El escenario económico al que nos enfrentamos
Ahora que empezamos a ver ciertos signos de recuperación mientras avanza el ritmo de vacunación, tampoco podemos asegurar que en el medio y largo plazo, en el contexto económico nacional e internacional, se muestre un horizonte claro, porque, por un lado, contamos con indicadores que evolucionan de diferente manera, contradictoriamente, que no permiten trazar un perfil nítido sobre la evolución económica.
Por otra parte, este rebote que se producirá con mucha intensidad en el corto plazo, aunque sólo sea por mero cumplimiento de la teoría del ciclo, no podemos asegurar que se mantenga en el medio y largo plazo, pues dependerá, en gran medida, de la capacidad reformista que tengan el conjunto de economías para dinamizar, modernizar y adaptar sus economías y, con ello, incrementar su nivel de crecimiento potencial, sus fronteras de posibilidades de producción.
Adicionalmente, hay un conjunto amplio de variables, como las consecuencias del Brexit con la relación formal y efectiva que finalmente quede y se ejecute -que todavía sigue negociándose, con algunas fricciones entre la Unión Europea y Reino Unido que no ayudan a conformar un horizonte más despejado-; el impacto de la nueva política económica de Estados Unidos, donde el presidente Biden ya ha iniciado el camino de una política fiscal expansiva por el lado del incremento del gasto, con el mayor incremento del mismo de los últimos setenta años, y, por otra parte, contractiva con la subida anunciada de impuestos a las compañías -rubricado por el G7-, al tiempo que, pese a la reversión en la aplicación de algunos aranceles de la administración Trump, no sabemos hasta qué punto mantendrá una política proteccionista, como la de la administración anterior, pues ha confirmado o impuesto algunos otros; la distribución de la vacuna y la inmunización de la población que permita recuperar la normalidad absoluta, sin adjetivos, en el día a día, cosa que lleva, ahora mismo, un retraso importante en la Unión Europea, que está fracasando en su labor de coordinación, mientras que otros países, como muchos de los asiáticos, y, sobre todo, Israel, Reino Unido y Estados Unidos han demostrado una mayor diligencia y eficiencia en la compra y distribución de la vacuna y en la propia vacunación; y la reacción de la sociedad una vez se minimice el riesgo de las consecuencias de los contagios, pues habrá que ver si el pánico de todos estos meses -más de un año ya- no mantiene algún tipo de recuerdo en el ánimo de los ciudadanos en el futuro de cara a su comportamiento. Junto a ello, veremos si se consolidan o no algunos cambios en las relaciones laborales que podrían consolidarse, como una menor interacción presencial, con la derivada económica que puede tener, ya que muchas actividades económicas se verían, entonces, seriamente afectadas.
Todo ese conjunto de datos dibuja un escenario económico internacional (y, por su impacto en cada economía, también nacional) muy incierto y preocupante. Podemos estar en los umbrales de una recuperación sólida o, simplemente, en una tibia corrección que nos deje una década de estancamiento, más en el caso de unos países que en el de otros.
En este sentido, la fuerte caída del PIB y una recuperación más tenue nos lleva a que los niveles previos a la crisis tardarán en recuperarse, aunque el comportamiento será divergente. De esa manera, según BBVA Research, la economía global crecerá un 6% en 2021 y un 4,8% en 2022. Por su parte, Estados Unidos contará con una recuperación más rápida de lo esperado, después de caer un 3,5% en 2020, creciendo también más en 2021, un 6,2% frente al 3,8% previsto anteriormente, debido a una recuperación más fuerte en el primer semestre. Sin embargo, siendo una de las economías occidentales que mejor comportamiento habrá tenido en esta crisis, no recuperará los niveles precrisis hasta 2022, donde crecerá por encima del 5% (un 5,1%).
Lo mismo sucederá con la eurozona, donde hubo una menor caída que la prevista anteriormente, con un descenso del PIB en 2020 del 6,8%, pero que se atascará en la recuperación, ya que el BBVA estima un menor crecimiento de la economía en 2021 que en su anterior previsión, cifrándola en el 4,5% frente al 5,2% previo, estimando un 4,9% para 2022.
China, por su parte, creció positivamente en 2020, un 2,3%, para crecer en el entorno de un 7,5% en 2021 y un 5,5% en 2022, debido a que la enfermedad apareció antes allí y a que en los países orientales han tenido una segunda ola muy tenue o ha sido inexistente.
¿Y España? Nuestro país parte de una posición más frágil, derivada de la dureza de las medidas aplicadas y de la composición de su estructura económica, donde el turismo, el comercio, la hostelería y el ocio juegan un papel muy relevante. A la espera de que la vacunación trace un escenario general mejor y más tranquilizador, la situación económica es preocupante: casi un millón de personas ha perdido su empleo en el sector privado en el último año, hay 500.000 parados más y casi 575.000 permanecen en ERTE, con el riesgo de que muchas de esas personas pueda tener serias dificultades para recuperarlo. Los datos muestran ese peligro, ya que de esas casi 575.000 personas, más del 75% pertenecen al comercio, hostelería, turismo y ocio, con lo que si este verano no se produce una reapertura lo más parecido a la normalidad, puede que no aguanten económicamente y se cierren negocios, con la consiguiente pérdida definitiva de los empleos ligados a los mismos.
Ante esto, el mayor reto que tiene el conjunto de la economía y en especial, la economía española no es otro que la necesidad de acometer reformas estructurales, las cuales hay que ponerlas en marcha cuanto antes. Con ser importante la caída económica de 2020, lo más grave, siéndolo, no es eso, sino la capacidad, como digo, de recuperación del conjunto de la economía en el medio y largo plazo y la generación de un entorno de mayor crecimiento potencial.
Todo ello, dibuja un escenario económico incierto. Ojalá se pueda conformar una recuperación ágil y sólida, pero, para ello, hay que trabajar en una serie de reformas estructurales que allanen el camino para lograr dicho objetivo, además de no subir impuestos y evitar que las inversiones se ahuyenten, con lo que, adicionalmente, habría que generar certidumbre y seguridad jurídica. Por tanto, se trata de corregir esos desequilibrios, generar un marco de seguridad y confianza en la economía, retornar, tras la pandemia, a la necesaria estabilidad presupuestaria y ahuyentar medidas proteccionistas. De ello depende que la recuperación nacional e internacional sea sólida y duradera en el tiempo o que quede en un mero rebote estadístico en el corto plazo.