Tras los golpistas, llega el turno de los presos de ETA

Tras los golpistas, llega el turno de los presos de ETA

Arnaldo Otegui huele la debilidad del Gobierno de Pedro Sánchez y ha invitado a participar en la asamblea de Sortu, la facción más dura de Bildu, al etarra David Pla, el último jefe de ETA. Él fue el responsable de la lectura de los comunicados que marcaron la disolución de la banda terrorista: el del 10 de enero y el del 20 de octubre de 2011. Parece evidente que la presencia de Pla tiene el objetivo de meter más presión al Ejecutivo socialcomunista con el propósito de conseguir «vaciar todas las cárceles», después de que el Gobierno haya ido acercando a los presos etarras al País Vasco. El secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, ha vuelto a insistir esta misma semana en esa línea, advirtiendo que los presos de ETA deben salir de prisión porque «ya han pagado por el daño producido». Además, reclamó al PNV que apueste por la soberanía y por «reformar profundamente el modelo policial».

Pla fue detenido en Francia, junto a su pareja y también dirigente etarra Iratxe Sorzabal, en septiembre de 2015. Caía así la última cúpula de ETA. Pla cumplió cuatro años de prisión en Francia y quedó en libertad en abril de 2019. En 2020 volvió a ser detenido y entregado a España, pero actualmente se encuentra en libertad. Arnaldo Otegui, que conoce la influencia que Pla ejerce en los colectivos de presos, se está sirviendo de su figura para utilizarlo como método de presión. El paisaje político, tras la puesta en libertad de los golpistas catalanes, se presta a una ofensiva en toda regla de Bildu para que Sánchez sienta de cerca el aliento de los herederos de ETA. El momento es ahora, cuando el Gobierno socialcomunista ha claudicado ante los sediciosos catalanes. Sortu, los ‘duros de Bildu’, con Otegui marcando los tiempos, entiende que ha llegado la hora.

Todos los partidos enemigos de España saben que nunca encontrarán una mejor ocasión que esta para aprovecharse de la debilidad del Gobierno. Saben que, con tal de mantenerse en el poder, las tragaderas de Pedro Sánchez no tienen fondo.

 

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