Estado fallido
En 1985 cubrí el terremoto de México. En realidad fueron dos: el primero, el 19 de septiembre. El segundo, al día siguiente. Yo llegué entre uno y otro. Entonces era un joven redactor de La Vanguardia. Tuve suerte porque iba de vacaciones y el histórico corresponsal para América central, Joaquim Ibarz (1943-2011), estaba de a su vez de vacaciones en España. Quizá la escena más impactante que presencié fue ver cómo Plácido Domingo dirigía las labores de rescate en el barrio de Tlatelolco. La estrella de la ópera había vivido parte de su infancia, adolescencia y juventud en este país. Tenía familiares en la zona. Creo recordar que, lamentablemente, algunos fallecieron por el seísmo.
El cantante actuó así porque el Estado había desaparecido. La Administración estaba completamente colapsada y los servicios mínimos no funcionaban. Nunca pensé que casi cuarenta años después volvería a tener la misma sensación. Pero en este caso en España y a raíz de la DANA que ha azotado Valencia. Que en pleno siglo XXI haya, de momento, más de 200 muertos por unas riadas -aunque sean de este calibre- demuestra que alguna cosa ha fallado.
Si no en la prevención, que no es una ciencia exacta, al menos en la toma de decisiones. Porque todo ello no ha ocurrido en un remoto país tropical, sino en un estado miembro de la Unión Europea. Tiempo habrá de dirimir responsabilidades. Y, desde luego, ahora no es el momento. Pero sospecho que hay que repartirlas entre la Generalitat Valenciana y el Gobierno central.
El ejecutivo autonómico avisó tarde y mal. O subestimó al principio los riesgos. Carlos Mazón, hasta ahora uno de los políticos mejor valorados del PP, borrando aquel tuit en el que decía que, a las 18.00 del martes, disminuiría el temporal es una prueba de ello. Francamente, tiendo también a desconfiar de aquellos políticos que se enfundan prendas de vestir que no les corresponden. Como el chaleco del servicio de emergencias. Me recuerda -salvando todas las distancias, por supuesto- a Zelensky, que va todo el día con camiseta militar.
Pero también el Gobierno central. Me voy a ahorrar lo que significa en un día como aquel aprobar la reforma de RTVE simplemente para colocar a los suyos en el consejo de administración. ¡Además por la vía de urgencia!
Sin olvidar tampoco aquella diputada de los Comunes, es decir, de Sumar, Aina Vidal, que afirmó que sus señorías no estaban “para achicar agua”. ¡Con la que estaba cayendo! O el hecho de que no se haya movilizado al Ejército hasta 48 horas después. Y con cuentagotas.
No inspira confianza, por otra parte, que hayan puesto al frente el ministro Fernando Grande-Marlaska, aunque sea el de Interior. El ministro desautorizado en dos ocasiones por el Supremo con el coronel Pérez de los Cobos. ¡Y es juez! Sin olvidar también los dos estados de alarma -¡dos!- que tumbó el Tribunal Constitucional.
No se salva ni la ministra de Defensa, Margarita Robles, una de las que personalmente pensaba que se salvaba del Ejecutivo. El otro día la pillaron, en los pasillos del Congreso, diciendo que “hacía 5.000 años, que no pasaba lo de esta DANA”. Desconocía que había registros pluviométricos hace cinco milenios.
Habría que haber desplegado al Ejército a las 24 horas. Y en funciones de vigilancia también si no llega la Guardia Civil. Para evitar los saqueos del pequeño comercio. Otra desgracia dentro de la desgracia.
Aunque por ahora el gran ausente es Pedro Sánchez. El día de la declaración institucional salió vestido de negro pero … ¡con corbata azul! Y no se ha atrevido a pisar la calle. Todas las reuniones son a puerta cerrada, no a las zonas afectadas.
En octubre del 2000 hubo unas graves inundaciones en Alemania. El entonces canciller del SPD Gerhard Schröder se calzó unas botas de agua y se fue a visitar la zona. Ganó las siguientes elecciones contra pronóstico. Entre otras razones por que a su rival de la CDU, Edmund Stoiber, la tragedia le pilló de vacaciones.
Para terminar: es admirable la solidaridad de los valencianos -y la de toda España- pero ello solo confirma que, en el fondo, el Estado ha estado ausente en las horas más trágicas. Hasta el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, antaño el país más inseguro de Centroamérica, ha ofrecido ayuda. No la desprecien.