El Emérito y el farfullero Revilla

emérito Revilla
  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Jamás perdonaré al Rey Juan Carlos, ¡qué tiempos, Señor!, que con su demanda a Revilla, el farfullero, tendríamos que soportar ininterrrumpidamente y durante meses varios al vetusto cántabro en sus largos periplos por todas las televisiones del mundo patrio como si fuera un Walter Cronkrite de pacotilla.

El resto, sinceramente, me parece irrelevante. No tengo una idea clara al respecto de la demanda, pero es muy posible que los tribunales para sentar sus reales en el anaquel de la imparcialidad archiven la misma, con lo cual para Don Juan Carlos será peor el remedio que la calumnia, si es que la hubiera o la hubiese. Solo habrá servido para recordar lo peor de sus 39 años en el histórico Trono de España y, encima, con revolcón judicial y recochineo popular.

Tienen que pasar todavía muchos años (y, además, morirse, cosa que no deseo al exiliado, pero que cuando el hecho físico se produzca le acompañará una ola de simpatía) para que la balanza de la Historia tenga dos péndulos justos y equilibrados; esto es, que junto a las trapacerías de tipo personal y con dinero cometidas por el que fue el motor de la Transición aparezcan también los grandes servicios prestados a la causa democrática y a la convivencia entre españoles.

El otro octogenario, Revilla, tiene su aquel. Viene de donde viene, de pregonar a José Antonio y la Falange, y con una habilidad pasiega consiguió durante muchos lustros que se olvidara al abrazar interesadamente algunos postulados de la izquierda. Cuando le oigo perorar acerca de la «corrupción» me entra la risa floja… ¡Qué tipo tan escasamente pudoroso! Durante sus gobiernos autonómicos, repetidos hasta la saciedad por interés de la izquierdona, la corrupción se sustanció y cobró cuerpo por doquier. Sólo en el último altos funcionarios fueron pillados in fraganti con las manos en la pasta. Incluso él mismo exigió a su sucesora del PP al frente del Ejecutivo cántabro que, para conseguir la investidura, tendría que renunciar a investigar sus agujeros y, quizá, algo más.

Siempre se le cayó la baba con personajes de la catadura de Zapatero e Iglesias, entre otros, sin olvidar al propio Rey emérito cuando aquel navegaba por aguas limpias y, en cualquier caso, habitaba en el Palacio de La Zarzuela.

En ambos casos, oigan, son personajes de una galería española añeja. Mientras deambulen por este valle de lágrimas tendremos que abrir la televisión y encontrar a Reviruca perorando de lo que sabe y de lo que ignora, pero dictando ex cathedra. Verán ustedes como su amigo Cintora le lleva a desayunar, almorzar, merendar y cenar. ¡Fijo!

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