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La fragilidad de la vida

La fragilidad de la vida
La fragilidad de la vida

A pesar de que los humanos nos pusimos en lo alto de la cadena alimenticia gracias al desarrollo de nuestro cerebro, no obstante somos los que más fragilidad tenemos al nacer de entre todos los mamíferos, y requerimos muchos años de cuidado y protección antes de ser medianamente autónomos.

Pero ese mismo cerebro, que nos ha permitido crear instrumentos para proteger nuestra fragilidad exterior, tales como casas, medios de trasporte, ropa, medicinas, y agricultura, no ha podido impedirnos que libremos toda una cruenta guerra contra nuestra fragilidad interior. Gracias a los avances científicos sobre el funcionamiento del cerebro, y a la aparición formal de la Psicología en el siglo XIX, poco a poco hemos empezado a tener conciencia de nuestros sentimientos y emociones.

La fragilidad se define como la facilidad de una cosa para romperse, y en nuestro caso concreto, la complejidad humana nos muestra como, a lo largo de nuestras vidas, estamos expuestos a rompernos una y otra vez.

O acaso:

– ¿Quién de nosotros no ha sufrido una pena de amor?
– ¿Quién no ha sido víctima de una injusticia?
– ¿Quién no ha sido rechazado?

Aunque los humanos aprendemos de lo bueno y de lo malo, el dolor del alma nos lleva a unas dimensiones insospechadas que nos ponen frente a la finitud de nuestra existencia, sus límites, las desdichas, los defectos, las carencias, y todas las necesidades que sustentan nuestra fragilidad, todo lo cual forma parte fundamental de nuestro autoconocimiento.

A lo largo de nuestra historia en occidente, la religión cristiana nos enseñó a vivir esa fragilidad en auténtico silencio. La privacidad fue otrora un valor casi sagrado en nuestras culturas. Hoy, en la era de las redes sociales, vivimos una especie de exhibición casi pornográfica de los sentimientos, donde todo es susceptible de ser contado.

Incluso hoy, hay personas que han convertido sus sentimientos en su profesión y en un negocio, y exhiben su vida y la de sus hijos sin ningún pudor en medios de comunicación.

Por ello, la semana pasada con la tormenta mediática que causó la canción de Shakira, me impresionó la forma en que muchos salieron criticarla por la forma de exponer su fragilidad. Esto me hizo preguntarme: ¿Por qué nos molesta tanto esta situación?

Una posibilidad es que muchas personas que admiran a los llamados famosos por tener belleza, fama, viajes, lujos, etc., resulta que un día descubren que esa especie de dioses modernos tienen en la misma fragilidad que nosotros. A ellos también los traicionan, los abandonan, los humillan, etc. Y allí nuestros dioses se nos caen del pedestal.

O, por qué al conocer el dolor del otro nos sentimos identificados, o por el contrario nos alegramos de su situación, e incluso nos sentimos mejores personas que los afectados.

Y mientras todos sigamos especulando con la fragilidad (cotilleo) de las personas, pensando que lo hacemos de manera espontánea, no nos damos cuenta de que son las llamadas revistas o programas del corazón, quienes generan todas están controversias para mantener nuestra atención pegada a ellos.

¿Y cuál es el resultado de todo este escándalo? Pues que no sólamente «las mujeres facturan»; también lo ha hecho Pique, que le han resultado contratos con Casio, y revistas y emisiones que han ganado millones gracias a los clics y comentarios que tú les haces en internet o por estar con la televisión prendida toda la mañana viendo sus programas.

La pregunta final sería: ¿Y tú, qué has ganado con todo esto?

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