienes tampoco dudaron entonces en procesarlo y encarcelarlo por haber combatido en las filas republicanas.
Después de salir de la cárcel, Sellés contrajo matrimonio en Novelda en 1944 con Encarnación López, con la que tuvo dos hijas. En 1953 participó en la fundación del primer club de judo de Valencia, el Sakura No Hana, del que fue profesor, pues había obtenido el cinturón negro de este arte marcial en la escuela de aviación de Nagoya. Era también un auténtico maestro en jiu-jitsu.
José Chang Sellés Ogino falleció en Valencia el 12 de febrero de 1989, con 77 años de edad. Quizás nunca llegaría a imaginar que su historia personal le pudiera convertir en una lección viva y trágica de los desastres de nuestra guerra, como un personaje escapado de las páginas de A sangre y fuego de Manuel Chaves Nogales, el director de aquel periódico, Ahora, que en 1935 convirtió en noticia su venida desde Japón a cumplir su sueño como piloto en los cielos de España.
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