Un Frente Popular a la catalana

Un Frente Popular a la catalana

República catalana

La gran obsesión de Esquerra Republicana es seguir creciendo en el área metropolitana de Barcelona y Tarragona, y no sólo para «ensanchar la base» -ampliar el posible electorado separatista entre los catalanes castellanoparlantes-, sino para asegurarse un banco de votos extra en su eterna pugna con la neoconvergencia por la hegemonía total dentro del bando independentista. Junts, a pesar de su deriva friki, tiene un gen ganador ampliamente demostrado. Y lo estamos viendo con Xavier Trias, que a la que esta formación ha presentado un candidato que no parece un lunático, se ha metido en la pugna por conseguir la alcaldía de Barcelona.

Gabriel Rufián ha sido la cara visible que ha potenciado los dirigentes de Esquerra en un patético intento de demostrar que no es un partido supremacista, y que están dispuestos a tratar de igual a igual al independentista con ocho apellidos catalanes y al castellanoparlante sin ni un solo apellido de raíz catalana y que llega al separatismo por motivos económicos, pero que le importa un pito la cultura y la lengua catalana. Por supuesto, no es así, y basta con comprobar los apellidos, el acento y la trayectoria política de la gran mayoría de políticos, periodistas y comunicadores que ERC ha colocado como peones suyos para descubrir que los ‘charnegos’ no sólo son una minoría, sino que a menudo están para traer los cafés.

Rufián es el jefe de la servidumbre que Esquerra se ha comprado para ponerse un ropaje «aperturista» alejado del supremacismo que le supura por los poros. Pero el actual portavoz de ERC en el Congreso no deja de ser un siervo más. Allí mandan los de siempre, los que creen que Cataluña es una nación europea que ha sido ocupada por una España que vive en la barbarie. Los que aseguran que la genética del catalán está más cercana a la francesa que a la española, los que intentan desterrar el español como lengua de uso en Cataluña porque es un idioma extranjero de aquellos colonos que ocupan su país. El que realmente manda en esta estrategia de ampliar la base separatista es Oriol Junqueras. Y quien la lleva a cabo con entusiasmo, y se ha convertido en uno de sus principales propagandistas, es Joan Tardà, el antecesor de Rufián como voz visible de esta formación en el Congreso de los Diputados.

Tardà fue el que realmente consiguió que Esquerra dejara de ser en el Congreso de los Diputados una fuerza marginal cerrada en sí misma y preocupada únicamente por las esencias del nacionalismo. Lo hizo usando lo que denominó fraternidad republicana para tender puentes con la extrema izquierda no nacionalista. Dicha fraternidad consiste en un «ayudadnos a los separatistas catalanes a reventar España y luego desde la República Catalana buscaremos fórmulas de hermandad con la República española». El modelo de Lluís Companys versión 2.0 o, si ustedes lo prefieren, una versión modernizada del Frente Popular.

Dentro de este Frente Popular ya tiene a Compromís, Bildu, BNG, Podemos, Comunes y confluencias y otros partidos de menor pelaje, pero igual radicalidad. Pero necesita el premio gordo, necesita al PSOE. Y para que llegue el PSOE, ha de seducir primero al PSC, formación sin la cual los socialistas del resto de España no entrarían. Y ahí viene la tercera pata del «ensanchar la base» en los feudos socialistas de las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona. No sólo quieren aumentar sus votos, quieren hacerse imprescindibles para conformar mayorías con los socialistas en dichos ayuntamientos. Los tripartitos de Maragall y Montilla se gestaron en los años anteriores en gobiernos municipales de PSC, ERC e Iniciativa, y se busca atraer al PSC a este nuevo Frente Popular de la misma manera. De momento ya gobiernan juntos en uno de los municipios más prósperos de la corona barcelonesa, Sant Cugat del Vallés. Y a partir de mayo habrá muchos más.

La idea está clara, si ERC logra convencer a los socialistas de la bondad de un Front Popular las ventajas serían mutuas: la ‘fraternidad republicana’ gobernaría eternamente la Generalitat y casi la totalidad de los grandes ayuntamientos catalanes, y haría inviable ninguna alternativa constitucionalista. Y, a cambio, ERC podría conseguir una mayoría social en toda España que sirviera para crear una República confederal española, un Estado libre asociado o cualquier otro instrumento que garantizara de facto la independencia de Cataluña. Joan Tardà lleva años vendiendo las bondades de un mutuo acuerdo entre ERC y PSC desde las páginas del diario fetiche de la izquierda catalana, El Periódico de Catalunya.

Ahora parece todo muy lejos porque hay muchos dirigentes socialistas que no están por la labor dada su enorme desconfianza hacia Esquerra, pero también parecía imposible que tras la aplicación del 155 el PSC gobernara con la CUP en un consistorio presidido por ERC en una ciudad de cerca de cien mil habitantes. Y ahí está el tripartito de Sant Cugat del Vallés, una de las urbes más ricas de España, como ejemplo de lo que podría ser el futuro, una confluencia entre socialistas, comunes, ERC y la CUP.

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