Esquerra tira al monte

Esquerra tira al monte

Hasta ahora estábamos acostumbrados a los codazos entre Junts y ERC. E incluso a los navajazos. O entre sus organizaciones hermanas. Como la ANC y Òmnium. Acuérdense de que Carme Forcadell fue abucheada en un acto que, en el 2022, conmemoraba el referéndum del 1 de octubre. Y habiendo estado en la cárcel.

Pero ahora es en el seno de un mismo partido: Esquerra. La verdad es que ERC siempre ha estado dividida en corrientes que, en ocasiones, se odiaban a muerte.

Viene de su fundación en los años 30. Cuando confluyeron cuatro sectores: los seguidores de Macià, los de Companys, los de la revista L’Opinió y los flecos.

Hace unos años pasaba más o menos lo mismo. Había los de Carod, los de Puigcercós, los de Jordi Portabella -el sector de Barcelona- e incluso los de Carretero, un consejero que llegó a hacer una escisión por la derecha. Carod y Puigcercós no se podían ni ver.

La cosa ha ido a más desde entonces: basta ver los episodios de guerra sucia. No contra otros partidos -ya de por sí deplorables- sino entre ellos mismos. Lo digo por los carteles que recordaban, a los Maragall, el Alzheimer del ex alcalde.

Marta Rovira tenía que cerrar la crisis el pasado viernes. Tras su regreso triunfal retransmitido en directo por TV3. La propia cadena iba anunciando que tenían prisa por cerrar el caso. No me extraña. Por la tarde se reunía el consejo nacional, el máximo órgano entre congresos.

Pero no solo no lo han atajado, sino que la guerra interna no ha parado de crecer desde entonces. El ya ex director de comunicación Tolo Moya apuntaba a la propia Marta Rovira al día siguiente. Además de a otros dos nombres: el vicesecretario de comunicación, Oriol Duran; y el gerente del partido, Jordi Roig.

Se quejaba de que los tres son miembros de la misma  Comisión de Garantías que tiene que dilucidar el asunto. Los tres cobran del partido o de la Generalitat. Todo queda en casa.

Para añadir morbo al culebrón, este miércoles se filtraron audios de las reuniones en las que tenían que levantar un cortafuegos. Al diario Ara -paradójicamente próximo a Esquerra- y a Rac1, la emisora del conde de Godó. Imaginen: ¡Iban a las reuniones y hasta se grababan entre ellos!

La última noticia, de momento, coincidía con un artículo de Oriol Junqueras en La Vanguardia hablando, junto a otros autores de la pieza, de «ética y comunicación política». En el mismo se desmarcaba de los carteles contra Maragall como no podía ser de otra manera

«Vergonzante», «conjura interna», «campañas de desprestigio», los calificaba. Para acabar exculpando a Marta Rovira y al resto de la dirección del partido. Aunque lo que más llamaba la atención era su soledad. Ninguno de los otros firmantes del artículo en cuestión eran dirigentes de Esquerra.

Por ahora, el cabeza de turco parece que es el citado Tolo Moya. Dimitido ya Sergi Sabrià, que llegó a ser viceconsejero de la Generalitat antes de las elecciones.

ERC lo ha fulminado de su cargo de asesor en la Diputación de Barcelona -con lo que nos hemos enterado de que debía cobrar de este organismo o como mínimo sacarse un sobresueldo- y ha amenazado con denunciarle por revelación de secretos. No por los carteles sino por contarlo.

No obstante, cuesta de creer que un director de comunicación organizara maniobras semejantes sin el visto bueno de alguien de la dirección. Y, en los partidos, el director de comunicación es un cargo de confianza del líder máximo: El presidente o el secretario general.

¿Sin embargo, si tanto detestaban a Ernest Maragall por qué lo ficharon? Bueno, por el apellido. Aportaba pedigree catalanista -un Maragall- y su hermano es recordado como el mejor alcalde de Barcelona.

En fin, este partido sin líder -Junqueras es ahora un militante raso-, habiendo perdido trece diputados de golpe en las elecciones, con una guerra interna y con episodios tan sucios como el de los carteles, es el que tiene que negociar, en teoría, con Salvador Illa la presidencia de la Generalitat.

Además, con la presión de Junts que, a la mínima, les llamará «botiflers» («traidores»). Todo el mundo lo da por hecho porque a nadie le interesa repetir elecciones, pero con ERC nunca se sabe. Esquerra siempre tira al monte.

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