Filoterroristas

El sanchismo ha convertido la democracia en un camposanto al que acudir a rezar cada vez que el Gobierno liquida una libertad, que es su forma de matar gatitos mientras pronuncian progresismo a dos carrillos. El Parlamento parecía ser el último reducto a salvo de los caprichos del autócrata y su tropa, hasta que el sustituto habitual de Batet, un hombre curtido en la corrupción andaluza, silenció la verdad con la misma solvencia con la que sonreía cuando el PSOE gastaba el parné público en colocarse. Uno no está 40 años manejando el cortijo siendo un primo, desde luego.
Rodríguez Gómez de Celis, un señor de partido, que eso en el PSOE es como sacarse una oposición a funcionario del Estado, ha acallado en sesión plenaria a la diputada de Vox Patricia Rueda cuando, en pleno discurso, ésta llamó por su nombre a los hijos de ETA. El hemiciclo batalló por segundos entre la dignidad de quien se mantuvo firme por defender la memoria de cientos de asesinados, y la felonía del cómplice que, en abuso de autoridad, prefirió ejercer de buen felpudo antes que de buen demócrata. La cara de Rodríguez Gómez de Celis brillaba en la ignominia con la mandíbula apretada, porque al jefe se le sirve hasta en los gestos. El vicepresidente primero del Congreso es ese tipo al que no le haría falta pasar un casting de Uno de los nuestros.
Lo sucedido en la Cámara Baja no es sólo un nuevo ataque a la libertad de expresión, algo de por sí gravísimo. Es un intento de censurar la verdad, ocultarla, renombrarla, hasta hacerla pasar por aceptable a ojos del pueblo. Llegará un día en el que no se puede llamar ladrón al ladrón ni corrupto al corrupto, salvo que el ladrón y el corrupto sean fachas elegidos a dedo por el sanchismo. La sede del legislativo se ha convertido ya en un trasunto del Coliseo romano, donde el Emperador Sánchez manda a sus huestes a levantar o bajar el pulgar según la sigla del gladiador. Es ya, de facto, un foro con las cartas marcadas, las normas corrompidas y las reglas inservibles. Porque eliminar el derecho a decir la verdad es otra manera de asesinar la libertad de expresión.
La verdad nunca es ni será violencia política. La verdad nunca es ni será fascista o cobarde. Tampoco machista, pues en su concepción hay más feminismo que en todo el Ministerio de Igualdad junto. La verdad nunca debe ser silenciada. Porque la verdad no molesta cuando dibuja la realidad sincera. Sólo gritan contra la verdad quienes han hecho de la mentira su cuenta corriente y su mísera vida. Hasta el prefijo filo parece suave para definir a la mugre iletrada que nos dirige.
Llamemos a las cosas por su nombre: si a los condenados por los ERE no les decimos filocorruptos, y a los que dan un golpe de Estado no les denominamos filogolpistas, a quienes acompañan a los terroristas condenados por asesinato, extorsión o secuestro a las cárceles, les reciben en sus pueblos a golpe de aurreskus y manifiestan su alegría tribunera por cada acercamiento batasuno de Marlaska, tampoco debemos catalogarlos como filoetarras. Porque ETA no es sólo una maquinaria de matar, silenciar, acosar y chantajear. Es una tupida red de miedo cuyo aroma aún inunda las calles vascas. Así que, en honor a la verdad, la diputada Rueda pecó de timidez dialéctica. Porque a los etarras hay que llamarles, no como quieren parecer, sino como lo que son: etarras.
España es, todavía, una democracia dirigida por un Gobierno que no cree en la democracia. Un Ejecutivo que legisla y juzga, que dicta a los medios lo que deben publicar y señala al opositor cuando retrata la verdad. Y que, en plena locura no transitoria, le pide a esos hijos de ETA que participen de una infame ley que reescribe como juicio sumarísimo la historia de nuestro país. No, ya no se juega con las mismas reglas ni se aplican las mismas normas. Tenemos un Gobierno que, de madrugada, con nocturnidad y toda la alevosía, despenaliza la sedición, facilitando los golpes de Estado futuros mientras perdona los pasados. La degradación democrática, institucional y moral que ha traído el sanchismo, junto a la violencia política de sus socios, puede llegar a ser irreversible si no se pone pie en pared. Cuanto antes y con urgencia. Empezando por la sociedad civil.
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