Votarles sí que es perjudicial para la salud

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No sé si con estupor o sin él, esta semana hemos conocido la noticia de que el Ayuntamiento de Zaragoza, en un folleto financiado con fondos públicos equipara el paracetamol, la cocaína y —por si faltaba poco para demostrar la infinita necedad de algunos cargos públicos de la izquierda progre— incluye el café. Asómbrense. Asemejan medicamentos como el paracetamol o el diazepam con las drogas.

Es una demostración más del relativismo con el que se engalana la izquierda y su construcción ideológica sobre argumentos falaces. Para los prebostes progres, la realidad histórica del capitalismo y la esclavitud que éste ejerce sobre los pobres oprimidos demuestra que el problema no es la droga en sí, sino el entorno histórico en el que viven las “clases oprimidas” que se ven abocadas a su consumo. Para estos ortodoxos anclados en su pasado funesto, es la modernidad la responsable y es la sustancia el único medio del sojuzgado pueblo para sobrevivir al yugo de la tiranía.

En esta época de la llamada postverdad, de la mentira, la realidad se encuentra ciega por el hacer de una progresía izquierdista y radical que, usando herramientas de control de todo tipo y desde su falsa “supremacía moral”, entiende la droga, la maldita droga —a su vez cadalso de millones de vidas arruinadas—, no como un daño letal a la salud individual y pública, sino como un trebejo de diversión y esparcimiento del individuo para olvidar la dominación capitalista. Promover la cultura de la droga emborrega y aletarga a nuestra sociedad, especialmente a nuestros jóvenes, generando campos de concentración mentales que facilitan el control, el dominio y la “reeducación política”.

Es nuestra obligación moral advertir sobre el peligroso relativismo de la izquierda que oculta una desgraciada realidad. El alcalde de Zaragoza, responsable de semejante insensatez, así como sus “aliados ideológicos” —adalides de tamaña “invitación”—, deben ser conscientes de que los problemas asociados al consumo de drogas son brutales, despiadados y devastadores. Problemas de carácter social, que hacen jirones el entorno de los que en ella caen. Familias rotas y hundidas. Individuos mutando sobre lo que es la antítesis de la vida. Marginación y delincuencia y la aberrante realidad de que quien sucumbe ante semejante monstruo desemboca en una percepción diferente de la realidad y con unos niveles de motivación y voluntad disminuidos al extremo.

Ese pernicioso relativismo moral, vacuo, fútil. Y ello desde la sempiterna radicalidad, la interesada “lucha subversiva”, el pensamiento único, los ataques a la iglesia y al pensamiento propio, a la libertad individual. La invitación a ese falso hedonismo y la preferencia obligatoria por “el colectivo” frente a lo personal. Y para mantenerse en el ‘privilegiado’ y bien remunerado poder, los líderes de la izquierda radical ‘trafican’ alimentando al oprimido pueblo con pequeñas dosis de su ortodoxo y “progresista” mensaje.

Es nuestra obligación pregonar de forma tajante, firme y contundente que no existe “consumo responsable” en el mundo de las drogas. No es ni progresista ni liberadora. Supone la más grande y decrépita de las esclavitudes y ataduras. Es la antítesis de la libertad por lo que jamás puede ser amparada ni justificada. Es una necesidad desenmascarar ese relativismo ‘de careta’ que todo lo ampara, justifica y, como es el caso, alienta. Vendido e impuesto como dogma y norma moral, este relativismo ‘progre’ sustituye la propaganda, falsa y adulterada, por la verdad, sin preocuparle la vida de millones de personas. Una vez más, pero esta vez en el dramático tema de la droga, nos encontramos ante el relativismo de la izquierda radical que tan infaustas consecuencias nos ha mostrado.

Porque, como afirmó el Papa Benedicto XVI: “Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo”.

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