Franco ha muerto… ¿Ahora lo resucitan?

Franco ha muerto… ¿Ahora lo resucitan?

Llevo arrancando columnas de opinión desde hace 18 años y, hasta hace un cuarto de hora, cuando llegaba julio se hablaba de la serpiente estival para referirnos tanto a la información como a la opinión de estos meses de vacación, relax y descanso, de forma que siempre hice una referencia al lucimiento de las moyas o la desnudez de la que hacemos gala, tanto física como intelectualmente, en este período de calor. Pero ya no, no es así, ahora lo hacemos de un Gobierno que no se encuentra en minoría, sino en práctica y evidente situación de dependencia de una multitud esquizofrénica que le obliga a trepar paredes y escalar muros de papel y, sólo en ese sentido, se entiende la estupidez de hacer bandera de la exhumación de un cadáver.

No sólo me parece una soberana imbecilidad el intentar extraer los restos de quien falleció, por el transcurso natural del tiempo, hace ya demasiados años. Es absurdo mover los despojos cuando, los padres de quienes hoy alardean de esa acción, en su día, con él vivo, corrían a lamerle el culo y agradecer su mirada como si con ella obtuvieran el orgasmo mental del que no disfrutaban en su privacidad. Pero, además, es contrario a sus propios intereses, pues gozarán y disfrutarán de la necrófila acción, de alguien a quien, ya es mayoría en nuestro país, ni siquiera conocieron y del que, si preguntas a los jóvenes, ni siquiera saben dónde está enterrado, hasta que la coleta-borroca ha hecho referencia a ello.

Hoy se hará bandera del muerto por la carcunda izquierdosa extremista antidemócrata para expedir título de progresía, se mojarán de gozo con una imagen de necrofilia indecente, impropia de quien tiene un mínimo de respeto a la muerte y, en esa falta de inteligencia, crearán un mártir de quien ya estaba olvidado y una cripta de devoción y seguimiento de su nuevo enterramiento para quienes resucitarán el pasado, como si sólo de gloria se tratase, intentando ocultar sus negras líneas de escritura, con lo que, en lugar de cerrar heridas, cubrir zanjas o restañar padecimientos pasados ya conseguidos, lo que hacemos, de verdad, es resucitar el pasado, cambiar los rumbos y las rutas que seguimos, unas, por más que no guste, para ser loadas, como otras, desgraciadamente, debidamente olvidadas. ¿Quid prodest?

Decía Gabriel García Márquez que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido, y en lugar de olvidar aquello que tanto daño nos hizo, para recordar lo que entre todos conseguimos, nos empeñamos en resucitar al muerto en su faceta más negra, para engañar a los jóvenes negando todo lo construido. En lugar de resucitar al muerto, refortalezcamos el sistema de pensiones, la seguridad social, las pagas extras, las ayudas a las familias numerosas, las viviendas de protección oficial, bajemos los impuestos —con él no existían—, hagamos crecer la economía y hagamos una España fuerte, pues con él todo eso se consiguió a costa de la libertad y la democracia. Seamos capaces de enterrarlo y olvidarlo definitivamente para demostrar que, con aquella libertad que nos robó, se pueden hacer las cosas mejor que con él y esa será la forma de superar divisiones, de cerrar heridas, de enterrar muertos y de olvidar el dolor padecido para sólo recordar lo que nunca debemos de repetir, en lugar de crear víctimas y dar vida a quien está muerto. Asumamos su brutalidad y la cobardía de los que estaban en frente y demostremos ser mejores que unos y otros, construyendo vida y no resucitando muertos.

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