El Gobierno feminista y paritario

Hace escasas semanas que Pedro Sánchez expresaba su voluntad de dejar resuelta con rapidez la catástrofe política de su histórica ley feminista del «Sólo sí es sí» mediante una simple corrección técnica para afrontar la muy importante cita electoral del 28 de mayo con el horizonte despejado de ese grave problema. Para ello, volvió a utilizar la fórmula de la proposición de ley de su grupo parlamentario del Congreso que, a diferencia del proyecto de ley, tiene una rápida tramitación legislativa al no requerir del dictamen de los órganos institucionales consultivos, Consejo de Estado y CGPJ. Estos informes son preceptivos pero no vinculantes por lo que, al ser desoídos por su Gobierno, provocaron la situación actual. La rapidez de este procedimiento tiene la contraparte de que su calidad jurídica se ve deteriorada por dicha carencia, y vemos ahora sus consecuencias con esas continuas reducciones de condenas y excarcelaciones de violadores y maltratadores de la mujer. Pero con la jornada feminista del 8-M ya a la vuelta de la esquina, no sólo no ha corregido su problema «técnico», sino que le ha aparecido un auténtico cataclismo político denominado «Tito Berni» o «Mediador», cual si fuera un ciclón, un tsunami, una borrasca o cualquier otro fenómeno natural a los que, por su dimensión, se les otorga nombre propio, como Filomena.
La credencial feminista de su Gobierno ya cuestionada seriamente a consecuencia de los cerca de 800 maltratadores beneficiados, se encuentra ahora ante un suceso que tiene todos los ingredientes de un plato difícilmente digerible. La combinación de cenas y almuerzos durante el confinamiento, seguidos de drogas y prostitutas acompañando los tratos concertados, previo paso por el Congreso de los Diputados, parecen propios de un guion a medio camino del cine para adultos y el esperpento. El silencio del feminismo oficial ante ese obsceno espectáculo, con un PSOE promotor de una cruzada para abolir la prostitución, induce a imaginar lo que sucedería en caso de que los protagonistas hubieran sido los «fascistas y machistas de la derecha».
Ante ese desolador panorama feminista, sólo faltaba que una empresa de la dimensión de Ferrovial, compañía que ocupa el número 12 del ranking de las 35 del IBEX, haya anunciado su deslocalización de España para emigrar a los Países Bajos en busca de más seguridad jurídica y un mejor entorno político y económico. Una decisión sin precedentes en España, que lanza un mensaje muy preocupante a los mercados internacionales acerca de nuestra reputación y confianza como destino inversor. Ante esa tormenta perfecta, que ensombrece el futuro electoral de Sánchez y por supuesto su semestre de «campaña presidencial de la UE», ha tirado de su «manual de resistencia» y anuncia una medida más feminista todavía que la de «proteger» integralmente la libertad sexual de las mujeres de manera tan progresista y creativa como la ya conocida. Ahora, habiendo descubierto que la mitad al menos de la población española es del sexo femenino, la mitad de todos los órganos colegiados de la instituciones públicas y privadas de nuestra España deberán ser mujeres. Sólo faltaba que su gran invento feminista y paritario fuera la mera transposición de una directiva europea que debía cumplir.
Ante el éxito arrollador de su Gobierno paritario y feminista, con mujeres de la categoría de las que integran el suyo y promotoras de las leyes tan exitosas como la comentada y la Trans —que ya apunta maneras—, su huida resiliente hacia adelante no tiene el éxito asegurado. Considerar a la mujer como una cuota obligatoria no es la forma más adecuada de reconocer sus méritos, derechos y dignidad. Mujeres valiosas no escasean en puestos de responsabilidad al frente de empresas e instituciones diversas, y no porque Sánchez las haya impuesto o colocado. Pero ya han sido descalificadas por sus feministas por no ser progresistas merecedoras de su confianza. Isabel Díaz Ayuso o Ana Patricia Botín, por ejemplo, no son una referencia de feminismo válido para Belarra y Montero. El modelo es la señora Pam, la que da unas lecciones de sexualidad liberadora a las mujeres españolas que provocan vergüenza ajena. Jamás podría imaginarse un Gobierno del nivel profesional, estético y ético como el actual. Eso sí, feminista y paritario.