El Gobierno de las ocurrencias económicas

El Gobierno de las ocurrencias económicas
opinion-jose-maria-rotellar-interio

El Gobierno del presidente Sánchez se ha convertido en una mezcla de populismo y dogmatismo, que hace que deambule entre lo esperpéntico y lo radical, alejándose de cualquier imagen de seriedad. Especialmente absurda es su deriva económica, que se aparta de cualquier medida que pueda dotar de seguridad jurídica a la economía; es más, toma decisiones que van en sentido contrario.

A esa mezcla de populismo y dogmatismo, se le ha unido el oportunismo: sus medidas económicas, incoherentes en muchos ámbitos, ya no tienen un rumbo fijo, ni siquiera político, sino que se adoptan a trompicones, según las necesidades del momento, ya sean por lo que intuyen que quiere parte del electorado -salario mínimo, intento de apaciguar a los agricultores- como por la mera transacción necesaria para comprar un poco más de tiempo en La Moncloa -condonación de la deuda a Cataluña, sistema fiscal propio, cesión de la gestión de la Seguridad Social al País Vasco-. Y alrededor de todo eso, la nada.

Y es la nada porque el Gobierno carece de una política económica seria con la que presentarse a Bruselas, a los inversores y a los ciudadanos. Su única línea clara es arremeter contra las empresas y contra lo que ellos llaman los ricos, no tanto por convencimiento -la parte de Sumar, probablemente, sí-, como por necesidad para buscar un enemigo al que tratar de fustigar para ofrecer carnaza a sus electores. Es algo así como cuando Chávez o Kirchner expropiaban a las empresas españolas, acusándolas de todos los males económicos de sus países. No era más que una distracción para que los ciudadanos no se diesen cuenta de su pésima gestión. Aquí ocurre lo mismo, aunque en lugar de «exprópiese»-todavía- se sustituya por «súbanse» (los impuestos).

Sólo así se explica la batería de medidas, cada cual más absurda, más dañina y más esperpéntica que la anterior, especialmente en materia laboral. La subida del salario mínimo, la reducción obligatoria de jornada con el mismo salario, el incremento de indemnizaciones por despido, la prohibición de reducir la jornada a quienes tienen un contrato a tiempo parcial, o el intento de incluir trabajadores en los consejos de administración, son medidas que suben costes, generan inseguridad jurídica, atentan contra la libertad empresarial y contra la propiedad y pueden frenar la actividad económica y la contratación.

El Gobierno no tiene política económica, sino ocurrencias económicas, porque no tiene un proyecto de futuro más allá del que supone permanecer. ¿Para qué? Para estar, no para hacer nada. A Sánchez le da igual si suben o bajan impuestos, si el salario mínimo es más alto o más bajo y si la jornada es de 32, 40 o 50 horas; lo único que le importa es seguir, al menos hasta que encuentre otro destino, y en base a eso, negocia y adopta decisiones, aunque para ello endeude a la economía española hasta límites insospechados. No le preocupa, porque piensa que el BCE y la Comisión Europea seguirán respaldándolo, el primero con financiación y la segunda con laxitud en el cumplimiento de las reglas fiscales, al menos mientras él esté. Considera que no es problema aumentar la deuda, porque siempre se colocará, olvidándose de lo que le pasó a Zapatero, su gran obsesión, pero que puede que le toque ejecutar un recorte parecido fruto de su mala gestión.

Su huida hacia delante va tocando a su fin, con perturbaciones económicas acechando y reglas que cumplir, pero el Gobierno trata de impulsarse a lomos de la demagogia y las grandes palabras huecas, mientras alimenta a la economía con meras ocurrencias que generan en ella mucho daño. Es el Gobierno de las ocurrencias económicas, sin principios, sin valores, sin política económica; sólo ocurrencias.

Lo último en Opinión

Últimas noticias