La gran mentira

La gran mentira

¿Se acuerdan de las balas enviadas a Pablo Iglesias, candidato de Podemos a las elecciones de Madrid? ¿Y de las enviadas al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la directora de la Guardia Civil, María Gámez? Llegaron en vísperas del 4M y fueron utilizadas por la izquierda como coartada para sugerir que la extrema derecha estaba detrás de las mismas. Hay que ver cómo se puso Adriana Lastra, que casi le da un ataque en un mitin: veía fascistas por todas las esquinas. Durante unos días, el socialcomunismo explotó aquellas cartas para tratar de demostrar que si ganaba la derecha en Madrid, la democracia española corría serio peligro. Luego llegó una carta con balas manchadas de rojo -decían que era sangre- a la ministra de Comercio, Reyes Maroto, que dijo: «Los demócratas estamos amenazados si no paramos a Vox». El autor del envío resultó ser un perturbado que vivía en la indigencia y el plan de la izquierda se vino abajo, como un castillo de naipes.

¿Y de las otras cartas amenazantes, qué?, se preguntaran ustedes. La respuesta es sencilla: nada de nada. Lo que era una amenaza en toda regla al Estado forma parte de un dosier que duerme en un cajón. La investigación está «paralizada», tal vez porque no haya nada que investigar y todo fuera un ejercicio bastardo de instrumentalización política al servicio de los intereses del socialcomunismo. Dicen que las cosas están en «punto muerto»; o sea, que el caso se murió. Durante unos días aquello sirvió para tratar de excitar la campaña, agitando el fantasma de un siniestro plan  de desestabilización de la democracia con el único fin de impedir que Ayuso gobernara en Madrid. Pero el plan no coló, Ayuso se salió en las urnas, el PSOE de Sánchez se metió un leñazo de aupa y Pablo Iglesias tuvo que marcharse con la coleta entre las piernas. Todo fue una gran mentira.

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