Las dos Españas, el paro y el impacto del frenazo económico
La economía española se debilita; lo dice la OCDE. Si el turismo va, la economía va. Si el automóvil se mueve, la economía hace lo propio. sin embargo, los vientos de cola están dejando de soplar, la marcha económica pierde aceleración y nuestras comunidades autónomas empiezan a resentirse. eso dice FUNCAS… El sector turístico es clave en Baleares, Canarias, Cataluña, Valencia y Andalucía. Turismo a la baja, previsiones de crecimientos inferiores en estas comunidades. Menos ingresos, menos creación de empleo y más gente sin trabajo… El sector de la automoción es primordial en España, vital en Cataluña, Aragón y Valencia. Cambios en la producción y en la demanda de las motorizaciones, movilidad restringida, dardos de la administración hacia el coche… impactan en la fabricación y exportación de automóviles, con dudas entre su industria e incertidumbre sobre la continuidad de alguna fábrica, con la correspondiente secuela de interrogantes en puestos de trabajo y entre los proveedores.
En cambio, automovilísticamente tiran País Vasco, Navarra y Galicia. Lo peor del caso es que el amenazante Gobierno arremete contra el sector de la automoción, poniéndole fecha de caducidad para 2040, como quien dice, mañana por la tarde. ¿Cómo van a invertir las empresas automovilísticas en España si en apenas 20 años tendrán que plegar velas? Sin duda, ese apasionado ánimo de nuestro Gobierno por dinamitar la economía española no tiene freno ni sabe de sensateces. El automóvil aporta casi el 10% de nuestro producto interior bruto. El asunto no da para bromas gubernamentales. España es el segundo fabricante europeo de coches, solo por detrás de Alemania. Las ventas al exterior, de unos 50.000 millones de euros, por parte del conjunto del sector, representan cerca del 18% de nuestras exportaciones y da empleo al 10% de nuestros trabajadores ocupados. Entretanto, las inversiones norteamericanas en España entran en terreno fangoso.
No convence la ministra Calviño a los directivos de grandes compañías estadounidenses y eso de que España cree un entorno favorable para empresas y startups, lanzado por el Presidente en el calor de la California tecnológica, contagia de absoluto escepticismo… Las peroratas populistas y demagogas pueden calar acá, pero no por allá y acullá. Al final todos acabaremos pagando el pato… Sin ánimo de entrar en disquisiciones técnicas, es bueno que el Banco de España puntualice algo sobre lo que ya se ha insistido por activa y por pasiva: subir el salario mínimo perjudicará el empleo de los jóvenes y de los mayores con menos formación. Algo obvio porque los salarios no solo se marcan por ley, sino que se imponen por productividad económica.
El problema de fondo es que subir el salario mínimo empeorará la creación de empleo y agravará aún más la tasa de paro que en algunas zonas de España supera el 20%. De retruque, se alientan desigualdades en una España en la que el 27% de su población se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social. ¡Mal vamos! Agréguese a ello las subidas de cotizaciones sociales: jaque mate al empleo por parte del Gobierno que parece empeñado en bombardear a nuestra propia economía y cargarse la recuperación laboral. Tenemos dos Españas en menesteres laborales: la de arriba y la de abajo, el norte que está ahí y el sur que también existe. La última EPA refleja que las Islas Baleares tienen una tasa de paro de apenas el 7%. en Cantabria no llega al 9%. Y en ese triángulo formado por País Vasco, Navarra y La Rioja el paro es inferior al 10%.
El peso de la industria en el valor añadido bruto es determinante para que haya empleo y salarios altos. La formación tanto universitaria como profesional juegan fuerte en Cantabria, País Vasco, Navarra y La Rioja y las inversiones tecnológicas, en investigación y desarrollo, marcan el paso. La inmigración, en esas comunidades, es baja; la temporalidad es menor y la contratación laboral es estable. El Gobierno español, con medidas frívolas que potencian la libido populista, yerra en menoscabo de nuestro empuje económico. Y el patio no está para coñas.