Folclore bolivariano para podemitas
Creo que lo soñé una noche… Estaba en Madrid. Eran aproximadamente las 04.00 horas… Suena el móvil oculto <Caracas~Teherán> de Monedero. Se solivianta el agente doble y, tras dar con sus anteojos, lee “MADURO” en la pantalla. Se descompone, pero responde:
– ¿Sí…? Dígame…
– Al habla Nicolás Maduro, presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
– ¡Señor presidente!
– ¡Déjese de vainas, Monedero! ¡Y entérese, busco una entrevista face to face con ese escorpión de Iglesias! Tráigamelo a Caracas sin que nadie se entere, deprisa, cuánto antes, mejor, ¿me entiende bien? Y procure acertar, procure convencerme pronto de que no es usted un imbécil. Porque si no lo consigue…
– Agradezco su confianza, señor presidente.
– Recuerde que no es inagotable. Trabaje en silencio, trabaje rápido, trabaje bien y tráigame a ese pendejo.
– Sí, señor presidente. Cuente conmigo. Lo haré.
– Buenas tardes. ¿O qué hora es ahora en Madrid?
– Las cuatro de la madrugada.
– ¡Pues a qué espera para echarse a andar y cumplir con su misión!
Fin del diálogo transoceánico. Monedero, sin ducharse, se va a toda mecha hacia el zulo de Iglesias y le sorprende con la redecilla que protege su trenza durante la noche y compañía inquieta a los pies de la cama.
– ¿Pero qué pasa, no puedes llamar antes de venir?
– Imposible, Pablo. Deshazte de ese trozo de carne y hablemos sin testigos.
– ¿Tan importante es?
– ¡Más que eso, es crucial! Venga, lárgala.
Iglesias mostró la ternura que siente por las chorvas, le soltó una coz y la echó a la calle. Ya a solas con Monedero, supo qué ocurría:
– ¡Maduro nos exige que vayamos a Caracas, quiere verte!
– ¡No me jodas!
– Es lo que hay.
– ¿Irnos a Caracas? ¿Imaginas lo qué largaría de nosotros esa prensa con Inda al frente de su OKDIARIO?
– Tranki, tronko, tengo un plan, digno del ideólogo que soy.
– ¿Un plan, dices?
– Plan o estratagema. Hablo con la embajada iraní y ruego a nuestros mecenas que nos proporcionen un pasaporte diplomático a nombre de un japo que lleve tu misma cara.
– Venga ya, Monedero, ¿tú me ves cómo un japo?
– Con esa coleta y bien afeitado, yo te veo más como una geisha, lo cual es perfecto para introducirte en Caracas sin que nadie se entere.
– ¡Pero qué me estás contando si yo soy el macho Alfa de Podemos!
– Relájate, Pablo, que Maduro nos espera. ¿Te he convencido?
– Si no hay otro remedio, esta japonesa volará a Caracas.
El aeropuerto Maiquetía Simón Bolívar anunció la llegada del vuelo de Conviasa procedente de Madrid. Desembarcó la clase Business precedida por Monedero con uniforme de la guerrilla bolivariana, a cuyo brazo iba colgada una no menos ridícula geisha. Los altavoces amenizaron la puesta en escena con un joropo para arpa y maracas. Parecía un mal plagio de la Marcha Triunfal. El guerrillero y la japo, sin dilación, marcharon hacia un palacio sombrío donde Maduro se reúne con sus mercenarios. Una vez allí, el gorila desató la tormenta y toda su furia, encarándose con Iglesias, por ir disfrazado de mujer:
– ¿Así que usted, además de traidor y escorpión, es un…?
– Déjeme explicarle, presidente…
– ¡Iglesias, usted no tiene nada que explicar! ¡Y Monedero, tampoco! ¡Uno y otro están en tremenda deuda con Venezuela! ¡Ambos dos de ustedes, ganapanes de mierda, han estafado al pueblo bolivariano!
Monedero intentó sosegar el ambiente y como suele ser habitual en él, la cagó de forma irreparable:
– Señor presidente…
– ¿Pero qué va a decirme usted, Monedero, que plagió y me vendió esa burda teoría del pirado de Zapatero sobre la economía sostenible que ha llevado a mi país a la ruina?
La geisha intervino en mala hora:
– Señor presidente…
– ¡No me toque las bolas, Iglesias, que usted me ha traicionado por motivos electorales propios y ahora considera a Venezuela como la novia fea que usó para desarrollar su proyecto en España, aunque ya no acepte salir con ella en la foto! ¡Escorpión, Monedero y Zapatero, sanguijuelas españolas, den gracias a Dios que no mande a su rey el montante de lo que adeudan a mi pueblo!
Geisha e ideólogo regresaron a Madrid con el rabo entre las patas… Y cuando desperté, Monedero, Iglesias y Maduro seguían allí.